“Hay que cuidar a los docentes”, “Baradel no necesita que nadie lo cuide”. Las dos afirmaciones salieron de boca del presidente Mauricio Macri ante la Asamblea Legislativa. La segunda fue coronada por una sonrisa socarrona, canchera. El ex titular de Boca sintió que había convertido un golazo. Parecía regodearse en la contundencia física del secretario general del Suteba, Roberto “Roby” Baradel, y así banalizar su amenaza. La claque respondió a la supuesta ocurrencia fuera de libreto.
Macri que al igual que su troupe de Cambiemos hace un culto de invocar a todos por su nombre de pila se refirió al dirigente sindical por su apellido. El patrón mantuvo la distancia. Años de couching le permitieron no apelar al “Retirate” con el que se había alejado de la nena que usó para lanzar su primera campaña electoral en una villa de emergencia porteña.
La familia de Baradel está desde hace semanas con custodia por orden judicial. El Poder Ejecutivo actúa como auxiliar de Justicia, está llamado a cumplir la orden de un juez a través del Ministerio de Seguridad. Con su desdén el jefe del Ejecutivo transformó la protección en riesgo.
“Pensá bien si querés recordar esta etapa de tu vida como la vez que cambiaste la vida de un hijo por una paritaria, aún estás a tiempo” fue la renovada intimidación que recibió el titular de Suteba apenas terminó de hablar Macri. El garante de la protección de todos los ciudadanos mutó en el habilitador de la violencia.
La operación para desacreditar al gremialista estaba en marcha y se consumaría horas después en los estudios de TN. El silogismo de cuidar a los maestros y no a Baradel sólo cierra si Baradel no lo es.
–¿La gente pregunta si es docente? –inquirió con impostada candidez el periodista.
Baradel explicó en detalle su paso como preceptor, su grado en Formación Docente y su diploma en Derecho pero se puso de pié, molesto por la sospecha que estaban instalando. Rompió con la regla de sumisión a las buenas costumbres de la tele y el gesto lo convirtió, de inmediato, en “furioso” para los zócalos y titulares de la prensa dominante. Un mes antes un editorial de La Nación –“La educación, en jaque”– lo había definido como un “agitador”.
¿Si mentía sobre su formación cómo no iba a mentir sobre las amenazas que venía sufriendo? El escriba presidencial Alejandro Rozitchner sinceró la jugada en diálogo con Milenium: “Sospecho mucho de esas amenazas. Conociendo el paño del grupo al que pertenece, tiene una capacidad de mentir tan grande, que me permito sospechar”.
La táctica no es nueva: se trata de demonizar, descalificar, sembrar sospechas sobre todo aquel que reclama por sus derechos dentro del estado de derecho. Baradel es el titular de uno de cinco sindicatos integrantes del Frente Gremial Bonaerense que pugna por la convocatoria a la paritaria nacional. La diversidad ideológica de ese frente es una prueba de que la coincidencia en el plan de lucha no responde a cuestiones partidarias, sí políticas.
La paritaria nacional para fijar un piso salarial unificado y discutir condiciones laborales y pedagógicas es un reclamo histórico que se concretó en febrero del 2006 con la promulgación de la Ley de Financiamiento Educativo. La educación de calidad para tod@s es una frase vacía sino se garantizan condiciones salariales, pedagógicas y laborales semejantes en todo el país. Hasta principios del año pasado, el ministro de Educación de la Nación, Esteban Bullrich, reivindicaba el instrumento para avanzar en el diálogo. Durante el transcurso del año fue anticipando sus reparos y ya asumido como gerente de recursos humanos desconoció ayer la convocatoria a paritaria porque la Nación no tiene docentes.
En el contexto de resignificación de las palabras de Cambiemos, el Presidente postuló “Una revolución educativa en todo el país”. En un país desmembrado, donde el Ministerio de Educación no convoca al diálogo a los integrantes de la comunidad educativa ¿cómo se construye el “todo”? ¿Qué querrá decir “revolución” para Cambiemos? Ojalá no sufra la misma tergiversación que “cuidar”.