Arriesgada en lenguas, audaz en relaciones diplomáticas, aspirante a darle un rostro humano al frío gobierno de los CEO, la última Vicepresidenta de la Nación ha pensado no solo en el presente del pueblo argentino sino, como todos los de su grey, en el futuro. Hace pocos días, informaba este mismo diario, la Licenciada en Relaciones Internacionales Gabriela Michetti acaba de crear en la Honorable Cámara del Senado de la Nación la “Dirección General de Iniciativas de Futuro”. Bello título, extraído probablemente de sus libros de infancia, que ha de haberlos tenido en su casa familiar de pueblo de la provincia, donde la mañana Vicepresidenta soñaba e imaginaba porvenires, tan auténticos, loables, emocionantes y variados como los de cualquier niña de su medio, de su clase. Bello título, también, si no fuera que parece atacado, visto el contexto actual, a un libro de H. G. Wells. O de Lewis Carroll. Y buen momento, el presente argentino, para estos devaneos a futuro. Viniendo, especialmente, de gente como la Licenciada Michetti, quienes la rodearon, acompañaron, aplaudieron, ampararon y, en su momento, votaron.
La dependencia, agregaba la noticia, que nacería a pocas semanas o días de que la Vicepresidenta deje su cargo, pretende, algo extemporáneamente, “fortalecer el diálogo con los diversos actores de la sociedad”. Según informaron desde la Cámara alta, con dicha Dirección se buscaba “desarrollar mesas de diálogo y consensos en temas puntuales que requieren necesariamente una mirada de largo plazo, en las que senadores y representantes de los distintos sectores sociales, según cada tema, puedan acordar objetivos comunes en la visión de futuro”. Finalizaba, levemente irónica, la nota: “No se sabe qué puede pasar en la Argentina en las próximas horas, pero hay gente en el Senado que piensa a largo plazo”. Efectivamente, algo de oximoron tiene la novedad, ya que parece, como mínimo, paradójico que, cuando el tiempo que queda de acción es tan limitado, se hable, en un gobierno, de “visiones de futuro”. Aunque con los entusiastas jóvenes del PRO nunca se sabe...
La palabra, no está de más apreciarlo, ha sufrido poco desgaste. Con esta gente que, como la Licenciada Michetti, no maneja más que lugares comunes del lenguaje, y maltrata cuanta voz radiante de nuestra lengua llega a trajinar, “futuro” (seguramente hay bastantes otras) no ha podido todavía ser gastada, maliciada, mancillada. Y eso le juega a favor. De su estabilidad y su reconocimiento. A la palabra futuro, quiero decir. Es, aquella locución, un albergue pletórico de posibilidades. Que, aun en ciertas bocas, no se desmerece. Sigue dando una infinidad de perspectivas. Abiertas, inconmensurables casi. Futuro es tiempo que no se mide, no hay todavía estimación de ese tiempo como sí puede haberla del pasado y del presente, y tampoco de todo lo que habría de traer ese tiempo, para esta gente, y aun para nosotros, que puede ser dinero, que puede ser amor, que es siempre vida. ¿Eso querrá decir para Michetti? ¿O algo semejante a todo eso? ¿Es lo que ella y sus amigos han pensado para dejar en la historia? ¿O han pensado que abrían ellos en la historia del país? ¿Se tratará, ahora, de imponer el optimismo macrista obligatorio y retroactivo? ¿Ese que nos anunciaban en los festejos de Costa Salguero cada vez que ganaban, entre globos de colores y frases de escaparate?
Quienes prometían alegría y despreocupación para todos, solo las tuvieron para ellos, y eso estaba prolijamente calculado: una política de los ricos para los ricos, donde no importara el precio de la luz, del gas, del agua o del transporte, aunque sí el de la mano de obra y el del dólar. ¿Qué idea puede tener hoy de tal futuro Gabriela Michetti? ¿Qué puede representar tamaña palabra para ella? ¿Vida en familia? ¿Protección de hijos y nietos? ¿Un país en el que la gente viva sin hambre, con educación, con dignidad? ¿Es lo que ha asegurado o ha tratado de asegurar para los demás, desde el alto sitial que ocupara cuatro largos años? ¿Es lo que nos ha procurado? ¿Ha sido esa su preocupación, su ocupación?
O, algo más metafísico, quizás influida por los chicos del Cardenal Newman, que en un primer momento la ungieron y luego, cual es su costumbre, la abandonaron. ¿Algo como los Cuartetos del gran T. S. Eliot?: “Time present and time past / Are both perhaps present in time fiture. / And time future contained in time past” (“El tiempo presente y el tiempo pasado / tal vez en el tiempo futuro estén ambos presentes, / y el tiempo pasado contenga el futuro”). Instalados, nosotros, como estamos, en lo cotidiano y en la pelea concreta y diaria, suelen escapársenos ciertos valores de la institucionalidad republicana, que, nos gusten o no, han sido inscriptos en la Constitución. Michetti ocupaba, por pocos días más, el segundo lugar en el Poder Ejecutivo. Podía ser Presidente, como lo ha sido, en cualquier momento, en reemplazo por ausencias ocasionales del Presidente. También llegar a ser, dadas ciertas circunstancias, una reemplazante más estable, más orgánica. En ese caso hipotético ¿iba a estar en manos de ella nuestro presente de entonces, es decir nuestro futuro?
Tratemos de ver un poquito más allá: ya queda poco. ¿Está el futuro al alcance de cualquiera? ¿Todos estamos en condiciones, tenemos capacidad para hablar, para pensar el futuro? ¿Es una posibilidad de todos los seres humanos? Reflexionar sobre estas eméritas cuestiones, acaso sea una de las primeras tareas que Michetti tendría que confiarle a su pomposa Dirección, si es que alguna vez, en otros tiempos, en otros futuros, funciona. Con la advertencia de que no hagan exclusiones, y que hasta la propia Michetti debiera someterse al examen.
¿Un futuro de sensibilidad frente al dolor social? Con una sociedad como fue esta, dañada para siempre en sus hijos, en sus nietos, en sus padres desaparecidos, en sus abuelas desesperadas y en búsqueda constante. Qué dicen los amigos suyos, quienes se ríen de estos problemas, para quienes los organismos exageran, crearon “un curro”. Si para todos es triste el paso del tiempo, cuánto lo será para Gabriela. ¿Qué hará cuando despierte de este fugaz momento, en que ha tenido o rozado u orillado el poder, y compruebe que no le queda nada, sino algunos buenos, y otros muy malos recuerdos?
En cuanto a un futuro estrictamente personal, no parece ser muy promisorio. Se ha quedado bastante solita, políticamente hablando, y su eco en los votantes ha mermado mucho. Socios o simpatizantes o seguidores políticos no ha sabido crear, y su huella en las instituciones es poco valorada y algo invisible. De los cambios (ya que es una palabra clave de su movimiento político) que habría producido en la sociedad, no se tiene mayor constancia. Quizás si vuelve a Laprida, a repasar la lectura de sus libros de infancia que le hablaban del futuro, encuentre cierta conformidad.
Mario Goloboff es escritor y docente universitario.