“En Mumbai, moverse en coche es siempre una aventura. No hay viaje sin atasco. Las calles son una carrera de obstáculos de baches y peatones. Ninguna app puede recomendar una ruta a ciencia cierta, acaso esté cerrada por reparaciones, otra vez. Si necesita tomarse un taxi, cruce los dedos: los casi 60 mil oficiales (o kaali-peelis, como llamamos cariñosamente a esta flota negra y amarilla) son manejados por una especie temperamental: conductores que rechazan los viajes de corta distancia, que son exigentes con los destinos apartados, que gruñen… incluso en un buen día. Pero cuando esté usted ya adentro, mire hacia arriba: verá que el techo es un lienzo con piezas de arte ciertamente inusuales”. Palabras de Rachel Lopez, con residencia en la mentada metrópolis, que por su laburo como periodista (es editora y columnista del Hindustan Times) se mueve de aquí para allá frecuentemente por esta ciudad, una de las más pobladas del mundo. Lo hace, dicho sea de paso, en taxi. Una vez arriba, se toma la joven la selfie de rigor, amén de documentar la ecléctica diversidad de diseños que cubren los interiores del susodicho transporte. O como lo llama la muchacha: “el arte de taxi, que ha existido desde siempre, presente en el icónico y espacioso Hindustan Ambassador o el recientemente retirado Premier Padmini; presente también en los más pequeños y actuales modelos de hoy en día”.
“Muchos de ellos tienen sus techos decorados con algún tipo de plástico colorido o láminas de vinilo. El motivo más habitual es frutal: fotos de melones, bayas, kiwis, papaya en rodajas… Otros presentan una geometría ordenada; sutiles patrones de filigrana en dos tonos, estampados de cebra, monstruosos ramos florales. Solo las personas más afortunadas darán con el ‘unicornio’ de toda esta variedad: espejos por doquier, coronados por un lustroso candelabro que cuelga a la mitad, detrás de la cabeza del conductor”, desarrolla la reportera Lopez, cuyo hobby comenzó a principios de 2017 y acumula a la fecha cientos y cientos de pics, que comparte en su cuenta de Instagram The Greater Bombay. Llegó incluso a exponer sus fotografías en el Kala Ghoda, uno de los festivales de arte más grandes y convocantes de Asia, cosechando buenísimos halagos de público. Así y todo, admite que el hueso más duro de roer han sido los propios conductores: “Ninguno ha mostrado el más mínimo interés en mi colección. Cuando los felicito por sus diseños, la vasta mayoría apenas si refunfuña en reconocimiento. Por alguna razón, son decididamente indiferentes. Algunos me sonríen indulgentemente y siguen el viaje. Les interesa más hablar de la política en India o cuánto dinero gana una periodista”. En fin…