STAR WARS IX: EL ASCENSO DE SKYWALKER      7 puntos

(Star Wars IX: The Rise of Skywalker - Estados Unidos, 2019)

Dirección: JJ Abrams

Guión: JJ Abrams / Chris Terrio.

Producción: JJ Abrams, Kathleen Kennedy y Michelle Rejwan.

Música: John Williams.

Duración: 140 minutos.

Intérpretes: Daisy Ridley, Adam Driver, John Boyega, Oscar Issac, Carrie Fisher, Mark Hamill, Anthony Daniels y otros.


ADVERTENCIA: Si bien esta reseña pone especial cuidado en no revelar información sensible, incluye algunos SPOILERS menores sobre Star Wars – El ascenso de Skywalker.

Encontrar un buen final para cualquier obra artística es un asunto difícil; dibujar el moño para una saga de nueve películas parece misión imposible. Quizá por eso JJ Abrams decidió retomar las riendas que había aferrado en El despertar de la Fuerza (2015) y delegado en Rian Johnson para Los últimos Jedi (2017). Si la nave terminaba estrolándose en el hiperespacio o volaba triunfante como el Halcón Milenario, debía ser él, encargado por Disney para reactivar la franquicia que George Lucas dejó en los desparejos Episodios I, II y III, quien asumiera la responsabilidad.

El fandom puede respirar –y moquear- en paz: Abrams entendió todo. The Rise of Skywalker viene a cerrar con honores el arco narrativo principal de una de las marcas cinematográficas más rendidoras de la historia. Es sabido que todo continúa, que termina esta saga pero no la franquicia, que habrá más spin offs, que incluso ya existe un subproducto de altísima calidad como The Mandalorian. Pero aquí termina la historia iniciada en un desértico planeta con dos soles, y esa es una de varias decisiones acertadas del director y coguionista. Porque el paquete incluye necesarias referencias a la “segunda trilogía”, pero aquí hay muchos más guiños a la original, la que arrancó en 1977, la que enamoró a millones. Y eso significa la mugre de los planetas perdidos, el humor de los androides comunes en situaciones extraordinarias, el espíritu de aventura y la desesperación de un grupo de rebeldes contra un poder infinitamente superior ("Nos ganan haciéndonos creer que estamos solos. No estamos solos"), en pulseada épica. Y un par de apariciones que –es todo lo que se dirá- son golpes maestros.

Como en los viejos seriales que inspiraron a Lucas, la fanfarria de John Williams y el logo amarillo dejan paso a los clásicos tres párrafos que sitúan la historia. Y en la galaxia está todo mal. Luke ya no está, la Primera Orden –ahora al mando de Kylo Ren- hace estragos y, para colmo de males, una grabación disemina por todos los planetas la voz del ¿extinto? Emperador Palpatine. Sobre ese mar de fondo, el trío que hereda el protagonismo aventurero de la primera trilogía –Rey, Finn y Poe Dameron como nuevos Luke Skywalker, Han Solo y Leia Organa- deberá ir a enfrentar un poder que supera todo lo conocido. Por fortuna, esta vez Abrams elude el recurso fácil de “volamos la nueva Estrella de la Muerte y ganamos”, e incluso mete una referencia explícita a esa resolución narrativa que le valió no pocas críticas.

Esta vez todo es bastante más complicado, como es más complicada la puja entre el Lado Oscuro y el Luminoso de la Fuerza, con Rey y Kylo Ren en fase avanzadísima de sus habilidades. A pesar de la edad de sus protagonistas, ya no hay aprendices en The Rise of Skywalker: todos son jóvenes veteranos que saben que están jugando el último chico. Y a pesar de ello, nada tiene el peso excesivo que a veces arrastra a las sagas fantásticas en pos de la “gravedad” del momento. Como en los viejos tiempos, Star Wars sigue entreteniendo. Sigue divirtiendo. Sigue estimulando la eterna, invaluable experiencia de olvidar el mundo exterior en una sala a oscuras y cabalgar la aventura. Vuelve a sorprender con un par de giros inesperados aun para el conocedor. Y sí, emociona: en los próximos días se verán fans ya creciditos de ambos sexos que en los últimos minutos no podrán –no querrán- contener las lágrimas.

Por supuesto que a la hora de hilar fino aparecen las incongruencias y los caprichos narrativos: en una trama tantas veces emparchada por Lucas y el mismo Abrams eso se vuelve inevitable. Las redes ya arden en discusiones, pero es sabida la utilidad de algunos debates virtuales. El reciente ejemplo del descontento por el desenlace de Game of Thrones da cuenta del talibanismo que puede alcanzar el fandom de un artefacto cultural. Pero JJ y la histórica productora Kathleen Kennedy encontraron la manera de ponerle el moño a una historia medular del entretenimiento para masas del siglo XX y XXI. Reactualizó una saga que comenzaba con algo tan apolillado como el rescate de una princesa por parte de dos gallardos caballeros, y en su final tiene a Leia como comandante de los rebeldes y a una joven mujer como gran protagonista. Honró y despidió a personajes icónicos, mantuvo en el aire a la chatarra más veloz de la galaxia y a los X-Wing. Volvió a darle a R2D2 y C3PO un rango mejor que el de meros sidekicks decorativos. Al fin, encontró el equilibrio en la Fuerza.

Entonces, cuando todo está resuelto y los soles de Tatooine se ponen sobre el horizonte por última vez, la emoción es natural y genuina. Y eso también es cine.