Desde La Habana
Este viernes, en la ceremonia de cierre del 41º Festival de Cine de La Habana, la prestigiosa productora argentina Lita Stantic recibirá una merecidísima distinción: el Coral de Honor que le otorga el festival por su trayectoria. Productora de innumerables películas argentinas, Stantic fundó su productora junto a su amiga María Luisa Bemberg, una directora muy recordada en estos tiempos de movilización feminista y que significó mucho en su carrera. Stantic también supo ver los vientos de cambio que produjo el Nuevo Cine Argentino. Fue productora de emblemas de ese cine como, por ejemplo, Lucrecia Martel, Israel Adrián Caetano y Pablo Trapero, entre otros. “El Coral de Honor significa algo especialmente movilizador porque he venido varias veces al festival. Quiero mucho a este país y a esta ciudad”, comenta Stantic en diálogo con PáginaI12. “La verdad es que me llegó especialmente este reconocimiento”, agrega la productora.
Una de las películas que Stantic produjo y que compitió en el Festival de Cine de La Habana fue Miss Mary, dirigida por María Luisa Bemberg, quien narró, en clave de ficción, la historia de una familia, símbolo de la oligarquía, que durante más de cincuenta años, manejó el país como si fuera su propia estancia. Estrenado en 1986, el film contó con un elenco de lujo: Julie Christie, Nacha Guevara, Eduardo “Tato” Pavlovsky, Gerardo Romano, Iris Marga y Luisina Brando. “Me acuerdo que María Luisa no vino a La Habana. Recién vino con Yo, la peor de todas. Recuerdo que nos quedamos bastante tiempo con Julie. Estuvimos justo cuando se inauguró la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños”, cuenta Stantic. También compitió con la única película que dirigió: Un muro de silencio (1993), una ficción muy personal, sobre una directora de cine inglesa que llega a Buenos Aires para filmar la historia de la mujer de un desaparecido durante la dictadura cívico-militar. “También un año fui jurado. Esta es una ciudad muy especial con gente muy amable y solidaria. Es lindo estar en La Habana. Y recibir un premio más lindo todavía”, se entusiasma Stantic.
-¿Qué significan los premios?
-Dos cosas. Por un lado, me halaga. Pero como empecé a recibir este tipo de reconocimiento hace unos años, digo: “Uy, ¿estaré demasiado grande?” (risas). Lo que pasa es que es un premio a la trayectoria y, bueno, mi trayectoria ya es larga. Es gratificante recibir un premio y más cuando viene de otra parte del mundo, cuando te reconocen porque las películas que produjiste trascendieron. Es importante. No me da lo mismo.
-¿Cómo recordás la fundación de la productora junto a María Luisa Bemberg?
-En ese momento, yo estaba asociada con Alejandro Doria, cuando María Luisa se acercó y me pidió que fuera la productora de su película. Yo Había hecho La isla y Los miedos con Doria. María Luisa me pidió si podíamos hacer la película dentro de nuestra productora porque ella estaba con Tita Tamames y habían tenido una pelea y no iban a seguir juntas. Se lo planteé a Alejandro y él no quiso, a pesar de que María Luisa decía que ella ponía el dinero. Alejandro dijo que no, que no confiaba, que era una mujer, además de que era una mujer que estaba rondando los 60 años. Me dio bronca. Y dije: “Yo quiero hacer esta película con esta mujer”. Y la verdad es que para mí fue un acierto. Es extraño porque si hubiera seguido con Alejandro Doria habría hecho también películas buenas. Los años 80 fueron un poco de María Luisa y de Alejandro Doria. Las películas más convocantes fueron de ellos.
-Bemberg ya hablaba por entonces de muchas de las reivindicaciones actuales de las mujers. ¿Crees que fue una pionera en varios aspectos?
-Seguro. María Luisa se declaraba feminista cuando decir “soy feminista” era algo mal visto. Y, además, todas sus películas tienen que ver con una mujer que se juega, que rompe cadenas. Fue muy coherente con su propuesta. Ideológicamente fue muy coherente con abrir el paso a la mujer, hacer películas realmente feministas.
-Solamente dirigiste Un muro de silencio. ¿Nunca más sentiste ganas de volver con la cámara?
