El saliente ministro de Educación, Alejandro Finocchiaro, disertó en la segunda jornada de la 40ª Conferencia General de la Unesco que se celebró recientemente en París y expuso una serie de supuestos logros de la gestión de Cambiemos que poco y nada tienen que ver con la realidad que vive el sistema educativo argentino.
Entre otras cosas, el ministro señaló que sus políticas demostraron que se pueden “saltar las barreras de contexto mediante la educación y que esta sigue siendo una herramienta de transformación para la movilidad social ascendente”. Esta mirada magnifica las posibilidades de la educación y las aísla de las condiciones de desigualdad socioeconómicas existentes, sin discutirlas, ponerlas en tensión o accionar para mitigarlas. El gobierno de Cambiemos deja el poder con cinco millones de nuevos pobres generados por un modelo económico de exclusión. ¿Se puede, entonces, hablar de movilidad social ascendente?
Para argumentar su aseveración, Finocchiaro puso especial énfasis en las Escuelas Faro, aquellas que a través de las Evaluaciones Aprender se detectó que atraviesan situaciones de vulnerabilidad social y a las cuales se les brindaron mayores recursos pedagógicos y materiales académicos. Dijo que luego de volver a evaluarlas, mostraron mejoras superiores a la media. El ministro de Educación debería saber que, si un programa educativo se evalúa a tan poco tiempo de iniciarse, los resultados obtenidos son poco consistentes: los cambios de las culturas y capacidades institucionales nunca son inmediatos, se desarrollan a partir de la continuidad y sustentabilidad de las acciones.
Una histórica herramienta que aportó la educación a la movilidad social ascendente fue el desarrollo de las escuelas técnicas. No obstante, la gestión de Cambiemos desfinanció a ese sector. En 2019, el gobierno nacional incumplió con la Ley de Educación Técnica que ordena destinar el 0,20 por ciento del total de los ingresos corrientes previstos en el Presupuesto Anual Consolidado para el Sector Público Nacional. Para este año, lo que se destinó a ese Fondo fue apenas la mitad de lo que manda la norma y si se toma en cuenta el proyecto de presupuesto que envió al Congreso para el 2020, los recursos destinados al sector serán un tercio en relación con los que eran en 2018.
En su disertación de París, el ministro saliente calificó al balance de estos años de gestión como “significativo” y subrayó: “Hemos recuperado la capacidad del Estado para diseñar e implementar las políticas públicas en materia educativa”. Sin embargo, los acuerdos y compromisos firmados anualmente con las provincias han sido sistemáticamente reducidos o incumplidos por la irregularidad en la remisión de fondos, aún en los casos en que las provincias han cumplido con los requisitos administrativos definidos por la Nación para la gestión y ejecución de los Planes Operativos Anuales Integrales (POAI). A modo de ejemplo, pueden mencionarse los jardines de infantes sin finalizar, las deudas por el pago de certificados de las obras ya finalizadas y los fondos pendientes de envío en 2019, a días de finalizar la gestión. Además, el gobierno saliente suspendió tres sesiones del Consejo Federal de Educación, el órgano donde se debaten y establecen las políticas nacionales del sistema.
Entre sus supuestos éxitos de gestión, Finocchiaro brindó detalles de la iniciativa Aprender Conectados y se ufanó del 60 por ciento de las escuelas argentinas que actualmente cuenta con conectividad a internet. Lo que omitió decir el ministro es que las provincias venían trabajando desde hace una década en conectar tecnológicamente a las escuelas. Cuando el plan de Cambiemos comienza a desplegarse, ya existían enormes avances. La gestión en Educación no comenzó con su llegada. Pero a partir de ella sí padeció enormes obstáculos. En materia de nuevas tecnologías, por ejemplo, el Estado nacional invertía casi 5600 millones de pesos en 2015, pero 2019 el presupuesto para el área apenas llegó a los mil millones. Todos saben, además, que la gestión saliente transformó la política tecnológica del modelo uno a uno (una computadora por alumno) por otra que se reducía a un equipo por escuela. Y en muchos casos, además, ese equipamiento recién llegó en la semana previa a las elecciones presidenciales.
