Para Seru Giran fue un disco bisagra. No se trata de desmerecer el notable debut de 1978: es que Grasa de las capitales fue, si se quiere, el disco del despegue, el momento en que quedaron pocos que se atreviera a cuestionar a la banda de Charly García, David Lebon, Pedro Aznar y Oscar Moro. Todavía faltaba para el mote de “los Beatles argentinos”, pero el album que cumplió 40 años hace un par de meses venía a cimentar aún más las bases de una banda irrepetible e ineludible del rock argentino. La foto que ilustra esta nota no es solo el reencuentro de tres de los músicos que estuvieron en aquellas sesiones en el mítico estudio ION: es también el retrato feliz de un rescate necesario. Al fin, el segundo disco de Seru Giran vuelve a escena con un sonido que le hace justicia. Grasa llegará a las plataformas digitales este viernes 20; en enero de 2020 estará disponible en vinilo y CD. Y es una gran noticia.
Los conocedores del tema saben de las paupérrimas ediciones en CD, de sonido espantoso, incluso con tapas mal “recreadas”, con diferente tipografía y la burrada de escribir “David Levon”. Por eso tiene toda la razón Aznar cuando ahora dice que “apareció de nuevo la música”. Es que el bajista y compositor tuvo mucho que ver en el rescate producido por el Instituto Nacional de la Música (INAMU) que preside Diego Boris, y Gustavo Gauvry, de la Asociación Argentina de Técnicos e Ingenieros en Audio (AATIA), con participación de Zarpa y 300 Producciones. Gracias a la recuperación de los masters del sello Music Hall por parte del INAMU, Aznar y el ingeniero Ariel Lavigna tuveron acceso a la cinta original y realizaron un meticuloso trabajo de restauración, ajuste de mezcla y remasterización que permitió devolverle a las canciones una calidad de audio que se creía perdida.
“Transferimos esas cintas a un sistema digital en super alta resolución; usamos el vinilo original como referencia, grabado y mezclado por Amílcar Gilabert, primero para empatar el sonido a como sonaba ese vinilo para después tratar de superarlo con herramientas más modernas”, cuenta Aznar. “Es un trabajo durísimo, porque con el paso del tiempo la cinta tiene una cierta degradación, entonces hay bachecitos que restauramos a mano uno por uno, ruiditos y distorsiones. No intentamos ir a un audio moderno torpemente, sino que conservamos el espíritu del audio de los ‘70, pero mejorado”. Según la gacetilla oficial de INAMU, el resultado sorprendió a sus propios compañeros. “Escucho lo bien que suena y me da felicidad y orgullo, escucho las canciones y me emociono”, señaló David Lebon; “Uno se pregunta cómo podíamos tocar esos complejos arreglos con tanta precisión... la respuesta es que ensayábamos mucho”, agregó Charly.
La restauración de Grasa de las capitales incluye a lo gráfico. El fotógrafo Rubén Andón, que realizó la serie de fotos que resultó en la icónica tapa de los cuatro Seru disfrazados en una sátira a la tapa de Gente y la actualidad, hizo una búsqueda “arqueológica” que llevó al hallazgo de varias imágenes inéditas. Los antiguos rollos fueron limpiados y restaurados para producir un nuevo insert que incluye un poster y fotos inéditas del cuarteto. El arte de tapa de Rodolfo Bozzolo, perdido desde hace años, fue replicado minuciosamente por Pali Muñoz y Eduardo Marcé (del INAMU), quienes copiaron el original hasta el mínimo detalle.
Todo ello, claro, es un trabajo justiciero para un compendio de canciones inolvidables. Seru Giran es una banda que desarrolló una obra fulgurante en apenas cuatro años; a Grasa le seguirían otros dos discos intachables como Bicicleta y Peperina, cada uno con sus propios matices. Por eso sería un error decir que en alguno de ellos estuvieran en “el pico de su carrera”: Seru se separó antes de siquiera insinuar una decadencia. Pero desde el coro inicial y el arranque demoledor de “La grasa de las capitales”, el opus dos del cuarteto salta a la yugular, captura al oyente y ya no suelta. Son nueve canciones, tres de ellas firmadas por la dupla García / Lebon, cinco de Charly y una de Pedro; son, cada una a su manera, clásicos del repertorio del grupo.
Allí están, entonces, listas para volver a ser disfrutadas con el sonido que corresponde, genialidades como “Perro andaluz” y “Viernes 3 AM” (la canción que titula con un viernes pero habla de “la fiebre de un sábado azul y un domingo sin tristezas”), un García en estado de gracia que cerraba a todo trapo con “Los sobrevivientes” y “Canción de Hollywood”. Pero también la inolvidable interpretación de David y la épica pinkfloydiana de “Noche de perros”, o la serena belleza acústica de “San Francisco y el lobo”, la declaración de principios de “Frecuencia modulada” y el vuelo propio de Pedro en “Paranoia y soledad”. Pero sobre todo ese particular sonido, la precisión en velocidad y la complejidad de los arreglos siempre al servicio de la melodía. Las canciones que significaron una luz en la oscuridad de la dictadura, por fin recuperadas para demostrar que ningún adjetivo fue exagerado. Quizá porque, hoy como ayer, la grasa de las capitales no se banca más.