Fue patético el jueves el esfuerzo de Mauricio Macri para disipar en una nube de falsedades el 41 por ciento de pobreza que deja, el ahínco para hacer que la clase media olvide la calidad de vida que perdió, para que nadie repare en la manipulación de jueces y fiscales para perseguir a opositores, o la persecución y encarcelamiento de dueños de medios críticos. El país que deja este personaje es lamentable y representa el fracaso de una elite empresaria que se autoproclamó “el mejor equipo de los últimos 50 años”. Habló de transparencia y corrupción el presidente al que investigadores alemanes le descubrieron más de 40 cuentas offshore de las que se utilizan para lavar o evadir, el mismo que trató de hacer desaparecer las deudas multimillonarias de sus empresas con el Estado y que está acusado de haber realizado negociados con sus aerolíneas, autopistas y empresas de energía.
El estilo de Macri ha sido acusar a sus adversarios de cometer las cosas que en realidad hace él. Por ejemplo, un gran lavador al que se le descubren cuentas offshore pondría en el organismo encargado de perseguir el lavado y la evasión, a abogados que hayan defendido a evasores. Oh, casualidad, Macri puso al frente de la UIF a dos abogados del banco HSBC, al que la justicia francesa le descubrió, entre otras, cuatro mil cuentas no declaradas de argentinos en su filial de Suiza. Es la República macrista S.A.
Hizo siempre lo contrario de lo que dijo. Habló de independencia de la Justicia y tuvo una mesa judicial para apretar y manipular jueces y fiscales. Habló de inserción en el mundo y lo que hizo fue que el mundo se insertara en el país y destruyera la economía al levantar las barreras a la importación. El caradura dijo que mejoró la educación, cuando bajó más del 30 por ciento el presupuesto, no construyó escuelas y dejó a las que había con goteras, grietas en las paredes, sin calefacción ni electricidad, techos que se derrumban, garrafas que explotan, además de suspender la distribución de computadoras entre los chicos. Y mostró unos numeritos que dicen que los pibes aumentaron diez puntos la comprensión de textos.
Mostrar esos numeritos fue un acto de crueldad cuando la mayoría de los chicos que van a la escuela están bajo la línea de pobreza o sufren hambre. 68%, 74, menos 82 o lo que sea, la matemática de Macri es puro invento si los chicos tienen hambre. Fue una bajeza.
Macri reivindicó que ahora exportan energía. Porque esa energía ya no se utiliza en el país que deja Macri con una industria raquítica que funciona en muchos casos con menos del 50 por ciento de su capacidad instalada. Sobra energía porque la industria consume menos. Una familia de cuatro que vive con lo justo tendrá de sobra si se mueren dos.
Y los medios y periodistas oficialistas que se indignan por el dedo levantado de Alberto Fernández en el debate o por el enojo de Cristina Kirchner durante su defensa legal, se cuidaron bien de callar cada uno de estos actos esquizofrénicos donde se decía una cosa y se hacía lo contrario y donde el que cometía perradas era el que acusaba a los demás de hacerlas. Defensores de la República trabajando con los servicios de inteligencia para avasallar a la justicia, luchadores contra la corrupción haciendo negociados, liberales reprimiendo en nombre de la libertad.
Resaltar como un acto monumental de la obra pública 700 kilómetros de caminos en cuatro años es una obra maestra del terror. No hizo escuelas, ni hospitales, no hizo casi infraestructura y destruyó la industria, pero batió récords para tomar deuda y dejar al país enajenado por varias generaciones. Ni una palabra para explicar adónde fueron los 150 mil millones de dólares que tomó prestados
Es una ecuación que no cierra aunque le metan maquillaje mediático. Macri convocó a su acto de despedida de hoy solamente basado en el miedo y el odio a un enemigo creado en forma virtual, que es el kirchnerismo o el peronismo. Ni una sola palabra de su cadena nacional del jueves resiste el mínimo análisis. Es imposible convocar por el contenido plano de ese discurso si no fuera la mascarada que oculta ese odio construido laboriosa y científicamente.
