6 de julio

Al pedo me hice ilusiones: al mediodía pasan los del 10, el pibe y la piba, refunfuñando como de costumbre.

Salgo a sacar la basura y casi, casi, me la cruzo a la del 10, que sale de su casa con dos chicas de cabello negro a quienes yo desconocía, pero que me parece haber oído alguna mañana o visto en sueños. Aprovecho un resto de tibieza en el pasillo que recibió sol directo del mediodía hasta hace minutos y me quedo barriendo hojas en mi tramo del espacio común, así de paso las junto para el compost. Salgo a recibir a una amiga que viene de visita y justo, justito, está por entrar el del 10 con su belicoso hijito. La ven entrar a mi amiga conmigo y me alegro de que no me vean sola. Lo que no sé si está tan bueno es que me hayan visto apurarme y lo interpreten como un signo de miedo. Cierro la puerta justo a tiempo y los oigo pasar. Van en silencio. Al parecer, la presencia de la visita les infunde algo de respeto.

Anoche, mientras cenaba, oí una riña de perros y gatos en el pasillo. Miré hacia mi dormitorio y vi que mi Colo estaba bien resguardado entre las frazadas. Pensé enseguida con temor en Cabecita, alias La Tota. Salí al pasillo común llamándola y la vi maullar desesperada del otro lado de la reja: como resultado de la trifulca, en la que también habían intervenido humanos, había quedado atrapada. Ni vi quién le abrió la reja. La llamé y volvió a casa, con los pelos de la cola gris todos erizados. Nos fuimos a dormir los tres y no va que a eso de las dos de la mañana pasa, en su camino de ingreso desde la calle, el del 10 burlándose a los gritos de cómo llamo a mis gatos. Va con alguien que le festeja riendo malignamente la "gracia". También puede haber estado burlándose de la vecina piola de enfrente, que se tomó un año de descanso de este lugar, aún no ha vuelto y también tiene una gata. Supuse lo segundo al no sentir el clásico dolor agudo de estómago tipo piña que me sirve de señal de alerta. Me desvelé, y una o dos horas más tarde lo oigo de nuevo. Esta vez sale hacia la calle. Tararea el primer compás de la cortina musical de la serie Los Locos Addams y su acompañante le chista, como llamándolo a silencio. Desvelo total. Bronca. Y vuelve a pasar por el pasillo, entrando, solo, muy callado. Siempre va callado cuando va solo. Hoy de mañana un amigo hizo un exorcismo casero de la reja de hierro y de la zona del pasillo que queda frente a mi puerta. Confío en que algo haya logrado mejorar.

Termino de escribir el párrafo anterior y pasa el del 12 con alguien, saliendo. Van criticándome el color del pelo. O al menos eso parece, por lo que alcanzo a escuchar desde casa. También puede ser que estén refiriéndose a la mujer de la planta baja de enfrente. El murmullo sigue un trecho largo.

¿Qué suena en mis oídos mientras trabajo? “Soltar y sentirse libre”, se llama la pieza. Mientras estoy quieta escribiendo puedo sostener un par de auriculares y meterme en una burbuja. Por lo demás la realidad no se puede borrar por completo ni creo que deba hacerse ese total borramiento, tan parecido al “...no sabíamos...”. Con mi amigo el exorcista de domingo, a quien le estoy muy agradecida, nos preguntamos por el significado de los acontecimientos. Hay otros sonidos, disonantes, pero que es preciso auscultar. Hay tanto en este mundo que no sabemos, hay hechos cuyo sentido último no atinamos a explicar. Una cosa es la paz y otra el estupor. Por algo lo que suena por azar en una vida suena ahí. Aunque lo queramos definir como “el mal”, algo quiere decirnos.

Tal como lo sospechaba por la conducta del del 10, hoy empieza el cuarto creciente.

La piba de la planta baja de enfrente está desde hoy déle gritar: “loca, loca…”. Le grita a la madre. Le grita porque hoy empieza el cuarto creciente.

Y G. resultó saber mucho de espíritus.

Menos mal que la justicia es lenta. Resultó que los gritos de la madrugada del cuarto creciente NO eran del vecino del 10. ¡Y ya me parecía! Alguien tan culto como para conocer y entonar correctamente la cortina musical de Los Locos Addams, así lo haga a las 4 de la mañana, no puede ser tan bruto como para tenerle miedo a mi lindo gatito y encajar una reja de hierro que corta toda la energía para protegerse de él. Es otra voz, más juvenil, más firme. Hoy a las 12 del mediodía la reconocí cuando pasaron dos personas y una de ellas, una mujer, deteniéndose ante mi puerta bañada en agua bendita por el fabuloso exorcista de domingo, susurró con esa timidez y mansedumbre típicas de las novias o esposas aplastadas, algo así como: “¡Mirá las plantas!”. Ante lo cual el tipo que iba con ella empezó a gritarle cosas ininteligibles y remató la tirada con un insulto entre dientes, semejante a un escupitajo. Y era esa misma voz. La pude individualizar.

No es el del 10.

 

En cuanto a qué tiene que ver la luna: mucho.