A poco de ser elegido presidente, Alberto Fernández tuvo un gesto que lo diferenció: Abrazó a Braian y se puso su gorra. Esa visera del joven discriminado por su aspecto en una mesa electoral de Moreno, es un compromiso.
A punto de asumir, entró al recinto de la Asamblea Legislativa empujando la silla de ruedas de Gabriela Michetti. Esa actitud con la vicepresidenta es otro compromiso.
El hijo del presidente, Estanislao, lució el pañuelo de la diversidad. Otro compromiso.
En el marco de un discurso que redefinió el rol del Estado, que le dijo "Nunca Más a la justicia contaminada por servicios de inteligencia, operadores oscuros y por linchamientos mediáticos", que destacó que "el hambre insulta a la vida en común", que asumió el "Ni una menos" como un mojón de su futuro gobierno, los gestos pueden parecer datos menores, no lo son.
Esas pequeñas grandes cosas definen, son el sustrato que le da credibilidad a los grandes postulados.
Apenas había asumido la presidencia Mauricio Macri un integrante de su familia política repetía en la intimidad: "Son gente impiadosa". A lo largo de cuatro años ningún otro calificativo define mejor la matriz del gobierno de Cambiemos.
Sus gestos más emblemáticos los definieron: felicitaron a policías que mataron por la espalda, a gendarmes y prefectos que reprimieron a mansalva. El propio Macri usó a su vicepresidenta de mesita al depositar el micrófono sobre su regazo en la silla de ruedas.
Fueron impiadosos con millones de argentinos. Sus gestos se correspondieron con sus políticas.