La prisión como escenario propicio para la transformación del deseo. Con esa contundente hipótesis encaró Cecilia Montagut su película Cárceles bolleras, un documental que visibiliza la realidad de las mujeres tras las rejas y cómo, en un contexto atravesado por la desigualdad de género, el deseo lésbico se convierte en una forma de resistencia. Tras un importante recorrido por festivales de cine feministas, LGTBIQ y de derechos humanos, este domingo se verá por primera vez en la Argentina en el marco del festival Asterisco. Será un reencuentro de la directora con su país natal (ya hace casi tres décadas que reside en España), pero también una función resonante puesto que varios de los relatos que narra la película sucedieron aquí. La función será a las 16 en el Museo Malba, en Av. Figueroa Alcorta 3415.
La idea de hacer un documental sobre las relaciones lésbicas en prisión ya daba vueltas en la cabeza de Montagut desde que encaró, junto con la investigadora Raquel Osborne, un proyecto de investigación sobre las mujeres presas políticas durante el franquismo. El germen tomó forma, y la dupla fue sumando lecturas, inspiraciones y socias. Primero fue la investigadora Estibaliz de Miguel, que hacía poco tiempo había publicado el libro Relaciones amorosas de las mujeres encarceladas. Luego Marta Dillon, activista y periodista de este diario, a partir de su trabajo sobre las mujeres de la cárcel de Ezeiza, plasmado en el libro Corazones cautivos.
“Entre todo ese material decidimos ver qué pasaba con la sexualidad y las relaciones. Me fascinaba ver cómo en un ámbito súper patriarcal donde el género te atraviesa, buscas la manera de resistir diciendo ´me voy a enrollar con otra tía´”, cuenta a este diario la directora, que inscribe al film en los discursos abolicionistas respecto a la institución penitenciaria. La misma que le prohibió filmar dentro de las cárceles, obligándola a apelar a la astucia y la riqueza de archivo para recrear afuera lo que ocurre adentro.
--¿Qué denominadores comunes encontró en los testimonios de las presas con las que habló?
--Encontré que muchas tienen posibilidades de estar con hombres y eligen estar con mujeres, no por necesidad afectiva sino como estrategia de conocimiento. La mayoría ha sido criada como cuidadora de sus padres, sus maridos, sus hijos y bajo el entendimiento de que otra mujer es una rival. Adentro de la cárcel pasan por otro proceso, se dan la posibilidad de conocerse, de ver cómo toca otra mujer, de sentirse la piel. Y en ese camino encuentran relaciones placenteras, satisfactorias, que pueden romper un poco con la represión del entorno. Lejos de la mirada del resto se permiten hacer cosas que antes no. Y en ese camino se les ocurre que pueden hacer cosas con personas de su mismo sexo, cuando antes no lo habían pensado.
--¿Y con los varones que están en prisión eso no pasa?
--Ellos también tiienen relaciones homoeróticas pero las esconden porque tienen que ser viriles y machotes. Afuera de la cárcel las mujeres son las que están más adentro del closet. Pero adentro los reprimidos son ellos y las libres ellas.
--¿Las mujeres con las que habló son conscientes de eso o es una lectura que imprime usted?
--Viven el deseo como gesto de resistencia. Una mujer cuenta que se masturbaba casi todos los días porque era lo único que no podían contrarle. Le digitaban lo que comía, lo que dormía. Su único espacio de libertad en esa vida gris era el deseo.
--Su investigación es sobre la cárcel, pero ¿no cree que es posible hacer un paralelismo entre eso que ocurre en un contexto de encierro y la avanzada de gobiernos de derecha, conservadores y opresivos?
--Si, absolutamente. Como decían las propias ex presas, la prisión es un reflejo de la sociedad que está afuera, pero a lo bestia. Todo lo que sucede afuera se está reproduciendo magníficamente adentro. Durante el primer franquismo las mujeres no podían tener ningún tipo de sexualidad vinculada al deseo, ni normativa ni no normativa, porque sólo era para tener hijos y reproducirse, y así y todo había relaciones entre mujeres en las cárceles. Por eso también resuena la película, porque hoy en España la situación está muy preocupante, lo mismo que en América Latina.