En la Unesco, el funcionario destacó como políticas ejecutadas para atender a grupos socialmente vulnerables a las becas ProgresAr, al Programa Asistiré y el de Educación Sexual Integral, área donde se redujo a la mínima expresión a los equipos técnicos nacionales y se redujeron, en términos reales, los recursos a las provincias. A contramano de las afirmaciones de Finocchiaro, una de las características distintivas de este gobierno fue el abandono de las medidas que procuraban mitigar las desigualdades y brindaban oportunidades de formación a los estudiantes con menor capacidad económica. Esta decisión se manifiesta de manera clara en las partidas asignadas a las políticas socioeducativas. Si se toma como base el año 2016, en 2019 destinó menos del 10 por ciento de lo que ejecutaba en el inicio de su gestión.
La insensibilidad del gobierno de Cambiemos queda reflejada, como en pocos hechos, en su política para con los comedores escolares: en un país con el 50 por ciento de niños pobres y con niveles de inflación anual cercanos al 60 por ciento, la Nación congeló en mayo de 2016 los fondos que aporta por niño en 3,40 pesos.
Finocchiaro también aseguró en París que su gestión “en base a políticas activas” logró mejoras en la lectocomprensión y en el desarrollo de “un nuevo método de enseñanza y aprendizaje de las matemáticas, más dinámico, atractivo e innovador”. Ese método que es motivo de orgullo por parte del ministro saliente fue severamente cuestionado por la comunidad académica argentina, dado que supone único camino a recorrer para llegar a determinado fin. El funcionario saliente ignora que en la enseñanza no se debería hablar de “método” sino de “enfoque”, dado que cada situación de enseñanza se contextualiza, es dinámica, se nutre con los distintos actores. El Ministerio de Educación Nacional ha intentado imponer este “método” importado distribuyendo materiales provenientes de Singapur y México, alejado de la realidad argentina y desconociendo el enfoque construido en este país a partir de muchos años de trabajo con escuelas, docentes, especialistas y alumnos.
Muy lejos quedó aquella declaración de Purmamarca, firmada por el Consejo Federal de Educación y el primer ministro del gobierno de Cambiemos, Esteban Bullrich. El documento terminó reducido a un mero decálogo de buenas intenciones. Entre otras cosas, establecía un compromiso de incrementar las escuelas de Nivel Inicial y de jornada escolar extendida, ninguna de las dos cosas sucedió. No solo fue incumplida aquella promesa de campaña de construir 3.000 nuevos jardines de infantes, sino que en 2018 había 219 escuelas de jornada completa o extendida menos que en 2016. Quizá el compromiso más importante suscripto por el gobierno nacional entonces naciente consistía en sostener la inversión del 6 por ciento el PIB en la educación. Pero la gestión de Cambiemos, en términos reales, ajustó el presupuesto en un 35 por ciento a lo largo de su gestión. La educación pasó a representar un 7,8 por ciento del presupuesto total del Estado nacional en 2016 al 5,1 por ciento en el proyectado para 2020.
El ministro de Educación debería saber que la mejor manera de enseñar es a través del ejemplo y de ninguna manera lo son la mentira ni las medias verdades.
* Mariela Nassif es ministra de Educación, Ciencia y Tecnología de Santiago del Estero. Juan Pablo Lichtamjer es ministro de Educación de Tucumán. Paulina Calderón es ministra de Educación de San Luis. María Cecilia Velázquez preside el Consejo Provincial de Educación Santa Cruz. María C. Garello es ministra de Educación de La Pampa. Marta Irazabal de Landó preside el Consejo General de Educación de Entre Ríos. Diego Romero es ministro de Educación de Tierra del Fuego. Ivonne Stella Maris Aquino es ministra de Cultura, Educación, Ciencia y Tecnología de Misiones. Felipe De Los Ríos es ministro de Educación de San Juan. Alberto M. Zorrilla es ministro de Cultura y Educación de Formosa.