“Mi música es muy diferente a la de mi padre”, arranca Harry Waters, rápido, escueto, sin tapujos, y a horas de mostrarla en La Trastienda (Balcarce 470). “Todos sabemos lo que él hizo con Pink Floyd, y lo que hace ahora, y nuestras canciones, además de ser más cortas, tienen otras tonalidades. Lo nuestro es más minimalista, está en otra escala. Además, ponemos en igualdad de condiciones la guitarra y el piano, algo que es bastante inusual”, desarrolla ante PáginaI12, el hijo de una de los músicos más trascendentes del siglo XX, al que le dio por elegir el mismo rumbo que aquel, aunque con (muchos) bemoles. Y eso se podrá apreciar hoy a las 20, en un recital que comparte con el guitarrista Larry J McNally (de ahí el plural del testimonio). McNally es una máquina de componer hits que hizo propios gente como Rod Stewart, The Eagles, Joe Cocker, Chaka Khan y Bonnie Rait. “Cuando tocamos, nos complementamos muy bien” –refiere Waters junior sobre la juntada–. “Larry toca partes de guitarra que me gustaría tocar a mí si estuviera tocando la guitarra, y hay mucho espacio en nuestro juego que sirve bien la música”, expresa este confeso cultor del jazz progresivo.
Waters es tecladista (especialista en Hammond) y pianista, y entre sus roles dentro del rubro, además de “divertirse” con McNally, a quien conoció en una fiesta, cuenta el de dirigir la banda de su padre Roger desde hace quince años. Pero no todo es lo que parece, o lo que marca la sangre. Más allá de las diferencias que él mismo acaba de marcar, no es hombre de andar creando atmósferas desgarradas, experimentales o espaciales. Harry es un sólido, aunque ecléctico, músico de jazz. “Siempre me encanta venir a la Argentina. La gente es muy amable, apasionada y acogedora, y no pensamos defraudarla. Aunque admito que no conozco mucha música de aquí, me encanta el tango en las ocasiones en que lo oigo. Es una música increíble. No sé, amo esta país, la paso muy bien y siempre quiero volver”, sostiene Waters, que visitó Buenos Aires las tres veces que lo hizo su padre, como director y tecladista de su banda: en 2002, cuando el ex Pink Floyd dio aquel formidable y espeso concierto en Vélez; en 2007, cuando viajó a todos por el lado oscuro de la Luna, en River; y la última visita, donde las nueve lunas de ese estadio fueron para la renovada puesta de The Wall. En aquel disco de Pink Floyd, de 1979, se puede oír la voz de Harry, con apenas 3 años, en la pieza “Good bye, blue sky”, cuando dice “Look mommy, there’s an aeroplane up in the sky” (“Mira mami, hay un avión, ahí arriba, en el cielo”). “Por supuesto que recuerdo esa frase, que alude a los bombardeos sobre Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial que retrata la película. Y por supuesto, también, me encanta Pink Floyd. He crecido con sus músicas, es parte de mi educación musical”, sostiene Waters hijo, cuya tupida barba le llega hasta el abdomen.
Para el show de esta noche, además de la compañía de McNally en guitarra, el tecladista contará con el baterista argentino Jorge Araujo (ex Divididos y actual Gran Martell) y el bajista de jazz Federico Palmolella. “Aparte de formar esta banda con Larry, el punto culminante de lo que estoy haciendo hoy tiene que ver con el Dean Ween Group. Es una de mis bandas favoritas de todos los tiempos ¡y estoy tocando con ellos!”, se entusiasma. “Viajar con Ween y sus músicos es absolutamente increíble, son impresionantes todos ellos”, refiere el músico, sobre el grupo de Dean Ween, guitarrista estadounidense cuyo nombre real es Michael Melchiondo, otro “hijo de”. “No es fácil ser hijo de alguien como mi padre Roger” –vuelve Harry–. “Es cierto que te abre algunas posibilidades, pero después tenés que tener el temple y el talento necesarios como para mantener esa ventaja”, admite el músico, cuyas referencias musicales pasan por Beach Boys (“cuando escuché sus discos, aluciné”, cuenta), además de Beatles, Allman Brothers, Doctor John, Bill Evans, King Crimson, Little Richard, The Band, Buddy Holly, Little Feat y muchos más. “La lista es interminable, podría seguir para siempre”, se ríe el barbudo, cuyas teclas han orbitado cerca de los impresionantes Grateful Dead, además de tenderle alfombras de sonido a gente como Nick Cave, Tom Jones y Eddie Vedder.
Harry William Waters nació el 16 de noviembre de 1976, cuando su padre estaba trabajando en Animals (1977). Y tuvo su primer gran zarpazo musical cuando reemplazó al tecladista Jon Carin, durante In the Flesh, una de las apoteósicas giras que armó Roger casi veinte años después de haber dejado Floyd, en 2002. Dos años después, fue parte de Ozric Tentacles, del grupo de Marianne Faithfull que la acompañó en Give my Love to London. También compartió un dúo con Ian Ritchie, el saxofonista de la banda de Roger; y armó el Harry Waters Quartet, de indudable prosapia jazzera, con la que publicó un disco homónimo en 2008.