La confirmación de la segunda vuelta electoral en Ecuador, pautada para el próximo 2 de abril, abre un escenario de creciente polarización entre dos modelos de país: el de Alianza País (AP) por un lado, con el legado de Rafael Correa y la posible continuidad de Lenín Moreno en el Palacio de Carondelet; y el del banquero Guillermo Lasso, otrora superministro de Economía de Ecuador de Jamil Mahuad mientras los depósitos de la población estaban congelados, por el otro. Ya no habrá más opciones en el cuarto oscuro.
Serán semanas de gran intensidad, y de encendida confrontación discursiva en torno a una elección que tendrá repercusión local y regional. Por eso abundan los paralelismos, especialmente de las recientes elecciones en Argentina, algo que ya había estado presente de manera implícita en el primer tramo de campaña (“década ganada” vs. “cambio” fueron parte de la construcción discursiva de ambos candidatos).
“Macri se presentó con la cabeza del bien y está tomando decisiones en contra de las mayorías”, dijo recientemente Lenín Moreno ante los medios de comunicación, consultado sobre si temía un escenario similar al argentino durante 2015. La referencia no es casual: si bien Macri ganó -aunque muy ajustado- el ballottage contra Daniel Scioli, sus medidas de gobierno en los quince meses que lleva en la Casa Rosada son ilustrativos de un modelo antagónico al de AP: tarifazos en los servicios públicos y el transporte, devaluación, inflación por encima de las metas del propio gobierno. Y, sobre todo, casos de negociaciones incompatibles con la función pública, producto del origen empresarial del presidente y buena parte de su gabinete, que están siendo investigados por la justicia, tales como Panamá Papers, Odebrecht, Correo Argentino y Mac Air-Avianca.
AP sabe que la batalla que viene es difícil pero no imposible. Aquellos que gustan ver el vaso medio lleno dirán que sacó más de diez puntos (39 por ciento contra 28 por ciento) sobre su principal rival, aventajándolo en más de un millón de votos. Y que ganó además la mayoría en la Asamblea Nacional y la consulta sobre paraísos fiscales y cargos electivos. Los del vaso medio vacío dirán que gran parte del voto opositor al correísmo irá a Lasso en abril. Las dos lecturas tienen sus motivaciones reales.
Por ello AP deberá tener varias estrategias simultáneas en las semanas venideras: una política especial para los desencantados de la primera vuelta, aquellos que votaron nulo o blanco, alertando que solo hay dos opciones en juego ahora, dos modelos de país; una interpelación a un sector del electorado de Viteri (tercera con el 16 por ciento de los votos) que creyó aquello del “cambio positivo” en contraposición al cambio ortodoxo de Lasso; un enfoque particular sobre las adhesiones conseguidas por Moncayo (siete por ciento) y Espinel (tres por ciento), cuyos electores podrían tener mayor afinidad ideológica con Lenín y Alianza País; y una búsqueda por captar a una parte del abstencionismo (18 por ciento) que no concurrió a las urnas.
Se ha advertido que la derecha continental toma a esta elección como bisagra en el nuevo momento latinoamericano y caribeño. Antes de la primera vuelta, comunicadores, politólogos, economistas y analistas políticos del espacio conservador llegaron a Quito, invitados por fundaciones y universidades anticorreístas. Redoblarán esa apuesta en las semanas que quedan, en una verdadera invasión externa para intentar imponer al banquero Lasso, cueste lo que cueste. Es de suponer que la campaña de Lenín Moreno renovará las alusiones referidas a la creciente pauperización social evidenciada en Argentina y Brasil tras las salidas de los gobiernos de Cristina Fernández y Dilma Rousseff, respectivamente.
Es mucho lo que hay en juego. Ambos sectores lo saben. Ecuador está ante la batalla final. Para América Latina, pase lo que pase, el resultado será decisivo.
* Politólogo UBA / Investigador CCC / @jmkarg