“Esperando que el mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice y además más y otra cosa”. Alejandra Pizarnik. La palabra que sana.
A Toda Literatura (ATL) es una serie diseñada con textos narrativos ficcionales y poéticos, leídos en voz alta por el equipo técnico del Plan Provincial de Lectura, perteneciente al Ministerio de Educación, como una estrategia más de formación de lectores y lectoras. Éstos se irán publicando progresivamente en el canal de YouTube y Facebook del “Plan Provincial de Lectura Salta”, a los fines de configurar una medioteca potente y diversa.
Además, la intención es ampliar las lecturas y los lectores hacia diversos actores sociales del ámbito de la educación y de la cultura. Es una invitación a sumergirse en una aventura hacia lo inesperado, que se lea lo no leído en cada uno de los párrafos de los textos, como una posibilidad de volver a escribir las palabras con la lectura.
Un animarse a tensionar el control pedagógico del acto de leer, encontrarse en una experiencia salvaje, plural, creativa y abrirse a posibles metamorfosis. Leer, desde este punto de vista, es poetizar el mundo, mirarlo desde otro puerto, porque conmueve, interpela y lleva hacia otras aristas posibles del ser en sí.
Como afirma Mempo Giardinelli, la lectura en voz alta resulta un instante luminoso, una ráfaga y es una puerta potente para entrar al mundo de la lectura.
La lectura como política pública
El lugar de la literatura en el currículum escolar se presenta siempre como una cuestión controvertida. ¿Cómo llevar a la escuela algo tan potente y a la vez tan disfuncional? ¿Cómo enseñarla sin asfixiar su condición indómita? ¿Cómo configurar prácticas pedagógicas que sean puentes hacia la construcción de comunidades de sentido? ¿Qué literatura, para qué destinatarios y con qué intencionalidades? ¿Cómo potenciar la construcción de caminos lectores? ¿Por qué literatura en la escuela?
La insistencia política de promover la lectura de literatura es una idea bastante reciente. Durante mucho tiempo, a lo largo de nuestra historia como humanidad, la lectura fue una cuestión de clase que permitía sostener premisas de un mundo de distribuciones desiguales y de accesos restringidos a determinados capitales.
Se pensaba que para no tensionar lo instituido era indispensable naturalizar ciertas ideas sobre la vida, la relación con el otro y los principios de justicia, que no pusieran en peligro la realidad estandarizada. Una difusión de la lectura y, por ende, de las ideas, podría traer aparejada fuerzas instituyentes capaces de develar que el mundo no era, sino que estaba siendo.
Ahora bien, cuando se hizo visible que leer no era solo decodificar signos escritos, sino la capacidad de interpretar el mundo, describirlo y actuar sobre él, es cuando se pensó que costaban mucho menos las escuelas que las rebeliones.
Es allí, donde bajo el discurso de la identidad nacional argentina y la uniformidad de pensamiento se buscó instaurar prácticas rutinarias de institucionalización del orden de lo “civilizado”. Por ende, mediante esta voluntad de control o dominio, se le impuso al lector en proceso de construcción la premisa de desear lo obligatorio, es decir, la cultura legitimada que luchaba contra la barbarie.
No obstante, la historia de la sociedad interpela y anuncia que los lectores y lectoras se escapan por los intersticios, los poros y los márgenes de los textos. No hay nada más indómito que un lector o lectora en un encuentro con esta herramienta de multiplicación de los sentidos llamado libro.
Ahí es cuando se descubre que la lectura es una experiencia humana irremplazable, incontrolable, que ayuda a encontrar palabras para decir y decirse, a reencontrarse, a llenar la experiencia humana de simbolizaciones. Es, además, una herramienta para abrirse al otro y lo otro, para no temerle, para animarse a transitar experiencias disonantes.
Permite recibir, como un profundo acto de amor, a un extranjero que golpea la puerta de la subjetividad para convivir en armonía o generar alteraciones en el ritmo de vida.
Subjuntivizar la realidad
“La apuesta por la literatura tiene relación con su capacidad para cuestionar las certezas, para desestabilizar las miradas sobre la realidad, dado que la reestructura constantemente. La amplitud que genera en la concepción del mundo del lector es provocada por un discurso cincelado con metáforas, desviaciones de sentido, descripciones de personajes, perspectivas de enunciación y otros modos de subjuntivizar la realidad a través del lenguaje”. Patricia Noemí Rodriguez. Conjeturas: acerca de lectura, lectores y literatura.
La experiencia estética que ofrece la lectura literaria, como práctica simbólica, conduce a las personas a una mayor comprensión de las relaciones humanas, de los contextos sociales en los que se desenvuelve y abre el camino para la educación democrática del individuo.
Para Jerome Bruner, el valor de la lectura de los textos literarios es poder acceder a una forma de crear conocimientos diferentes al lógico racional. La literatura permite producir mundos cuando los lectores se enfrentan a un discurso que reaviva su imaginación y los compromete a construir significados.
La lectura puede ser una herramienta para dotar de sentido la experiencia de alguien, construir identidades o reconstruirlas, poner en palabras sueños, deseos y miedos. Además, puede constituirse como un espacio íntimo, privado y propio, que sirva tal vez para encontrar la fuerza necesaria para enfrentar las angustias y las miserias, donde poder ir y venir sin peligro, entregándose a la fantasía, a la imaginación para probar otro mundo posible dentro de este mundo y delinear trazos propios.
Es cobijar un extraño, un extranjero, dentro de la propia subjetividad. Abrirse hacia otro, establecer un diálogo con la realidad, para salir desde lo establecido/naturalizado, decidir voluntariamente el destino de la vida, para pensar el inédito viable y encontrarse mejor equipados para resistir los mecanismos de opresión. Derecho inalienable que permite acceder a diversos bienes culturales.
“Pero a veces un encuentro puede hacernos vacilar, hacer que se tambaleen nuestras certidumbres, nuestras pertenencias, y revelarnos el deseo de llegar a un puerto en el que nadie nos espera” (Michèle Petit).
La experiencia de la lectura, como afirma Jorge Larrosa, es itinerario hacia uno mismo mediado por el encuentro con otro (libro/promotor), como una invitación a la invención, a devenir otro, otro de lo que se espera en tanto condición de sí, escapando a su control pedagógico y dando la posibilidad de interrumpir o cuestionar la pedagogía misma.
La literatura sacude certezas y abre puertas insospechadas que invitan a descolonizar la cultura. Como afirma Gustavo Roldán, esta propuesta es una búsqueda más para ser “aquellos que hicieron de la literatura un ejercicio permanente de búsqueda de la libertad, de búsqueda de los lugares secretos donde se encuentra lo mejor de la condición humana”.
*Docente, investigador y tallerista. Coordinador provincial del Plan de Lectura, del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Provincia de Salta. Subsecretaría de Planeamiento Educativo.