Marriage story parte de una dificultad, que es construir una película alrededor de un tema y no tanto de una historia: aunque en el título aparezcan los dos términos, toda la película trata de amoldarse a la ambición de decir algo, no solo sobre la historia de una pareja en particular, sino sobre el matrimonio, o sobre el fin del matrimonio. Por supuesto que todas las buenas películas dicen mucho sobre muchos temas, pero lo hacen en segundo plano, sin megáfono, sin agenda; aquí, por más que estemos asistiendo al divorcio de Charlie (Adam Driver) y Nicole (Scarlett Johansson) no falta ni siquiera la perorata sobre las exigencias desmesuradas a las madres a cargo de la diabólica abogada que interpreta Laura Dern, y la situación “divorcio” arrasa con todxs y cada unx de los personajes.
Algunas de las películas anteriores de Noah Baumbach contenían el nombre de sus protagonistas en el título: Greenberg, Frances Ha, The Meyerowitz Stories, armaban un universo de personajes heridos, siempre frágiles, que se nos daban a conocer a través de detalles de la vida cotidiana de elaboración artesanal. Para mostrar cómo funcionaba un padre y lo que eso generaba en el hijo, The Meyerowitz Stories escenificaba un almuerzo entre Dustin Hoffman y Adam Sandler en el que se veía cómo el padre no registraba al hijo que tenía enfrente pero, ya en su vejez, eventualmente lo necesitaba, o en Frances Ha se retrataba la maravillosa juventud, incluso una tan desorientada como la que atravesaba Greta Gerwig, con ella corriendo-bailando por las calles de Nueva York, ligera, al ritmo de Modern love. Es este modo de narrar y mostrar lo que conformó un universo propio y habitado por seres memorables en el cine de Noah Baumbach, enemigo de lo genérico. Y en Marriage story, de pronto, el director tiene que lidiar con lo genérico, porque la pretensión de la película es que Charlie y Nicole sean ellos mismos y al mismo tiempo todas las parejas que se separan (con el reconocimiento, claro, de que no todas tienen los recursos económicos de estos dos, como se dice explícitamente en un momento).
Esto hace de Marriage story un híbrido que no funciona del todo: si al comienzo se detallan, a través de sendos textos que escriben ella y él, las particularidades de cada unx que amaba el otrx, a la película le cuesta mantenerlos como individuos y por momentos se tiene la sensación de que son piezas que se mueven en un tablero —piezas con un despliegue emocional importante, eso sí- para ilustrar distintos momentos del proceso de separación. Podría ser interesante mostrar que en ciertas circunstancias nos vemos reducidos a funciones predeterminadas —después de todo hay mucho de eso en el matrimonio— pero es simplemente aburrido. Charlie es un tipo desconcertado que nunca se hará cargo plenamente de la clase de marido que fue, y brilla cuando Adam Driver logra hacerlo aparecer en escenas que tienen más que ver con las películas anteriores de Baumbach, como cuando se corta el brazo y sangra o cuando canta en un bar. Nicole también tiene su numerito musical encantador, pero en general es “la madre”, una mujer que se cierra el pullover, acaricia la cabeza del hijo, sonríe compasiva. Su carrera no le importa a Charlie y no le importa tampoco a Noah Baumbach, más interesado en su protagonista masculino. Aún así, el mundo teatral que lo rodea no llega a tener vida propia; es como si Charlie y Nicole fueran dos elementos tan pesados en la película, tan absorbentes, que nada de lo que hay alrededor de ellos consigue destacarse, con excepción quizás de la abogada caricaturesca que interpreta Laura Dern. La familia de Nicole en cambio, el novio que le aparece a último momento, la ex amante de Charlie, sus compañerxs de teatro, el hijo mismo, son apenas satélites que giran débilmente alrededor de la pareja principal. Y no importa si esta pareja se grita y cae de rodillas o rompe en llanto, no importa si la película es “desgarradora”: Noah Baumbach supo construir la emoción de maneras mucho más interesantes y decir más sobre los vínculos incluso en una película como la brillante Fantastic Mr. Fox, de la que fue guionista, protagonizada por un zorro que robaba gallinas.