Jair Bolsonaro y Mauricio Macri compartieron en Bento Gonçalves, al sur de Brasil, la última Cumbre del Mercosur signada por gobiernos neoliberales. El brasileño insistió con la necesidad de “modernizar” el bloque regional, que en su visión del mundo implica rebajar el arancel externo común para facilitar el ingreso de mercancías de terceros países, y destacó la importancia de no aceptar “retrocesos ideológicos”, un mensaje implícito para el presidente electo Alberto Fernández, quien al mismo tiempo presentaba como su “primer gesto con Brasil” la designación como embajador de Daniel Scioli. Macri, en la última actividad internacional de su mandato, no sólo resaltó "la responsabilidad" de la senadora Jeanine Áñez sino que llegó a desear que Fernández “oficialice la labor" que está llevando la golpista boliviana y a la que definió como "presidenta electa”.
La cuota de dignidad en la cumbre la aportó el gobierno saliente de Uruguay que a través de su canciller Rodolfo Nin Novoa pidió que se analice la suspensión de Bolivia como integrante del bloque por “el quiebre institucional” que representa la “ruptura del orden democrático” tras el golpe de Estado. Evo Morales, desde el exilio en México, saludó “la tradición democrática de Uruguay en su defensa de la institucionalidad”.
“No podemos perder más tiempo, necesitamos un Mercosur más eficiente, sin aceptar retrocesos ideológicos”, lanzó Bolsonaro. “Hay una apertura de Brasil al mundo. Tenemos que asegurar que los acuerdos de comercio del Mercosur con la Unión Europea y el EFTA (área de libre comercio conformado por Suiza, Noruega, Islandia y Liechtenstein) sean implementados con rapidez”, agregó el anfitrión, quien insistió en la necesidad de “reducir el arancel externo común y favorecer la apertura económica, que para nosotros es clave”.
Bom dia para Macri
Macri arrancó su discurso con un “bom dia” y de inmediato aclaró que “hasta aquí llega mi portugués”. Anunció como “una buena noticia” que “el 70 por ciento de los argentinos cree que el Mercosur es la vía para el desarrollo y las mejoras económicas”. “No hay que tener miedos, hay que seguir avanzando en la integración con el mundo”, planteó a cinco días del final de su mandato, y destacó la importancia de profundizar “la convergencia con los países de la Alianza del Pacífico”, el otro bloque regional que integran México, Chile, Colombia y Perú. "Hemos generado en estos años un espacio de entendimiento, de consolidación, de dinamismo para el Mercosur que no hay que abandonar", insistió Macri, quien también compartió su última cumbre con el presidente paraguayo Mario Abdo Benítez y con la vicepresidenta de Uruguay, Lucía Topolansky, en reemplazo de Tabaré Vázquez.
En el plano político, Macri dijo tener un “compromiso irrenunciable con la democracia, los derechos humanos y la libertad” y consideró que “en estos tiempos de convulsiones que se presentan en la región no debemos dar por sentado aquello que nos costó conseguir: democracia significa, siempre, más diálogo”. Aclaró que sigue “de cerca lo que está ocurriendo” en Bolivia, que su gobierno no reconoce como un golpe de Estado. “Las elecciones son la única manera de canalizar la voluntad del pueblo boliviano y los mecanismos previstos en su Constitución son los que van a permitir resolver esta situación”, agregó antes de elogiar a la autoproclamada presidenta Añez. “Valoro la respuesta y la responsabilidad que ha asumido la senadora Yánez como presidenta a cargo de Bolivia”, la rebautizó pese a que leía su discurso, y manifestó su deseo de que su sucesor “oficialice la labor que está llevando la presidenta electa” por nadie.
Sobre el estallido en Chile, que puso al desnudo el fracaso de las políticas de su amigo Sebastián Piñera, Macri dijo que “repudia la violencia” (sin hacer ninguna referencia a la brutal represión de los carabineros) y que respalda “la plenitud del ejercicio democrático con que se están encarando las demandas, promoviendo el diálogo entre las fuerzas políticas y sectores representativos”.
Macri abandonó la ambigüedad y los eufemismos para referirse a Venezuela. “Mi solidaridad con el pueblo venezolano ante las violaciones y los atropellos del dictador (Nicolás) Maduro, que siguen avanzando y ocasionándole severos problemas humanitarios, sanitarios”, dijo. En contraste con su indiferencia a las muertes y a violaciones masivas de derechos humanos en Bolivia, pidió que “sigamos batallando todos juntos para que lo antes posible se restablezca la democracia en nuestra querida Venezuela”.
La propuesta uruguaya
La delegación uruguaya que encabezó Topolansky, en las antípodas de sus pares, pidió formalmente que se aplique la cláusula democrática sobre Bolivia y que se analice la suspensión de ese país del Mercosur por haber quebrantado el orden institucional tras el golpe de Estado contra Morales. El planteo lo hizo el canciller Nin Novoa, quien afirmó que el bloque “debe exigir a las autoridades de facto bolivianas el pleno respeto por los derechos humanos, el control estricto del uso de la fuerza y el cese de la represión indiscriminada contra la población”. Bolivia no es miembro pleno del Mercosur y técnicamente se encuentra en “proceso de adhesión” desde 2015. Uruguay, al fundamentar el pedido, destacó que “el presidente constitucional” fue “obligado a renunciar a su cargo” y que el “quiebre institucional” representa “una ruptura del orden democrático en los términos establecidos en el artículo 3 del Protocolo de Ushuaia”, que fijó los requisitos para ser parte activa del bloque. La reacción de Evo desde su exilio en México fue inmediata. “Saludamos tradición diplomática de Uruguay en su defensa de la institucionalidad”, escribió en su cuenta de Twitter, y enmarcó su posición en la reacción de “la comunidad internacional (que) rechaza la ilegal proclamación del gobierno de facto”, a cuyos funcionarios acusó de haber “pisoteado la democracia”.