Durante su intervención en las jornadas Nº 49 de la Escuela de la Causa Freudiana en París celebradas en noviembre de este año, Paul Preciado acusó al psicoanálisis de binario. Tras comparar el abordaje lacaniano con la perspectiva de género, el filósofo queer dijo: “no es tampoco anatómico, es más bien aquel del inconsciente estructurado como un lenguaje, pero, como en el caso de John Money, se trata de un sistema de diferencias que no escapa –desafortunadamente-- al binarismo sexual y a la genealogía patriarcal del nombre. Mi hipótesis es que Lacan no logró des-hacerse del binarismo sexual, a causa de su fijación/apego político al patriarcado heterosexual”. La hipótesis de Preciado es parcial y fragmentaria, ...o peor: es también binaria. Compara la perspectiva de género con la lacaniana porque cree que la sexualidad es resultado del discurso, cuando para el psicoanálisis la misma surge a partir de su fracaso, es decir: del vacío que instituye el lenguaje. En todo caso, bien podría decirse que binaria es la estereotipia neurótica que hace leer pene donde dice falo. Al respecto, “...o peor” es el título del seminario en que Lacan pone a cuenta de los puntos suspensivos ese Un decir que habilita pasar del binarismo hombre/mujer hacia la singularidad de un goce siempre disfuncional respecto al cuerpo: “el sexo no define ninguna relación en el ser hablante”, dice en una de sus clases. Desde este punto de vista, el cuerpo del ser hablante es siempre disidente. No de otra cosa se trata la No Relación Sexual, es decir esa carencia del significante que pudiera nombrar de una vez y para siempre la diferencia entre los sexos. Por algo se sirve de la homofonía cuando en la página 515 de los Otros Escritos refiere que “haya equívoco entre dos {deux} y de ellos {d`eux}, guarda huella del juego del alma por el cual hacer de ellos dos-juntos encuentra su límite en ‘hacer dos´ de ellos”. En otras palabras: ningún binarismo. En tanto dividido, hay el Uno y hay el Otro en el sujeto mismo, habida cuenta del significante que faltó a la cita donde los amantes querrían hacer un Uno en la cama: alcanzar el goce del Otro es imposible. Es en este vacío, en este espacio donde hoy los semblantes que atestiguan el obstáculo se multiplican por doquier: LGTBIQ y su ruta. Poco tiene para objetar el psicoanálisis sobre las modalidades que cada época elige para velar ese agujero insondable que brinda espacio al maravilloso y trágico malentendido del lenguaje, a no ser la pregunta por el lazo social. En otros términos: ¿qué lugar otorga una subjetividad a la diferencia? ¿qué espacio queda para el Otro?, o, para decirlo todo: ¿cómo convive un sujeto con sus singularidad?, si es cierto que la singularidad es lo que me hace diferente de mí mismo. No por nada, según Eric Laurent: “La unidad imposible de encontrar del cuerpo, Lacan quiere inscribirla, de acuerdo con la lógica de los conjuntos, como el conjunto vacío”. Y el mismo autor agrega: “El cuerpo como conjunto vacío se cuenta Uno y los distintos conjuntos pulsionales se articulan con él”. No extraña entonces que muchos convengan en que el psicoanálisis, lejos de cualquier binarismo, resulta ser más bien... Unario.
Sergio Zabalza es psicoanalista.