La plaza del Congreso fue totalmente diferente a la de hace cuatro años. El recinto de la Cámara de Diputados también. Todo fue un hervidero desde temprano (e incluso desde la vigilia de la noche anterior) y no sólo por la temperatura sino fruto de la alegría y la esperanza que generó la esperada asunción de les Fernández. En el recinto, en los pasillos y en los palcos de Diputados se vivió con intensidad este momento. De hecho, cuando Alberto Fernández ingresó, toda esa emoción contenida (durante cuatro años) estalló y la marcha peronista se entonó con una intensidad que creció mucho más cuando ese canto glorioso se lo dedicaron a Mauricio Macri, presente para entregar los atributos de poder. El discurso de Fernández tuvo mucho de épico, de republicano pero también fue un claro anticipo del perfil que tendrá su gobierno donde, según lo expresó, el Estado recuperará "el rol de constructor de justicia social" y tendrá como principal objetivo la lucha contra el hambre. Para ello convocó a la unidad “en pos de la construcción de un nuevo contrato social, fraterno y solidario” con el que buscará resolver las consecuencias nefastas y destructivas de las políticas aplicadas por Macri. En ese sentido dijo que todo los esfuerzos de su gobierno estarán dedicados a rescatar “a los últimos”, a los que el modelo macrista expulsó del sistema y por eso anunció que hasta los fondos reservados a la Agencia Federal de Inteligencia “serán asignados para financiar el plan contra el hambre”.

Fernández, que llegó conduciendo su propio auto, anunció un cambio en el Estado que podría definirse como copernicano si se lo compara con el que impuso el macrismo que lo redujo a la mínima expresión y al servicio de sus intereses particulares. El discurso del presidente, leído por momentos con emoción contenida, fue pispeado por CFK que aprovechó el lugar estratégico que le tocó por ser la vicepresidenta. Ella le cedió, como corresponde, todo el protagonismo aunque se dio el lujo de ignorar con justificado desprecio a Macri, a quien le pegó tal apretón de manos que el ahora ex presidente debe tener su mano en hielo. Si bien Fernández abrazó y hasta intercambió algunas palabras con el mandatario saliente, lo cierto fue que el Presidente tuvo para Michetti un gesto de educación que jamás le dispensó Macri como fue el de ayudarla con la silla de ruedas en el traslado desde la explanada hasta el recinto.

El discurso tuvo una breve introducción con referencias a la decisión de la sociedad argentina a mantener la continuidad democrática más allá de las crisis que vivió el país. De inmediato se zambulló en una declaración de principios que se centra en la construcción de lo que denominó como “Nuevo Contrato de Ciudadanía Social” que debe ser fraterno (“llegó la hora de abrazar al diferente”) y solidario “porque en esta emergencia social, es tiempo de comenzar por los últimos y después llegar a todos”.

La lucha contra el hambre atravesó todo su discurso. Incluso en algunos temas de alto contenido político que desnuda el Estado policial que había implementado Macri como cuando anunció que intervendrá la Agencia Federal de Inteligencia y como tal los fondos reservados (sospechados de ser utilizados para las persecuciones a funcionarios del gobierno de CFK) serán destinados a financiar el Plan Nacional contra el Hambre.

Fernández, que leyó su discurso luciendo unos anteojos redondos al estilo John Lennon, anticipó una reforma integral del sistema de administración de justicia, una tarea que recaerá en la ministra de Justicia Marcela Losardo. Será por eso que en cuanto la detectaron los supremos presentes, Rosenkrantz, Maqueda, Lorenzetti y Rosatti, corrieron a saludarla. El Presidente también anunció que esa reforma incluirá a las Fuerzas Armadas y a las de seguridad. Sobre estas dijo que abandonarán la lógica del gatillo fácil y “justificar muertes por la espalda”. El peso específico de estas medidas resultan fundamentales en cuanto a los intereses que toca y, sobre todo, amenaza.

En cuanto a la deuda externa, Fernández fue categórico al afirmar que Macri “ha dejado al país en una situación de virtual default” y dijo, en cuanto las negociaciones que existen con el FMI, que “no hay pagos de deuda que se puedan hacer si el país no crece”. Eso sí, señaló que tiene la voluntad de hacerlo pero dijo que “carece de la capacidad para hacerlo". Toda una advertencia de cómo se están las complejas negociaciones.

Fernández detalló luego números y porcentajes de lo que ha sufrido la Argentina en los últimos cuatro años. “Detrás de estos terroríficos números hay seres humanos”, dijo antes de recordar que tanto la economía como el tejido social están en “extrema fragilidad” y que son el resultado de “esta aventura que propició la fuga de capitales que destruyó la industria”.

En el discurso hubo un momento para agradecimientos. A sus padres, a Esteban Righi, a Cristina por la visión estratégica que lo depositó a él en la Rosada y, por supuesto, la influencia que Néstor Kirchner tuvo en su vida personal y política al citarlo cuando decía que “para lograr el sueño de una convivencia positiva entre los argentinos, partimos de que toda verdad es relativa”, dijo y agregó que “tal vez de la suma o la confrontación de esas verdades podamos alcanzar una verdad superadora” que, como en 2003 junto a Kirchner, le permita volver a participar “de la maravillosa aventura de sacar a la Argentina de la postración”.