Sudamérica nunca estuvo cerca. Siempre que se habla del circuito internacional de tenis se puede decir con asiduidad que los focos se posan de forma mayoritaria en otras regiones. Las paradas más importantes y el poderío económico están en el Viejo Continente y, en menor medida, en los Estados Unidos. Por estas latitudes todo suele resultar más difícil.
Existe un torneo que persiste frente a los contratiempos y pelea año tras año con menos herramientas y recursos cada vez más dispares. Ninguna de esas razones, sin embargo, impide que todas las temporadas el Argentina Open pueda emerger como una cita infaltable en el calendario.
Acaso sea por el histórico aroma que destila, por su tradición o por los jugadores que vienen a jugarlo, pero el ícono de la gira sudamericana de polvo de ladrillo siempre se convierte en una atracción tanto para jugadores como para espectadores.
El torneo más valioso del país se disputa desde 1893, apenas unos años después del nacimiento de Wimbledon, Roland Garros y el US Open. Si bien la historia del certamen es tan rica como extensa, en la era moderna se juega de forma ininterrumpida desde 2001 en las canchas lentas del Buenos Aires Lawn Tennis Club de Palermo. La próxima edición, que será del 10 al 16 de febrero de 2020, tendrá un gusto especial por el vigésimo aniversario.
"Cuando empezamos en 2001 soñábamos con estar muchos años pero nunca imaginamos que fueran tantos. No nos damos cuenta de lo que es hacer un torneo durante 20 años", expresó Martín Jaite, el director del certamen que tendrá lugar inmediatamente después del Córdoba Open, el segundo evento ATP que se juega desde este año en territorio argentino.
El Argentina Open, un certamen de categoría 250 con esencia de 500 por la calidad de jugadores, compite en la misma semana con el 500 de Rotterdam y el 250 de Nueva York, dos torneos sobre superficie dura con mejor presupuesto, ubicación y cercanía respecto de las giras importantes. No obstante, todos los años presenta un cuadro de calibre digno de cualquier otro acontecimiento de mayor envergadura.
"Para mí es un ATP 500 desde todo punto de vista. Nosotros no podemos pelear contra Europa, dado que el poderío económico es mayor y a los jugadores les queda más cerca jugar allí porque las distancias son más cortas. Pero hay tanta historia en este torneo que a todos les gusta venir", analizó el uruguayo Martín Hughes, uno de los socios de la empresa Tennium, dueña mayoritaria del torneo desde fines de 2017.
Para el festejo de los 20 años, en efecto, habrá varios jugadores relevantes: el austríaco Dominic Thiem, número cuatro del mundo y campeón del torneo en 2016 y 2018; el italiano Matteo Berrettini, octavo del ranking; y los dos argentinos con mejor ubicación en la clasificación mundial, Diego Schwartzman (14°) y Guido Pella (25°). "Acá me fue cada vez un poco mejor. Este año hice final y fue muy importante, aunque no pude competir como me hubiese gustado. Espero que el año que viene sea todavía mejor porque jugar en casa no es algo que nos pase todos los días", manifestó el Peque, que cayó en la última definición ante el italiano Marco Cecchinato.
Además del lote principal seguro se sumarán otros como Leonardo Mayer, Federico Delbonis y Juan Ignacio Londero. El croata Borna Coric, confirmado la semana siguiente en el ATP 500 de Río, surgía como una posibilidad, aunque las autoridades del torneo negaron haber iniciado contacto. “Siempre tenemos comunicación permanente con los jugadores. Hay buen nivel de tenis. Sería bueno tener a Nadal, Federer o Djokovic, pero es difícil apuntar a ese nivel por la incertidumbre que hay en Argentina con la devaluación. Todo es en dólares y nosotros no podemos vender en dólares. Aunque siempre puede haber una sorpresa", disparó Hughes.
Más allá de los impedimentos, los escollos y los vaivenes económicos, el Argentina Open es un gigante inamovible que goza de buena salud. Y Jaite, que lo sabe mejor que nadie, tiene un deseo especial: "Queremos festejar los 20 años como se merece la historia del torneo".