Francisco Longa es autor de Historia del Movimiento Evita, una investigación que aborda la experiencia de la organización social que, define, "entró al Estado sin abandonar la calle". Politólogo y doctor en Ciencias Sociales, Longa suma a su perfil académico la militancia, ya que integra el Frente Popular Darío Santillán. Su mirada tiene el tamiz de diez años de trabajo en el territorio, cinco de los que vivió en un barrio popular.
--Los movimientos sociales nacieron de la crisis de finales de los '90. ¿Por qué siguen existiendo?
--Hay varias maneras de responderlo. En primer lugar hay una explicación estructural, económica, del mercado de empleo en una mirada larga de los últimos veinte o treinta años. Es evidente que la economía argentina no está en condiciones de absorber a una porción de la población. Hablamos de la economía formal, de ese trabajador en blanco arquetípico de una economía de pleno empleo. Esto es algo que atraviesa distintos gobiernos, por supuesto con diferencias, porque no es igual la capacidad de generar empleo de una economía en expansión que la de una en retracción. Pero yendo a la pregunta, es cierto que para muchos, los movimientos sociales eran una imagen pasajera, que explicaba la crisis de 2001. Con la recomposición institucional de los gobiernos kirchneristas se mejoraron los índices económicos y de empleo, pero evidentemente incluso con un crecimiento a tasas chinas y con una disminución de la pobreza, cuando llegamos al final del ciclo kirchnerista aún así quedaban un montón de personas que no habían podido ser incluidas en el empleo formal, ni privado ni estatal. Los movimientos populares siguen existiendo porque son el canal de organización de esas personas, a las que la economía formal no puede integrar. Aunque ambién hay una explicación que tiene más que ver con lo socio histórico.
-¿Cuál es?
-Que los movimientos expresan la voluntad de participar de un sector que se siente más contenido, mejor expresado, más vital participando en un movimiento popular que un partido político tradicional. Hay una camada militante, bases militantes, dirigentes que son parte de las organizaciones sociales que no solamente están ahí por necesidad, sino porque creen en un proyecto y encuentran en los movimientos un lugar donde canalizar esa participación, ese activismo.
-En Historia del Movimiento Evita, usted cuenta que la integración a los gobiernos kirchneristas no supuso para la organización el acceso a tantos recursos como se suponía.
- Si lo señalo es porque sentí la necesidad de que un estudio empírico y riguroso pusiera en blanco sobre negro algo que se debatió muchísimo. Durante los años kirchneristas, tanto académicos como periodistas y militantes discutieron extensamente si las organizaciones sociales que ingresaban al gobierno se estaban llenando de recursos, si estaban engrosando las arcas de sus organizaciones. Hubo una estigmatización muy grande, sobre todo de la prensa más conservadora, que veía con malos ojos que las organizaciones gestionaran recursos o pasaran al Estado. Su caballito de batalla fue la cantidad de recursos que supuestamente las organizaciones manejaban. La verdad, al menos en relación con lo que yo investigué, que es el Movimiento Evita, es que esa afirmación es relativa y bastante falaz. Las organizaciones sociales durante el kirchnerismo no accedieron a enormes cantidades de recursos económicos ni políticos, ni a los recursos más suculentos, ni a los más decisivos. Es decir, no hubo ministros provenientes de los movimientos sociales. Sí hubo algún secretario de Estado, gestionaron alguna secretaría, alguna subsecretaría; esto, por supuesto, implica manejar recursos políticos, simbólicos e institucionales, también presupuesto. Pero cuando se observa qué sucedió, lo concreto es que no estuvo a cargo de grandes presupuestos, no manejó grandes recursos. Y cuando accedió a recursos ese manejo estuvo mediado por conflictos e internas. La gestión de recursos y espacios de poder por parte de los movimientos es mucho menos ampulosa o grandilocuente u onerosa de lo que se supuso.
--¿Qué otro prejuicio observó?
