Ahora que la Casa Rosada tiene nuevos ocupantes, están saltando algunos conejos que el macrismo había escondido con prolijidad. Esta semana se supo que en algún momento de su gestión, Mauricio Macri mandó a demoler una escalera histórica del edificio, al parecer porque no encajaba en algún plan decorativo de Cambiemos. Cuando se les preguntó a los salientes cómo era que se habían tomado semejantes libertades con un edificio que es la misma definición de patrimonio, los macristas mintieron. Como circuló en las redes, dijeron que la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos había autorizado la demolición. Pues no es verdad: ya en 2016 la Comisión había prohibido por escrito que se demoliera la escalera. Lo que hicieron fue demolerla igual.
El 17 y el 25 de octubre de 2016 las arquitectas Andrea Morello, Mariana Quiroga y María Turull inspeccionaron la Casa Rosada, enviadas por la Comisión que preside Teresa de Anchorena. La Administración de Servicios Generales de la Presidencia de la Nación, que se encarga de la Casa Rosada, había pedido asesoramiento para intervenciones que planeaban hacer en el subsuelo, el primer y segundo piso, y la terraza del edificio. Como lo de monumento histórico es una figura legal, pedir un parecer de la Comisión antes de meter mano a los edificios es de rigor. Las inspecciones resultaron en un informe de 25 páginas presentado por las arquitectas y aprobado por la Comisión.
Lejos de permitir que se demoliera la escalera que se terminó demoliendo, el informe recomendaba despejar agregados que, pese a las sucesivas restauraciones de la Casa, siguen ahogando muchos ámbitos. La terraza, por ejemplo, está cribada de antenas, cabinas, cableríos y cajas de todo tipo, por no hablar de tallercitos y otros agregados. Por todo el interior se sigue apreciando la irrefrenable tendencia estatal al “sucucheo”, la constante subdivisión de ambientes en sucuchos, casi siempre por divisiones con paneles. Y la Casa Rosada es un gran muestrario de intervenciones torpes hechas con materiales improcedentes. El informe es una larga lista de estos pegotes que se recomienda retirar.
Y al final, en la página 25 que resume las conclusiones, dice que se recomienda conservar la escalera y “los componentes ornamentales, carpinterías, herrajes, solados, molduras de yeso, escalones de mármol, barandillas de herrería, luminarias, acabados superficiales, etc, que la caracterizan”. Como se ve, la lista es exageradamente detalladas, una precaución normal para que luego no digan que como no estaban los peldaños de mármol, por ejemplo, entendieron que sí podían sacarlo.
Pero los encargados de la Casa en esa época no hicieron caso e igual se cargaron la escalera. Ahora le echan la culpa a la Comisión, que rápidamente difundió el informe, como para que quede en claro quiénes fueron los que destruyeron el patrimonio y, de paso, quebraron la ley.