En la reunión del Mercosur de esta semana, Macri y Bolsonaro trataron de marcarle la cancha a Alberto Fernández. El presidente que va de salida leyó y dijo que seguía con atención los esfuerzos de la “presidenta electa” “Yáñez” en Bolivia y le pidió al futuro presidente que la reconozca. Dijo “Yáñez”, pero la presidenta se llama Añez y no fue electa sino que fue puesta por un golpe policial y militar. Ni siquiera se tomó el trabajo de decir bien su nombre, porque el esquema ideológico del conservador liberal blanco de Argentina desprecia lo que sea boliviano o latinoamericano.
Lo que quería ser un acto de reivindicación ideológica del golpismo de Bolivia, involuntariamente tomó la forma de un acto de desprecio. Porque los golpistas bolivianos son para el conservador argentino, lo que los indígenas son para los golpistas. La discriminación es una cadena sinfin. Los golpistas discriminan y son discriminados.
Jair Bolsonaro aprovechó para advertir al presidente electo de Argentina sobre cualquier reconfiguración “ideológica” del Mercosur. “No lo admitiremos”, dijo el mandatario ultraderechista de Brasil, que después se preocupa de mandar sigilosos emisarios porque la economía brasileña en crisis tampoco se puede dar el lujo de espantar al socio argentino.
No está en la intención de Alberto Fernández buscar una configuración ideológica del Mercosur, pero fue uno de los artífices del rescate de Evo Morales para su exilio en México. Y ya dijo que no invitará a la ceremonia de asunción a Jeanine Añez.
Así como las dictaduras latinoamericanas de los '70 se pueden visualizar como un bloque bastante homogéneo, Néstor y Cristina Kirchner coincidieron con los gobiernos latinoamericanos populares de Pepe Mujica, Evo Morales, Fernando Lugo, Rafael Correa y Hugo Chávez. Cada uno con su modalidad expresó la sincronía de un momento político de América Latina y el Caribe.
Macri se va en un contexto donde el bloque latinoamericano histórico que representa está conformado por Jair Bolsonaro en Brasil, Jeanine Añez en Bolivia, Sebastián Piñera en Chile, Iván Duque en Colombia y el ubicuo Lenin Moreno en Ecuador. Son todos gobiernos neoliberales ultraconservadores, algunos con rasgos fascistas.
Macri fue eyectado tras sus primeros cuatro años de gobierno cuando quiso reelegir y sufrió una derrota en primera vuelta por ocho puntos de diferencia.
Los demás soportan rebeliones populares masivas que han puesto a la mayoría de ellos en situación de retirada. Ese será el bloque que compartirán en la historia Macri y sus socios radicales: referentes golpistas, racistas y machistas, paramilitaristas como Bolsonaro y Duque u oportunistas como el ecuatoriano.
Macri se reivindica como el rey de la tolerancia. Pero calificó de traidores a los diputados que salieron de Juntos para el Cambio para hacer un bloque aparte. Recuperó esa palabra de los peores momentos de la historia política del país. Es una expresión que no tiene retorno, que se aplica cuando el enfrentamiento es insanable y por cualquier medio. Es una palabra que desde los '70 se ha tratado de evitar.
En el peronismo hubo una tradición alrededor de esa palabra. Implicaba que se había traspasado un límite y lo que eso pudiera significar en la dinámica violenta de aquellos años en los que el peronismo trataba de sobrevivir entre proscripciones, exilios, cárceles y represiones. Cambió el contexto y ya con los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner esa palabra quedó en desuso. Las diferencias entre grupos y dirigentes, por más incómodas o deshonrosas que pudieran ser, lograron encontrar otra lógica.
La elección de esa expresión no es casual. El macrismo se esforzó por quemar desde el principio cualquier puente de diálogo o regla de juego en común. Fue una estrategia rancia de autoritarismo que hizo imposible la convivencia democrática con la primera fuerza de oposición. Ese autoritarismo ha sido siempre el rasgo característico de la alianza Cambiemos. Macri dice ahora que realizará una oposición democrática. La experiencia indica que, como hizo siempre, hará todo lo contrario de lo que dice.