Treinta y siete años hacía que Gabino Palomares, notable cantautor mexicano, no pisaba la argentina. La última vez fue en 1982, cuando vino a participar del encuentro de músicos populares de Rosario, con su canción más emblemática bajo el brazo: “La maldición de Malinche”. Los motivos de su largo y esperado regreso a la argentina fueron dos: participar del festival por la democracia “Latinoamérica en mi piel” que se realizó el pasado domingo en Zárate, y de una charla que tendrá lugar este jueves a las 19, en el Espacio La Conversa (Castro Barros 809). “Además de tocar, me interesa mucho hablar del proceso que se está viviendo en México. En un año, con Andrés Manuel (como llama a su amigo López Obrador) hemos sacado un gobierno del PRI ¡después de ochenta años! El último de ellos dejó al país sumido en la corrupción y el narcotráfico… un desastre”, señala Gabino que, además de ser quien es para la música del continente, es un cercanísimo colaborador del gobierno mexicano actual.
“Petróleos Mexicanos, lo voy a decir rápido, se estaba robando la mitad de la producción petrolera. Ya te imaginarás de qué tamaño era eso. Bueno, estamos avanzando lentamente contra eso, pero a paso firme, limpiando el gobierno como las escaleras: de arriba para abajo”, dice el cantautor, cuyo rol durante la campaña fue trabajar para ganar las elecciones en el Distrito Federal. En efecto, una vez ganada la primera batalla, Gabino comenzó a colaborar con un proyecto de cultura para esa gran urbe, en la que está metido hasta ahora. “Lo primero que hicimos fue una auditoría en el área… no podrás creer la cantidad de robos que hubo. Ahorita mismo, estamos armando un proyecto de política cultural que Andrés Manuel considera de gran importancia, porque los bienes y servicios culturales, en México, son consumidos apenas por el diez por ciento de la población. No puede ser eso. Necesitamos hacer públicos para la cultura porque, como decía Mario Benedetti ´las canciones no hacen la revolución, pero las revoluciones se hacen cantando…´. Esto, por supuesto, es aplicable a cualquier rama del arte. Hay que pensar en todo lo que le pasa a una persona cuando tiene acceso a una obra de teatro, a un libro, o a una música distinta a la basura que pasan en todos lados. Cuando la gente tiene acceso a eso puede hacer muchas cosas por un vivir mejor”.
--¿Qué tipo de vínculo tiene con López Obrador?
--Somos muy amigos, al punto que pondría las manos en el fuego por él. Andrés Manuel está haciendo un gran trabajo por erradicar la corrupción. Se encontró con lo mismo que dejó Macri aquí… atrocidades.
--¿Cómo atravesó usted, subjetiva y objetivamente, el período de los nacionalismos populares que tuvieron su mejor de esplendor con la triada Lula- Chávez-Kirchner?
--Por gobernar para los pueblos, ellos se enfrentaron a un gran problema: el neoliberalismo. Esa derecha que está siempre al acecho, viendo la forma de boicotear este tipo de gobiernos. Nunca se van a quedar sin sus privilegios ellos, siempre van a usar los medios de comunicación para manipular a las sociedades. En México, ahorita mismo, el presidente ha descubierto la cantidad de dinero que recibían periodistas y comentaristas para defender al gobierno anterior y por supuesto lo sacó. Por supuesto, esos periodistas lo están atacando de una manera casi enferma.
--Lo llevo nuevamente a 1982. ¿Qué le pasó en Rosario, esa vez?
--Toqué “La maldición de Malinche”, que ya era un clásico en el continente y, cuando
terminé, se levantó una persona y dijo: "no puede ser que alguien sea capaz de escribir la historia de América Latina en tónica y dominante”.
--Fue al año de Abril en Managua, aquel concierto a favor de la revolución sandinista, que se difundió en el mundo a través de un maravilloso vinilo doble, donde se escuchaba a Silvio Rodríguez haciendo “Canción urgente para Nicaragua”, a Mercedes Sosa cantando “Cuando tenga la tierra” y a la misma Amparo Ochoa, junto a usted, recreando una desgarrada versión de “La maldición…”
--¿Cómo olvidarlo?... Amparo fue como parte de mi familia. Nos prestábamos dinero, nos consolábamos cuando alguna pareja nos dejaba, viajábamos mucho juntos, pero lo más determinante fue cuando quiso hacer esta canción. Nunca pensé que la iba a transformar en lo que se transformó. Y eso que no la escribí pensando en eso, sino en México, porque mi padre fue indígena y yo llevo esa sangre. Por eso puedo ver lo que pasa en Bolivia. Cuando se juntan la Biblia y la pólvora ocurren muchas desgracias. Bueno, otra vez hablando de política… siempre termino hablando de esto, porque mis canciones lo hacen.
En rigor, no pueden asirse su guitarra y sus letras sin pensar en Lázaro Cárdenas, o en el Che; como tampoco sus ideas si no se escuchan piezas suyas inspiradas en el Subcomandante Marcos, a quien dedicó “Espejos de mi alma”. O a las religiones enquistadas en el poder, como “Monseñor”. No se lo puede abstraer de lo que fue la marca de una generación comprometida, en tanto miembro del colectivo “Canto Nuevo”, o en tanto “ultra amigo” de Mercedes Sosa, con quien también compartió conciertos, músicas y amistades. “A Mercedes la extraño mucho. ¡Cantamos juntos en tantos lugares!”, se emociona el cantautor, mientras Eduardo Fisicaro y Silvia Majul –anfitriones del lugar donde se desarrolla la nota— sirven un rico té de jengibre.
“La conocí en 1977, 1978, en México. Ella estaba muy deprimida, porque recién se había muerto su marido. Para colmo, el teatro en que tocó no estaba lleno ni a la mitad. Recuerdo que cuando fui al camerino estaba llorando. La llevé a su hotel y nos quedamos platicando horas”. Hacía seis años, ese día, que Palomares debutaba con “Poemas y canciones”, su primer espectáculo, en los festivales que se organizaban en la Universidad de México. Hacía tres que era viola y labia clara en peñas, plazas, bares y sindicatos del DF. Y hacía apenas días que el primer disco solista de la docena que publicó hasta hoy, daba luz en un país que parecía un oasis en la Latinoamérica de entonces. “Había dictaduras, era feo en algunos países, pero no se notaba el vacío que se nota hoy en este continente”, finaliza.