“¿Cómo sería una Internet sin mujeres? Porque la red no solo la sostienen los hombres. Derechos laborales, salarios justos. Reconocimiento para las mujeres que trabajan en tecnología”. Bajo el hashtag #DDoS, con esas consignas, las mujeres trabajadoras en las industrias de la tecnología se sumaron a la propuesta de dejar de producir para el Paro Internacional de Mujeres del 8 de marzo y buscaron instalar un tema del que poco se habla: los reclamos de género vinculados al mundo tecnológico. El llamado nació en Estados Unidos, se replicó en América Latina y llegó a la Argentina, donde los apoyos se centraron en la difusión en las redes sociales. Como adelanto, ya pararon el jueves de la semana pasada.
El llamado ese día fue a detener las actividades en las redes, una idea tomada del ataque DDoS, “denegación distribuida de servicio”, un tipo de ataque cibernético que consiste en que muchos dispositivos tratan de conectarse con una web a la vez, y terminan haciendo que el sitio se congestione y caiga. Es lo que pasó en septiembre pasado contra Netflix, Spotify, Twitter, entre otras, contó desde México Juliana Guerra, del equipo de comunicación e incidencia de Derechos Digitales, una organización que trabaja temas de derechos humanos y tecnología en América Latina, y promovió el paro.
La movida fue una iniciativa de la desarrolladora y activista Coraline Ada Ehmke, que vive en Estados Unidos. Maltrato a las mujeres involucradas en carreras tecnológicas, altos incidentes de acoso, salarios inferiores a los estándares son algunas de las razones esgrimidas. Las mujeres que trabajan el tecnología cobran alrededor de un 28 por ciento menos que los hombres con la misma educación, años de experiencia y edad; están empleadas a la mitad de la tasa de hombres con las mismas calificaciones; tienen un 25 por ciento más de probabilidad de ser acosadas sexualmente en el trabajo. Además, constituyen menos del 11 por ciento de los ejecutivos de Silicon Valley; tienen el doble de probabilidad que los hombres de abandonar por completo la industria de la tecnología; están en una posición aún más precaria si son transgénero, disidentes de género o mujeres negras.
En América Latina se sumaron algunas organizaciones, como la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones en América Latina y el Caribe, que llamó a las mujeres a contar sus historias de discriminación en su blog.
“Consideramos importante visibilizar que hay una desigualdad clara en la participación (uso, producción, creación) de las mujeres y personas no binarias en la tecnología. Pero de otra parte, también es importante ver que Internet y la vida real no son dos cosas separadas, y que la producción de tecnología de Internet, hoy día, es algo con lo cual muchas personas interactuamos a diario. Entonces de ahí la pregunta que nos hacemos, ¿qué sería de Internet sin las mujeres?”, escribieron. En Argentina también se sumaron grupos que se movilizan en el mismo sentido, como Media Chicas y LinuxChix (ver aparte).
Las historias de discriminación proliferan. Silvia Cataldi, Analista Programadora, por caso, cuenta su más reciente golpe. “Una empresa de Bragado buscaba un responsable del área de Informática, llamé para preguntar las condiciones y dónde podía hacer llegar mi cv y me respondieron que estaban buscando un hombre. Cuando pregunté por qué no una mujer me contestaron que el puesto requería manejar un equipo de trabajo de muchas personas y coordinar con gente de Buenos Aires (capital). Les respondo que hasta unos meses atrás yo estaba en un puesto similar a cargo de más de 200 empleados y coordinando con equipos de EEUU, Filipinas e India y me responden de mala gana: ‘Bueno mande el CV pero no creo que sea viable’. ¡A todo esto la persona con la que hablaba era una mujer! De más está decir que jamás me llamaron”, teclea desde su casa, que alterna entre Bragado y la ciudad de Buenos Aires para poder vivir de lo que estudió.
La Fundación Sadosky, en el estudio de 2013 “Y las mujeres… ¿dónde están?” buscó indagar en las causas de la baja presencia femenina en actividades informáticas y propuso cursos de acción para remediarla. A la hora de investigar las representaciones acerca de la informática que tienen los y las adolescentes, se encontró con que “las representaciones que alejan a las mujeres de la informática se hallan en buena medida ya estabilizadas en la adolescencia tanto entre los varones como entre las mujeres”. Al analizar la “Potencialidad para la informática”, 138 individuos (un 22 por ciento de la muestra) manifiestaron alguna potencialidad para desarrollarse en la informática. “Es decir, se trata de jóvenes que manifiestan diversos deseos, vocaciones, prácticas y/o actividades que permiten suponer que pueden devenir en informáticxs. Entre estos estudiantes encontramos casi al cuádruple de varones que de mujeres (109 y 29 respectivamente). Específicamente entre quienes manifiestan la vocación de trabajar o estudiar informática la desproporción se agudiza: 9 mujeres y 67 varones. Y, más aún, entre quienes, adicionalmente, tienen alguna práctica cercana a la informática se cuentan 17 varones pero sólo 1 mujer”, dice la investigación.
En relación a los estudios que los adolescentes consultados para la muestra quisieran seguir, encontraron que para las mujeres la informática ocupaba el antepenúltimo lugar entre las carreras deseadas y que solo el 2,3 por ciento las elegía. En el caso de los varones, computación e informática eran las carreras con más favoritismo, con un 19,4% de las respuestas.