-Realmente después de Un muro de silencio, hubo un momento en que sentí que capaz iba a dirigir otra película. Después desistí, pensé que mi lugar estaba en la producción. Estuve escribiendo el libro con Graciela Maglie, que tenía que ver bastante con mi vida personal. Y la dirigí por todo el contexto, por Graciela y la gente que estaba a mi alrededor. Me decían: “¿Por qué no la dirigís vos?”. Y me lancé a dirigirla. Pero esta historia merecía ser contada. Es una historia sobre lo dañino que es el silencio. Hay que vivir con la memoria. La única manera de sobrevivir a las cosas siniestras que pasaron en la dictadura es con memoria.
-¿Cómo atravesaste la dictadura?
-Con mucho miedo, porque el padre de mi hija era un militante bastante declarado. Yo me separé de él a fines del 73. Lo veía porque él venía a buscar a mi hija los fines de semana; primero, en mi casa, después en otros lugares. Nunca le impedí ver a mi hija, a pesar de que él estaba viviendo oculto. Lo viví con miedo. Yo me aferré mucho al trabajo en aquel momento. Tenía un pasado de mucha simpatía hacia estos movimientos de izquierda, a la Juventud Peronista. Pero pensé que si estaba en un lugar visible trabajando todo el tiempo podía no pasarme nada. Era de quienes pensaban que iba a tener un alerta porque naturalmente tenía el pasaporte de mi hija y el mío al día. Es un poco absurdo porque mucha gente se quedó pensando que siempre iba a haber un aviso. Pero me refugié mucho en el trabajo. Recién en el 78 me asocié con Doria, pero había sido Jefa de producción y trabajé en el cine tanto en publicidad como en largometrajes desde 1968. Así que era una persona que estaba continuamente en actividad. Mi lema con mi pareja que optó por comprometerse de otra manera era: “La revolución la hacemos con el cine, no con las armas”. Pero él optó por las armas.
-¿Cómo observás la importancia que el cine argentino le dio al tema de la dictadura en distintos géneros?
-Yo no sé si lo abordó tanto. Creo que es un tema que todavía está candente. Creo que acá hubo algo que fue muy importante: las Madres de Plaza de Mayo, algo que para mí fue lo más fantástico que pasó en el siglo XX, imitado en muchas partes del mundo. Hubo una reacción que hizo posible que se juzgara a los represores. Y eso es muy importante. No sólo hubo Madres de Plaza de Mayo sino familiares de desaparecidos, la agrupación de hermanos, Abuelas... Las más visibles fueron las Madres que en ese momento estaban en Plaza de Mayo. Yo nunca me animé a ir. Hasta el 82 no participé en nada que tuviera que ver con la militancia por la verdad y la justicia. Recién en el 82 fui a la primera manifestación porque tenía mucho miedo de mi pasado comprometido.
-Una de las primeras películas de la democracia fue Camila que, de algún modo, habla de un totalitarismo, aunque no se refiera a la dictadura del 76. ¿Esa película llegó en un momento clave para lo que estaba viviendo la sociedad argentina, como si fuera un grito de libertad?
-Es una película que aborda una historia real, donde unitarios, federales y la Iglesia llevaron al fusilamiento de Camila. No fue sólo Rosas sino que los unitarios desde Uruguay decían: “En el Río de La Plata las chicas huyen con los curas. Es un desastre lo que está pasando”. Y hacían la contra a Rosas con el tema de Camila. La Iglesia también fue durísima con el tema de Camila. Entonces, es una crítica muy grande a esa grieta que había en ese momento. Parece que las grietas son de todas las épocas.
-Si bien produjiste muchas películas y de distintos/as directoras/as, sos la productora más importante del Nuevo Cine Argentino. ¿Cómo evaluas ese cine de diferentes estilos y miradas que están bajo el paraguas de un mismo nombre?
-Tuve la suerte de atravesar una época muy especial, en la que había guiones muy interesantes y algunas películas como Mundo grúa, de Pablo Trapero, y Tan de repente, de Diego Lerman, que se largaron a filmar y que no podían terminarlas. Y se acercaron a mí. Fue un momento muy creativo. También hice Un oso rojo y Bolivia con Adrián Caetano. El había filmado a mediados del 95 con Bruno Stagnaro Pizza, birra, faso. Fue suerte y decir sí. Por un lado, fue una suerte de que había propuestas interesantes. Por otro lado, fue avalarla y decir: “Esto me gusta”. Eran películas que tenían que ver con la idiosincrasia argentina o que cuestionaban algo. Fue un momento muy creativo de los operaprimistas argentinos que tuve la suerte de atravesar y poder acompañarlos.
