Luego de haber aplaudido la política de endeudamiento insustentable de Mauricio Macri durante 4 años, periodistas y economistas del establishment presionan a Alberto Fernández a que entable una negociación urgente con los acreedores para sacar a la Argentina del default de hecho en que se encuentra. 

“Evitar el aislamiento internacional”, “recuperar credibilidad para acceder a nuevo financiamiento”, “ser un gobierno serio y responsable”, son algunas frases repetidas hasta el cansancio con el objeto de hacer carne en el sentido común popular, lo que en realidad es el interés de un pequeño grupo de inversores financieros.

¿Cuál es el beneficio para Argentina de romper el aislamiento en que nos deja Mauricio Macri y reintegrarse en los mercados financieros? Ninguno, ya que el volúmen de créditos externos tomado por la gestión Macri con acreedores privados y organismos internacionales fue de tal magnitud, que lo único que le deja a su sucesor si se “integra a los mercados” es la cuenta a pagar. 

En el mismo sentido, ¿para qué sirve una negociación “amigable” con el FMI y los privados, aceptando su condicionamiento a las políticas económicas para ganar “credibilidad” y acceder a algún financiamiento extra? Para nada, los condicionamientos de ajuste y reformas pro mercado mantendrían la economía en recesión y serían el certificado de defunción política del gobierno de Alberto Fernández. 

Por otro lado, cada dólar que presten sería para destinarlo exclusivamente a pagar las deudas contraídas por Mauricio Macri, sin generar ningún beneficio a la producción y el empleo nacional.

Por el contrario, si la situación de default de hecho en que se encuentra la economía se formalizará, la postergación de los pagos de intereses y de capital facilitaría consolidar superávits fiscales y externos. Es decir, permitiría reeditar los superávits gemelos que fueron la clave macroeconómica de Néstor Kirchner para generar un proceso de crecimiento económico tras la crisis de la convertibilidad. 

En ese sentido, ser “serio y responsable” no significa aceptar una restructuración a medida de los acreedores que, a poco de andar, vuelva a afixiar a la economía con una carga incrementada de amortizaciones e intereses de deuda. Serio y responsable es establecer un cronograma de pagos acorde a la capacidad real de la economía.

Al respecto, la situación de las cuentas externas indica que, aún sin pagar intereses y capital, se podría obtener un superávit de apenas 500 millones de dólares para 2020. A esa cifra llegan las proyecciones del CESO asumiento un superávit comercial de 11.000 millones de dólares, un déficit de servicios de 4500 millones de dólares y salidas de capitales por 6000 millones de dólares  aún cuando se mantengan las restricciones actuales a la compra de divisas. 

Si se tiene en cuenta que los vencimientos de capital e intereses con acreedores privados suman 20.532 millones de dólares el próximo año, no quedan dudas que esas cifras exceden por mucho  la capacidad real de pago del país. En consecuencia, los acreedores deberán tener paciencia.

@AndresAsiain