En un año de poquísimas comedias, puede que Entre navajas y secretos sea una de las películas más divertidas que se estrenaron. No solamente por el tipo de humor, satírico y venenoso sin perder la elegancia, sino porque es un muestrario de actores y actrices que se divierten en sus papeles, todos caricaturescos y herederos de un subgénero del policial que en sí mismo es un juego de ingenio, el whodunit (¿Quién lo hizo?).
Cultivado por Agatha Christie, este tipo de relato permite desplegar alrededor de un enigma, el de un asesinato, el repertorio de falsedad, mezquindades y egoísmos humanos que en esta película de Rian Johnson (que escribió los episodios más recientes de Star Wars y dirigió Star Wars: Los últimos Jedi) se retratan con tanta y tan deliciosa malicia.
Es la muerte en circunstancias misteriosas de Harlan Thrombey (Christopher Plummer), un escritor exitoso y afamado de novelas de misterio, lo que da inicio a la investigación: después de festejar su cumpleaños número 85 acompañado de su familia Harlan amanece muerto en su estudio, con un charco de sangre al pie del sillón que lo sostiene. Y si bien parecerían no quedar dudas de que se trata de un suicidio, la policía llega a la casona gótica donde vivía y escribía Harlan a investigar, y detrás de ella llega un detective, Benoit Blanc (Daniel Craig), que nadie sabe cómo ni por quién fue contratado. Lxs hijxs y nietxs del escritor (Jamie Lee Curtis y su esposo Don Johnson, Michael Shannon, Toni Collette, Chris Evans, en fin, un elenco que es en sí mismo una razón para ver la película) están muy interesados en que se establezca lo antes posible lo del suicido y se proceda a repartir la herencia, pero Benoit Blanc pronto descubre indicios de un posible asesinato, y la mayor contribución para dilucidarlo será de parte de Marta Cabrera (Ana de Armas), la enfermera de familia latina inmigrante que cuidaba a Harlan y que además lleva un detector de mentiras incorporado porque cada vez que miente, vomita.
Entre navajas y secretos es un whodunit de manual, aggionado y no: por un lado, los personajes tienen el mismo aire levemente retro o atemporal de los Tenenbaums y otros personajes de Wes Anderson. Por el otro, la familia compuesta entre otrxs por el hijo que se encarga de la editorial, la nuera influencer, el joven nieto fascista y la chica progre que solo quiere ir a la universidad parece heterogénea pero todxs tienen algo en común, además de que quieren quedarse con la plata del muerto: nadie está seguro —y este es el chiste que atraviesa toda la película— de qué país de América Latina procede Marta Cabrera, ni son capaces de distinguir Uruguay de Paraguay o Ecuador o Brasil.
Saben difusamente que la chica es latina pero no pueden vincularse con ella si no es a través de la clase y el paternalismo, mientras que el difundo escritor es el único que parece haberla tratado como a una persona, como la persona más que interesante que ella revela ser a medida que avanza la investigación.
Con su espectro de actores y actrices que recorre varias décadas, desde el excelente Christopher Plummer, que este año cumplió nada menos que noventa años, y las ascendentes Ana de Armas (una actriz cubana que es la próxima chica Bond) y Katherine Langsford (protagonista de la serie 13 Reasons Why), Entre navajas y secretos no va a cambiar un cine contemporáneo hecho de reciclar viejas ideas sino que más bien está en sintonía con este presente de déjà vu, pero tiene a su favor —y no es poco— el espíritu de juego de altísima seriedad y calidad, desde el goce de lxs actores al componer a sus personajes hasta ciertos detalles autoconscientes de comedia contemporánea, como la persecución de autos más insólita del año.