El ex presidente boliviano Evo Morales llegó nomás a la Argentina desde México. En la Casa Rosada se subraya que el presidente Alberto Fernández es coherente con lo que reclamó a su antecesor cuando estalló el golpe de estado. Mauricio Macri aduce que el pedido no existió. Imposible creerle. Por su trayectoria y porque Fernández difundió la exigencia en declaraciones periodísticas.

Peligraba la vida del líder del MAS: corrían horas de furia derechista, racismo y efusión de sangre. Toda reconstrucción es contrafáctica pero un magnicidio presidencial no habría sido novedad en el país hermano. Morales lo pensó así y le viene agradeciendo al “hermano Alberto” y al gobierno mexicano que le hayan salvado la vida.

Esto dicho, México queda muy lejos de Bolivia (apenas un poco menos que de la Argentina) y a Evo le costaría hacer política desde allá . Fernández afirma, con otras palabras, haber obrado con la ética de las convicciones. También le da una mano.

Evo quiere participar en las (potenciales) elecciones presidenciales de su país como jefe de campaña. Conforme a los Tratados internacionales nadie puede privarlo de sus derechos políticos. Las discusiones sobre su status jurídico (asilado o refugiado) pecan acaso de teóricas sobre todo porque esa condición la determina el país de acogida que puede readecuarla si es necesario

El mandatario argentino conversó telefónicamente con Morales y piensa invitarlo a cenar a la residencia de Olivos. Seguramente hoy aunque la agenda de Fernández es híper kinética y cambiante. Cuando charlen cara a cara Fernández le reiterará los derechos que se le reconocen y asimismo un pedido. El líder del MAS podrá hacer declaraciones, actuar, tratar de organizar a su partido. Pero todo desde Buenos Aires, sin trasladarse hacia el norte, más cerca de su patria, por las convulsiones internas y externas que eso podría provocar.

Las reacciones sobreactuadas del Departamento de Estado se preveían; Evo fue siempre una bestia negra (recontra valga la expresión) para Estados Unidos, incluso en tiempos del ex presidente demócrata Barack Obama. Bajo el mando de Donald Trump todo se acentúa.

La hospitalidad hacia Morales prolonga una de las mejores tradiciones políticas argentinas, carga con una mochila de dificultades.

El costo viene clareando desde el Norte, como una alegre zamba. El apoyo de Trump es indispensable para un buen cierre de la renegociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El oficialismo confía en que Trump ponderará otras variables. O lo desea, como mínimo.

El desolador mapa político sudamericano fomenta el moderado, aunque paradójico, optimismo oficial. La región está en llamas, más allá de Bolivia y más cerca del corazón o los paradigmas estadounidenses. La protesta social jaquea a tres países de la cuenca del Pacífico. Zozobran Colombia y Chile, ejemplos de modelos aperturistas en lo económico, refractarios a la unidad regional, gringos friendly. Ecuador cambió de paradigma por la transfugueada del presidente Lenin Moreno: el viraje causó alegría en Washington pero el masivo rechazo popular actual hace fruncir el ceño.

Volvamos a Balcarce 50 y zonas de influencia. El nuevo gobierno peronista ofrece un país relativamente pacífico, estable institucionalmente, sin muchedumbres furibundas. Para la Casa Blanca sería un alivio relativo, calculan en la primera línea del oficialismo. Difícil saber en los primeros días cuánto hay de predicción certera y cuánto de embellecer “lo que hay”,

Las tratativas con el FMI son percibidas de modo similar.

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En el fondo, Guzmán es lo mejor: Este cronista conversa, en modo informal, con funcionaries del ala política y económica. Todes se interesan por saber qué le pareció a Página/12 la primera presentación pública del ministro de Economía Martín Guzmán. Todes anticipan la propia respuesta: “estuvo muy bien”. Interpretan que Fernández hizo una apuesta fuerte pero no infundada al escoger a Guzmán. La idea, según chimenta el presidente a sus allegados, le vino sugerida por Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Mexicana ella, funcionaria internacional con mucho millaje, es considerada “una amiga de Argentina” por funcionarios avezados de las gestiones kirchneristas. Bárcena estuvo en la jura del martes pasado, se abrazó efusivamente con Fernández sosteniendo un dialoguito más largo que lo protocolar. Meses atrás le había aconsejado a Alberto que para encarar las tratativas con el Fondo era conveniente un representante valorado por la contraparte por su saber y reputación. Bárcenas conocía desde antes a la titular del FMI, Kristalina Georgieva. Fernández respondió que venía dialogando con Guzmán, discípulo del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Bárcena le expresó que ese perfil sería ideal.

Guzmán se mostró tal cual es en la conferencia de prensa. Sereno, convencido, con buena jerga técnica, didáctico. Un heterodoxo crítico de las recetas del FMI pero a la vez cuidadoso de los equilibrios fiscales . No abjuró como funcionario de lo que escribió recientemente sobre la macroeconomía argentina pero lo recalculó adecuando a su nuevo rol (antes que nada) y al tiempo transcurrido.

