De vez en cuando, el arte es noticia. Puede ser a causa de las sumas extraordinarias de dólares que se pagan por una obra, por las boutades de artistas millonarios en ferias internacionales o por el premio que reconoce una trayectoria. Pero cuando una obra roza la entrepierna de los poderes establecidos, en general representados por varones heterosexuales, las reacciones cobran una magnitud inesperada.
Un héroe machote y con tacos
Eso es lo que ocurrió en la ciudad de México días atrás, cuando la pintura La Revolución de Fabián Cháirez (Chiapas, 1987), expuesta en el marco de la muestra colectiva Emiliano. Zapata después de Zapata que se exhibe en el Palacio de Bellas Artes del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, desató la ira de los familiares del revolucionario mexicano Emiliano Zapata y de integrantes de organizaciones agrarias. Unos y otros exigieron que se retirara la pintura, porque “denigraba” la figura del líder. Para calmar las aguas, fue necesaria la intervención del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) que, por medio de la Secretaría de Cultura, sugirió que se dejara de usar la obra de Cháirez en el flyer que el organismo había hecho circular por redes sociales. Pese al bochinche, la obra no se retiró de la muestra que revisa cien años de representaciones visuales del líder campesino y que estuvo al cuidado de Luis Vargas. De hecho, se la podrá ver en persona hasta mediados de febrero de 2020.
“No me incomoda, pero no soy miembro de la familia Zapata –declaró AMLO-. Soy amante de la libertad. Si no fuera presidente, estaría en las calles coreando ‘Prohibido prohibir’”. Para ese entonces, se habían producido un bloqueo en las puertas del museo e incidentes entre representantes de campesinos y de organizaciones LGBTTT mexicanas, que salieron en defensa de Cháirez y convocaron a un acto en apoyo del artista el pasado viernes 13.
¿Pero por qué tanto revuelo? La pintura no era nueva: se había exhibido en la galería José María Velasco, en el centro de Ciudad de México, entre 2015 y 2016 sin perturbar ninguna sensibilidad nacionalista. En el óleo de Cháirez, el general revolucionario aparece desnudo, con la piel cobriza y reluciente, en una pose sensual, luciendo sólo un sombrero de charro de color rosado, zapatos negros de taco-pistola y una cinta con los colores de la bandera mexicana a modo de fetiche erótico. Zapata va montado en un caballo blanco que tiene una erección. Cuando Cháirez compartió la imagen de la pintura en su cuenta de Instagram, agregó un epígrafe en inglés al retrato de Zapata: “Your body is a strong weapon” (“Tu cuerpo es un arma poderosa”).
Sin embargo, los cuerpos de las personas LGBTTT, tanto en México como en otros países de América, se convierten en objetivos bien vulnerables ante los ataques homofóbicos. Según el informe “Violencia extrema. Los asesinatos de personas LGBTTT en México: Los saldos del sexenio 2013-2018”, que se dio a conocer en mayo de este año, la cifra de víctimas de ataques de odio contra gays, lesbianas y trans entre enero de 2013 y diciembre de 2018 ascendió a 473. Y desde que AMLO asumió la presidencia de su país, fueron asesinadas 28 personas del colectivo LGBTTT.
El artista de las nuevas masculinidades
En la iconografía de Cháirez, que se presenta a sí mismo en Twitter como artista plástico, director creativo y “travesti de medio tiempo”, machos mexicanos, charros y fornidos luchadores enmascarados suelen aparecer feminizados o aputazados. Vestidos con tules o encajes, en posturas excitantes copiadas de clichés publicitarios y de la historia del arte occidental, los hombres de Cháirez se vuelven objetos de deseo. “La masculinidad es una máscara”, declaró en una entrevista con Pablo León días antes de la revuelta homofóbica en el Palacio de Bellas Artes. Cuando le hicieron notar que su representación de Zapata podía ser fuerte para algunos, respondió: “¿En qué radica que sea fuerte, en que está desnudo el personaje masculino, en que sea moreno o en que es afeminado?”. En este punto, la obra de Cháirez también cuestiona las imágenes de deseo que la propia comunidad gay reproduce y reverencia hasta el cansancio: cuerpos vigorosos de hombres blancos hipermasculinos, sin rastros de sangre indígena ni amaneramientos.