--La mayoría de los trabajadores que cobran una asignación estatal a cambio de su trabajo lo hacen de manera individual, voluntaria, están bancarizados, tienen su tarjeta y la relación es directa con el Estado. No hay una mediación de alguien que agarra una plata y se la reparte a las bases. Otro tema es que poner tanto el eje en la cuestión económica impide mirar muchas de las cosas que le ocurren a una organización cuando entra al Estado. Por ejemplo, el aprendizaje de lo que significa llevar adelante una política pública, el observar las dificultades que hay, las diferencias entre planificar una política y llevarla adelante en el territorio, entre planificar en una oficina e implementar en una barriada. Todo ese fue un aprendizaje que las organizaciones no habían tenido cuando realizaban su activismo sólo en el campo de la sociedad.
--¿Cómo se reagruparon los movimientos después de 2015?
--La presidencia de Macri generó un reacomodamiento muy significativo, porque organizaciones que antes habían estado de alguna manera en veredas opuestas terminaron confluyendo. Por poner dos casos, el Movimiento Evita, que había sido un paladín de las politicas kirchneristas, y el Frente Popular Darío Santillán, que había sido opositor, volvieron a encontrarse en la calle. Esto es un mérito de Cambiemos. Los movimientos encontraron además algunos vectores de unificación, como la lucha por la ley de emergencia social. Algunas agrupaciones, también creadas en aquellos años, con despliegue territorial pero no tan grandes, como el Frente Milagro Sala, no se plegaron, porque veían a la ley de emergencia social como un retroceso. Pero la gran mayoría se incorporó a esa lucha y se sumó al triunvirato piquetero. Tuvieron una unidad muy homogénea en lo social, aunque con muchos matices políticos internos.
--En los actos hay oradores que suben al escenario la imagen de la virgen de Luján, y al mismo tiempo referentas que suben con el pañuelo verde y defienden el derecho al aborto.
--Lo interesante es que pudieron apuntalar la unidad manteniendo a la vista estas diferencias.
--¿Qué supone gremializar a los trabajadores de la economía popular?
--Creo que puede marcar una diferencia. Ya hubo un hito muy importante, que modificó la historia de este sector, la creación de la CTEP que se inició en 2011 y fue tomando volumen en los años siguientes.
-¿Por qué considera que fue un hito?
-Porque creó el concepto de economía popular. Hay que poner ese concepto en valor porque la idea de economía popular proviene de los movimientos. No fuimos los académicos los que les pusimos una etiqueta, sino que fueron las organizaciones las que le dieron nombre a su experiencia, con un concepto muy potente. Fue un hito porque modificó la carta de navegación, porque sus integrantes comenzaron a reconocerse dentro de una economía paralela, empezaron a elaborar las relaciones que debería tener esta economía popular con la economía formal. Fue un gran avance en términos de innovación. Pensemos que ahora se proponen sindicalizarse. Es un sector de la población que comenzó luchando por planes sociales, extremadamente atomizado, que pasó el ciclo kirchnerista con internas, con grupos divididos, porque Barrios de Pie era opositor, el Frente Darío Santillán y la CCC también, el Movimiento Evita era oficialista. Que hoy estén todos juntos priorizando la unidad del reclamo reivindicativo para sus bases sociales, lo que representa 500 mil mujeres y varones, no es nada despreciable... sería el segundo sindicato en cantidad de afiliados a nivel nacional. Es un cambio significativo.
--¿Qué implica que se integren a la CGT?
--Por ahora, una gran incógnita. Hay un nuevo gobierno, hay reacomodamientos. Es dificil hacer futurología, porque no sabemos qué CGT vamos a tener. Uno puede manejar qué hacen los otros, pero al interior de lo que será la Utep veo una enorme convicción en este proceso. Otro elemento será ver cómo juegan los diputados, legisladores provinciales, nacionales y concejales salidos del mundo de la economía popular. Son dos novedades de 2020, que nunca tuvimos.