-¿Cómo observás al Trapero de Mundó grúa respecto del actual?
-Me gusta el de Mundo grúa. Algunas de sus últimas películas no me gustaron tanto.
-¿Lucrecia Martel es el nombre más importante del cine argentino contemporáneo?
-Sí, no hay duda de que lo es. Realmente es una persona muy creativa, muy especial. Es la más importante entre hombres y mujeres.
-¿Qué valores cinematográficos apreciás en su obra?
-Es difícil decir qué valores o qué virtudes. Te voy a confesar que cuando leí La ciénaga pensé que era otra cosa, que la película era otra. Y por el camino me di cuenta de que Lucrecia es un ser muy especial. Leí el guión de La ciénaga pensando que estaba más cerca de Chéjov, pero no, Lucrecia es mucho más despiadada que Chéjov (risas). Sufrí mucho cuando vi la imagen de Momi (Sofía Bertolotto) en La ciénaga arrastrando la silla hacia el final, como diciendo: “Está en un mundo del que no va a poder escapar”. Leyendo el libro pensaba que Momi se salvaba. Yo sentía que los personajes menos desaforados se podían rescatar, pero Lucrecia me enseñó que no, que todos estaban en La ciénaga. Hasta Momi. A veces, hay cosas que te sorprenden.
-¿Caetano fue el que introdujo el mundo marginal en el cine argentino contemporáneo?
-No sé si fue el que lo introdujo, pero sí lo maneja muy bien. Hay películas marginales que no te las crees. Lo de Caetano te lo crees siempre. Es alguien que conoce lo que hace, que sabe lo que hace. Para mí, Caetano no puede introducirse en el mundo femenino, no lo maneja bien, pero sí maneja muy bien lo marginal. Y es un director que, con el tiempo, sigue siendo muy bueno. Vi esa película terrible El otro hermano, que me pareció muy amarga, pero la verdad es un tipo que en cine se ha mantenido muy bien. No tanto cuando quiere describir un personaje femenino. Ahí le cuesta. Pero es un excelente director.
-¿Dijiste muchas veces que no?
-Sí, a uno no le gusta todo lo que lee.
-¿Qué es lo que sí o sí tiene que tener alguien que se quiere dedicar a la producción?
-Yo creo que, fundamentalmente, tiene que tener amor al cine.
El estado actual del cine
Lita Stantic ve a este momento del cine argentino como “sumamente complejo”. “Por un lado, tuvimos un Instituto muy burocrático en estos últimos años. Se hacía bastante difícil manejarse”, sostiene la productora. Por otro lado, para Stantic “hay muchas películas y creo que no hay mucha creatividad. Se hacen 240 films por año y creo que hay buenos, pero en relación a los 240 son menos”. A Stantic le llama la atención que “con todo lo que ha vivido estos años el país sólo en los documentales se puede ver algo de lo que nos está pasando. En muy pocas películas argentinas se refleja eso”. En relación a lo económico, plantea también el tema de la coproducciones: “Si hacés una coproducción minoritaria con un país latinoamericano y tenés que poner un 20 por ciento, por ejemplo, cuando el dólar estaba a 17 pesos, el 20 por ciento era una cifra normal; ahora, a 67 es una cifra desaforada porque se maneja en dólares”, ejemplifica la productora.
Un proyecto documental
Lita Stantic está viendo varias cosas, pero fundamentalmente está en un proyecto con Julián D’Angiolillo. “Es un documental sobre grutas en el exterior; las grutas como refugios de partisanos, como refugio de revolucionarios en Cuba, y como refugio de catástrofes en el futuro”. Stantic dice que este joven “ha investigado mucho” y que “es un chico muy talentoso”. Anticipa que film tiene “unas imágenes brutales, maravillosas y estamos tratando de ver si en Cuba podemos armar algo para filmar acá”. Destacó que “es un proyecto documental muy lindo y la verdad es que Julián es un personaje muy especial”, concluye la productora.