Al ser consultado acerca del título de su pintura, La Revolución, destacó: “Una revolución es justo eso: mover ideas, mover cosas establecidas para llevarlas a otro lugar, por lo general, en favor de la libertad y la dignidad. Si Zapata fuera una persona contemporánea, seguramente estaría de nuestro lado”. El escándalo artístico-político volvió a poner en debate los límites del clóset de la sociedad mexicana. Mientras tanto, el artista mexicano se hizo acreedor del Premio Orgullo de mi Ciudad, otorgado por la agrupación LGBTTT que maneja el bar Cabaretito Fusión, uno de los lugares gays más célebres de Ciudad de México. “Es muy importante levantar la voz, no hacer juicios a partir de la desinformación y no aplaudir la violencia porque estamos en un país en el que ha corrido mucha sangre, entonces es importante darle la vuelta a eso”, declaró al recibir el premio.
“Con el ‘Zapata Gay’ de Fabián Cháirez sucede algo similar a lo que sucedió en 2004 con la muestra de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta: una disputa social sobre el significado de las imágenes cuando estas dialogan con los iconos, ya sean culturales, políticos, religiosos o históricos –dice el crítico Daniel Molina-. Cháirez es un artista que no suele representar personajes reconocidos, sino que trabaja con estereotipos (del macho mexicano, por ejemplo) y los feminiza. Toma una figura típica y le pone atributos de otra figura típica, creando un ser ambiguo que desarma o cuestiona las creencias habituales. Eso hizo ahora con Zapata: tomó al macho mexicano (con bigotes, músculos y sombrero), lo montó desnudo en un caballo con una erección, en una parodia de las estatuas ecuestres, y le puso zapatos con tacos y un sombrero rosado. Eso fue todo. Pero ese poco fue mucho, porque abrió un debate que tuvo ribetes violentos, sobre quién es el dueño de las imágenes patrióticas. En una democracia el dueño debería ser colectivo: cualquiera debería poder intervenir los símbolos como mejor le plazca y al que no le gusta, que lo discuta y lo mejore”. Debajo de los arquetipos históricos, se esconde una moral de la representación.
¡Y que viva Zapata gay!
Luego de las protestas y los ataques contra Cháirez, al que llegaron a amenazar con juicios, un grupo de dibujantes, historietistas y pintores latinoamericanos creó una galería de imágenes con el caudillo de la Revolución mexicana otra vez como protagonista exclusivo. “Ya surgieron cientos de Zapatas gays en Instagram y otras redes sociales, algunos bellísimos, otros disparatados. Es el lujo que nos da la libertad de pensamiento y el espíritu del arte”, agrega Molina. “Ser gay no es denigrante, ser homofóbico sí lo es”, “No hace falta ser la causa para defender la causa” y “Lo femenino no es denigrante, tu homofobia es denigrante” son algunas de las leyendas que acompañan las imágenes de esa muestra virtual.
“La censura no elimina las imágenes, por el contrario, las vuelve más célebres y poderosas”, declaró Andrea Giunta sobre el affaire Cháirez. Ella misma, como curadora de la muestra de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta, había tenido que soportar la furia de Jorge Bergoglio cuando aún era cardenal de la ciudad de Buenos Aires. En esa ocasión, Cristo, la Virgen María y los santos católicos aparecían como precursores de genocidios.
En noviembre, durante la presentación de su libro con ilustraciones de Eva Perón (Evita. Nacida para molestar) en un bar del barrio de San Telmo, el dibujante Miguel Rep fue insultado y amenazado nada menos con la “Mazorca” por un grupo de militantes peronistas. ¿Cuál había sido el delito de Rep? Representar a la abanderada de los humildes de manera sensual, desnuda, tentando como una Eva bíblica a un Perón en estado adánico o como una líder de pocas pulgas. Décadas atrás, Copi y Néstor Perlongher habían padecido la censura promovida por funcionarios peronistas a causa de sus grotescos literarios inspirados en la imagen de Eva Duarte.
¿Qué pasaría hoy si en la Argentina un artista se apropiara de la clásica representación del general José de San Martín, tan viril con sus patillas y su perfil severo, y lo travistiera o “feminizara” con maquillajes, poses y accesorios eróticos? La tapa de SOY de hoy, con ilustración de Maia Debowicz y La Diablo, lo hacen. ¿Quiénes reaccionarían, y de qué modo, en defensa de la integridad que vehiculiza todavía la imagen del héroe? Años atrás, los fundadores del Bachillerato Trans Mocha Celis tomaron un retrato de Domingo Faustino Sarmiento y le agregaron rulos amarillos a la pelada del prócer, rouge rojo a los labios y rubor a las mejillas. Así, un Sarmiento trans y multicolor se volvió emblema del derecho a estudiar de una comunidad marginalizada. Las conquistas sociales también se ganan a través de un combate entre signos.