El objetivo es que Argentina reordene la macro, pare la caída, redistribuya con urgencia y equidad. Será imposible conseguirlo si se sigue pagando la deuda externa. Son necesarios años de alivio. No forzosamente dos como tarifaron versiones periodísticas previas; ese sería un piso antes que un techo. Claro que si las pulseadas avanzan bien habrá que estipular un plazo pero para eso primero hay que avanzar.

El elenco fernandista supone una epifanía en el FMI, como consecuencia de sucesivos fracasos de sus recetas que solo producen crisis y puebladas. El caso argentino es peculiar por la magnitud de la deuda, por el incondicional apoyo del organismo a Macri, por el default virtual que lo sucedió en menos de dos años. “El Fondo experimentó muchas veces con la Argentina, todas terminaron pésimo. Ahora podría usarnos como pioneros de una nueva etapa, darnos margen a salir de la recesión, renegociando plazos de pago sin imponer condicionalidades odiosas”, imagina un protagonista cercano a Fernández. De cualquier manera, ese es el horizonte que se le está proponiendo. Todo contrarreloj con dead-line inminente, por repetir una de las pocas expresiones en inglés que se escuchó en la conferencia. Hubo escasez de imágenes náuticas, botánicas o climáticas tan caras al diccionario macrista. Se agradece.

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Bolsonaro, decime que se siente: Las barrabasadas verbales del presidente brasileño Jair Bolsonaro configuran un escenario borrascoso sin precedentes desde la recuperación democrática. Fernández incluyó palabras de concordia en el discurso ante la Asamblea Legislativa. Especialistas del gobierno confían en que el vicepresidente, general retirado Hamilton Morao, militar y desarrollista él , contrapese algo la intransigencia agresiva de Bolsonaro, un alter ego de Trump. El mundo cambia tanto que los militares son más confiables que un mandatario elegido por el pueblo sí que con proscripción del ex presidente Lula da Silva.

A los recursos clásicos se agrega el toque personal: el encuentro en El Vaticano de la primera dama brasileña Michelle Bolsonaro con la pareja del presidente Fernández, Fabiola Yáñez. Todo suma o aminora, según como se mire.

La profesionalidad de la Cancillería brasileña aportaría unas dosis de cordura. De cualquier manera, en el siglo XXI la diplomacia es, en sustancia, presidencial y la geopolítica sigue gravitando. Malas nuevas para Fernández que debe costearse hasta México si quiere tomar un café con un colega que piense parecido.

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Comienzo a toda orquesta: El ministro de Salud Ginés González García se pareció a “Ginés”, fue recibido con vítores por los laburantes de la cartera. No fue el único. Habrá empleados públicos mejores o peores pero muchos están orgullosos de su trabajo, quieren cumplir las funciones asignadas y celebran, de locales, el regreso del Estado.

Cuatro años atrás el macrismo los echaba, los ofendía tildándolos de “grasa militante”, notificaba cesantías o fines de contratos trabando molinetes de entrada, añadiendo humillación al castigo.

También pagaba con usura a los fondos buitres, devaluaba brutalmente, abría puertas a la especulación financiera. Cero decisiones “pro gente”, como las apodaba el ex presidente Néstor Kirchner.

La oposición furiosa señala discrepancias entre el mensaje anti odio de Fernández y las resoluciones que va adoptando. Ignoran la conflictividad intrínseca en cualquier medida de Gobierno. Si se redistribuye el ingreso hay quien resigna posiciones relativas… difícil que lo haga sin pugnar. Los beneficiarios de un blanqueo bochornoso (agravado por el nepotismo) detestan pagar más impuestos por los activos no declarados en tiempo y forma (evasión, por lo menos). Los “servicios”, los jueces federales violadores de garantías están en combate. El periodismo de guerra sigue en la trinchera.

El Congreso expresará cuestionamientos de legisladores macristas que deberían ser más amigables con un gobierno que llega a reparar los daños que ellos causaron. Habrá que ver.

Aupado por multitudes esperanzadas, consciente de que transita un desfiladero estrecho, Alberto Fernández impulsa un programa reparador, orientado a moderar la desigualdad y combatir el hambre. Será juzgado por los desempeños, logros o retrocesos durante su mandato más que por los primeros días.

El rumbo inicial es correcto, reparador, consistente con las promesas de campaña, el clima político cambió. Sus adversarios deberán calibrar cómo manejarse si aspiran, con todo derecho, a tomarse revancha en el cuarto oscuro dentro de cuatro años. Es lo que hizo el peronismo dando ejemplo de templanza y contribuyendo (en una de esas más que la coalición radical-macrista) a consolidar la gobernabilidad.

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