Desde Río de Janeiro. El año se acerca a su final y se incrementa de manera abrupta la durísima batalla por el título de "el más ridículo" dentro del absurdo gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro en Brasil.
Otro título en disputa, "el más peligroso", ya está en su etapa final, con tres clasificados insuperables: el ministro de Medioambiente, Ricardo Salles, el de Justicia, Sergio Moro, y el de Educación, Abraham Weintraub.
En el torneo de ridiculeces, sin embargo, el panorama permanece indefinido. Y frente a esa indefinición, y de la agudización en la disputa, este miércoles en el ministro de Aberraciones Exteriores, embajador Ernesto Araujo, decidió aumentar su poder de fuego.
Sus competidores más directos siguen siendo la ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos, Damares Alves, y el de Educación, Abraham Weintraub.
Con miras a aumentar la distancia frente a los dos, Araujo divulgó un artículo de análisis del escenario político de América Latina que es un verdadero primor de ridículo. Junto a otras iniciativas anteriores, el muy probable que haya logrado cumplir con su objetivo.
Vale recordar que, no satisfecho con transformar el antiguo ministerio de Relaciones Exteriores, creador de una de las diplomacias más respetadas en todo el mundo a lo largo de muchas décadas, en ministerio de Aberraciones Exteriores, en esta nueva embestida el siempre sorprendente ministro lanza un alerta urgente sobre el retorno de la amenaza comunista sobre el continente latinoamericano.
Didáctico, advierte sobre una diferencia sutil que puede pasar inadvertida: una cosa es el comunismo ya instalado, y otra, igualmente peligrosa, es el "horizonte comunista".
Y ahora el horizonte comunista "trata de estrangular a Brasil, Chile, Colombia y Ecuador y de hacer regresar a las tinieblas a Venezuela, Argentina y México", países donde una dictadura de izquierda ya está instalada y existen gobiernos de centroizquierda igualmente muy maléficos.
Volviendo a una de sus preocupaciones más obsesivas, Araujo una vez más denuncia los riesgos elevadísimos del "globalismo".
Como sabemos todos – o al menos deberíamos saber –, el globalismo significa "la captura de la economía globalizada por el aparato ideológico marxista, a través de lo políticamente correcto, de la ideología de género, de la obsesión climática y del anti-nacionalismo".
Además, queda plenamente comprobado que América Latina vivió "dentro de un horizonte comunista desde 2005, o desde un poco antes, desde la victoria de Lula en 2002 o de Chávez en 1999". Y luego se corrige, para recordar que en realidad ese horizonte empezó a surgir con la creación del Foro de San Pablo, en 1991.
No podía faltar en el artículo de Araujo una critica duramente a los que creen en la "figura ficticia de un cierto comunismo derrotado en 1989" rehusándose terminantemente a reconocer - y mucho menos enfrentar – "el proyecto comunista real que hoy actúa por todas partes".
Otro gran peligro está en la construcción de sociedades que son liberales solamente en la superficie, "con apariencia de una economía capitalista, con instituciones democráticas y derechos humanos pero que, por debajo, esconde ideales comunistas, anti-cristianismo y manipulación de la ciencia".
Y, para terminar, se vanagloria de que en Brasil "estamos rompiendo el horizonte comunista y empezando a encuadrar el liberalismo en el horizonte de la libertad".
¡Caramba! Y uno creía que lo máximo del ridículo era su vasallaje abyecto a los pies de Donald Trump…
Ah, sí, una observación pertinente.
Las reglas de ambos torneos, tanto el de más ridículo como el de mayor peligro, son absolutamente rigurosas, y por eso, con el objetivo de mantener un mínimo de equilibrio en la disputa, el presidente ultraderechista no participa de ninguno de los dos: al fin y al cabo, desde el primer momento quedó claro que su capacidad de ridículo y de destrozar a este pobre país no tienen par a lo largo de la historia de la República, dictadura militar de 1964 a 1985 inclusive.