El principio es la mitad del todo. Estas palabras de Aristóteles resumen con intuición la importancia de las medidas de política económica a partir de esta semana. El Banco Central deberá hacer algunos de los cambios más importantes para colaborar en la recuperación de la economía. El manejo conservador de la política monetaria estos años dejó resultados malísimos. Las iniciativas para promover la actividad y empleo tienen que ser la marca registrada de la nueva gestión de la autoridad monetaria.

La economía macrista probó a partir de 2016 una estrategia pésima para organizar el mercado interno. Limitó gran parte de las funciones de regulación del Banco Central y permitió una fuerte especulación entre los capitales financieros. El ingreso de deuda externa fue efectivo para evitar problemas en la primera parte del mandato, pero cuando se cerró la canilla del endeudamiento explotaron las tensiones.

El Banco Central deberá encarar el manejo de la política monetaria como un espejo invertido de lo que se hizo en los últimos años. La fuga de capitales es uno de los principales problemas para la economía argentina y regular el flujo de divisas que ingresa y sale de la economía es una prioridad para la recuperación del mercado interno. Los dólares para el atesoramiento y el turismo no deberían venderse al mismo precio ni en la misma cantidad que los que se requieren para importar insumos y bienes estratégicos para la economía.

En las últimas semanas –por necesidad y no por convicción- se implementó un esquema con controles cambiarios que es el punto de partida para la próxima gestión. La administración cambiaria revirtió el desajuste entre la cantidad de divisas ofertada y demanda en el mercado y permitió que el Central pueda volver a comprar dólares genuinos del superávit comercial. El esquema parece el más razonable en un momento en que la economía requiere recuperar una ruta de sustentabilidad de mediano y largo plazo.

En este punto puede mencionarse que la demanda potencial de dólares (compras en un escenario sin controles) sigue ubicándose por encima de la oferta potencial. Esto explica que el tipo de cambio financiero cotice por encima de los 70 pesos. Pero la brecha de cotización de casi 20 por ciento por ahora no parece un motivo de preocupación. La explicación es sencilla. Los salarios medidos en dólares se ubican muy por debajo de su promedio histórico. El tipo de cambio financiero tiene poco margen para continuar subiendo y transformarse en un valor de referencia para el tipo de cambio oficial.

El otro frente en que el Banco Central deberá dar un fuerte giro es en el rol de la emisión para asistir al Tesoro. En los últimos años hubo un alegato de la independencia de la autoridad monetaria respecto del Poder Ejecutivo y la necesidad de cortar todo tipo de emisión para cubrir gastos del Tesoro. Incluso el actual titular del organismo Guido Sandleris aprovechó su última conferencia de prensa la semana pasada para recomendarle a la próxima gestión prudencia fiscal y evitar imprimir peso para cubrir gastos.

El déficit fiscal y la expansión monetaria para cerrar las cuentas del sector público en forma persistente no resulta un modelo viable para una economía en desarrollo como la argentina. Pero en momentos de recesión económica y fuerte desgaste del bienestar social es evidente que reforzar la participación del Estado en la economía y aprovechar la capacidad de emitir del Banco Central son medidas para claves reiniciar un ciclo de crecimiento.

La literatura económica heterodoxa cuenta con más de un argumento para justificar estas medidas. El libro "Repensar la economía política: en busca del desarrollo con equidad" de Amit Bhaduri es una guía excelente para el lector interesado en entender por qué fracasaron las políticas neoliberales de estos años y qué se necesita para volver a crecer. El autor muestra que no todas las economías pueden crecer a partir de mejorar las ganancias de las empresas para estimular el proceso de inversión del sector privado. Esto es lo que se intentó a partir de 2016 en la Argentina y fue un rotundo fracaso. La contracara es mejorar el salario y el ingreso disponible de la población para reactivar el consumo y la producción.