Desde Mendoza

La patria es el otro. Y la patria tira, también. Minino Garay, que es un argentino completo, hace tres cuartos de siglo vive en Francia, pero le pasan exactamente las dos cosas. Le tira la patria, porque siempre está volviendo. Y piensa en el otro, porque el fin último del Divino Festival, que ya va por su tercera edición, es que a varios músicos de acá le pase lo que a él. “Buscamos que cada artista de allá se sensibilice con uno de acá, y después tenga ganas de volver, o de llevar a ese artista a Francia”, dice él y actúa en consecuencia. La primera fecha formal es en la Alianza Francesa de Mendoza. En un teatro llamado “De las sillas”, pero la intención de fundirse en alteridades enriquecedoras empieza antes.

Empieza en un hermoso caserón antiguo de Chacras de Coria, donde el anfitrión, un  músico generoso llamado Gonzalo de Borbón, habilita galería y parrilla para un asado seguido de jam. Allí van, tras un maratónico ensayo, los músicos galos para mezclarse con los argentinos. En un rincón comen Jonathan Grande, bajista; Manu Codja, violero; Manu Guerrero, pianista; Samy Thièbault, saxo tenor; y Magic Malik, tremendo flautista, del que Garay y Jaime Torres se sirvieron para grabar Altiplano. En el otro, Oscar Giunta, amigos de Borbón y el mismo Minino. Cenan dispersos, pero a la hora de zapar –obvio-- se juntan. Es la medianoche, refresca bastante y el cielo cuyano, de estrellado nomás, sobrevuela inspiraciones.

La de un joven bandoneonista local llamado Fabrizio Colombo, por caso. El pibe inicia la sobremesa sonora con una nítida versión de “Mano blanca”. Y al toque se le va sumando el resto. Eugenia Moreno, también cuyana, coloca su traversa al servicio de “Campanita”, fino tema de un mártir musical (murió en un accidente automovilístico) de quien se hablan maravillas: Eduardo Pinto. Luego se amucha Malik y alucina a partir de una improvisación bien mestiza. Sin fronteras ni color. “Magia pura”, se le escucha decir al dueño de casa. Tras ella no tardan en sumarse Minino, sacando todo el jugo posible a un humilde set de pandeiros; Giunta, a cuchillo y tenedor contra botellas y mantel, y otro guitarrista local (Diego Hubbe), que ubica en centro una bella tonada suya llamada “Tonada del abrazo”.

Hay veces que lo mejor pasa a la sombra de las luces. A un margen de la escena. En un rincón alejado. Podría haber sido éste el caso, pero no. La zapada casera funciona como previa del show formal. El que va “en serio”. En un anticipo de lo que pasaba en San Rafael, pasará este lunes, con Jairo y Hernán Jacinto, en Thelonious (Nicaragua 5549), y la del jueves 12, con Alex Pandev y Franco Luciani en Al escenario (Lamadrid 1001), la alteridad musical explota desde la base. Minino y Giunta, percusión y batería, ofrecen el groove milimétrico, preciso, para que los demás se luzcan encima. Galopen sobre un plafón sonoro y multiétnico que, a partir del jazz, sumerge sentidos en un amplio marco de géneros, texturas y colores.

Primera secuencia. Thièbault, saxo tenor, muestra un impecable manejo de tiempos y oxígenos en algo que parece empezar como un malambo, pero termina más cerca del festejo peruano. El piano de Guerrero, francoperuano él, y el swing del tándem Minino-Giunta transforman al tema en un infierno. Segunda secuencia. Sube Malik. Con holgura, sus vientos envuelven almas. Las lleva para sí. La dinámica de lo impensado hace que, en otro iluminado soplo, lo que era un livianito standard de jazz se convierta en una sinergia de sonidos muy compleja de etiquetar. Tercera secuencia. Minino, presentador también, hace bajar a todos los músicos para que suba uno. Es Codja, el guitarrista, y lo que toca este hombre no parece de este mundo. “Toca para las estrellas”, diría el flaco Spinetta si lo escuchara. Y sí. Esa viola suena que es un hechizo. Viajada, lisérgica, sin pruritos. Todo el mundo metido en un bello gualicho musical que, tras cinco, seis minutos de soledad, vuelve a integrar a la banda.

Y engancha con otra secuencia. El tema es de Malik, se llama “Pilot” y es como un delirio que por momentos suena a Los Jaivas. Deschava la vertiente andina del vientista. Dicen que el folklore de Los Andes es de los que más le gusta en el mundo. Tras él, sucede una impro en la que Garay se le anima a una versión libre, intervenida, de “Uno”, el tango de Discépolo y Mores. También a otro de los temas de Malik que encandilan (“Amerigo”) y a un epílogo instintivamente corporal: un largo cuartetazo a lo Minino.

Sí… divino festival.