En la mañana españolsa del miércoles, Patxi Andión perdió la vida en la Autopista A15. El cantautor iba hacia Madrid, la ciudad que lo había visto nacer setenta y dos años atrás, cuando un desliz rutero a bordo de un Land Rover le impidió llegar a destino, para siempre. “No manden a los auxilios, ya no hay nada que hacer”, dijeron quienes intentaron asistirlo al borde de la ruta. La muerte lo alcanzó mientras disfrutaba de los buenos efectos de La hora del lobicán, disco publicado recientemente, que representaba un compendio de su pasado en copa nueva, mediante diez temas en su mayoría inéditos. Tester de su devenir, cuyos picos creativos pueden detectarse con claridad durante las décadas del setenta y del ochenta del siglo pasado. Momentos en que, tras un debut enredado con la censura de esos tiempos (Retratos, 1969), se largó a más a través de varios trabajos clave, entre los que figuran Palabra por palabra. (1972); Como el viento del norte (1974) y Cancionero prohibido (1978).
Dueño de una voz ríspida, atrapante, y de un genio compositivo arisco, Francisco José Andión González –tal su nombre real- andaba siempre al borde de lo políticamente incorrecto. Así lo comprobó Página/12, en junio de 2013, cuando lo entrevistó mientras se preparaba para presentar Porvenir, su antepenúltimo disco, en el teatro Sha. “Siempre busqué cosas a la contra”, decía. "En aquel momento (los '70) en España, un tipo de izquierda no podía ser aficionado a los toros, porque ésa era un cosa de derechas... ¡y nosotros éramos aficionados a los toros! (risas). Uno tampoco podía ir al fútbol, porque era una cosa manejada por Franco para impedir las manifestaciones políticas, y nosotros íbamos a la cancha a ver al Atlético de Madrid, porque éramos del Aleti (más risas)."
El tipo también actuaba. Así lo atestigua el protagónico que compartió con su bella esposa, Amparo Muñoz (Miss Universo 1974), en la atrevida La otra alcoba, estrenada a meses de la muerte de Franco. También su personificación del detective Pepe Carvalho, en Asesinato en el Comité Central; del errante Manolo en Libertad Provisional; o del Che Guevara en la mediocre ópera-rock Evita, de Andrew Lloyd Webber (1980). Periodista, escritor, docente universitario y doctor en sociología, además, Andión debe su talante a una matriz juvenil que lo tuvo como militante antifranquista, que llevaba en la sangre. Le venía de su padre, un soldado republicano nacido en Navarra –región en la que Patxi pasó sus primeros años- que había combatido a los franquistas durante la guerra civil. Tomar tal posta ideológica le valió, aún antes de comenzar su itinerario discográfico y actoral, autoexiliarse en París justo cuando explotó todo, en mayo de 1968.
Fue el momento, aquel, en que tales experiencias, junto a un amanecer rocanrolero al tono epocal, colocaron el embrión justo para que el pibe fuera explotando, con perdigones contundentes, una personalidad volcánica. Intensa por donde se la mire. Lo suficientemente desafiante. Lo suficientemente sensible. Lo suficientemente romántica –en el cabal sentido del concepto, obvio para dejarle al mundo, además de todo lo antedicho, una enorme canción llamada “María en el Corazón”. Contaba Patxi sobre tal ante Página/12. “Que dos trenes se detengan en la misma estación, pero con sentido contrario, y que de repente mires a una chica del otro tren, y que esa chica acapare toda la luz del tren y de la estación, es algo mágico. Miré, miró, esbocé una sonrisa, y los metros se separaron. Una historia de amor imposible, porque ambos estamos condenados a seguir viaje en sentido contrario”. Nombraba Patxi, en esa misma charla, a Discépolo y a Manzi… poco hay, dado lo dicho, que lo ubique en un camino distinto al de ellos. No es poco.