Una actriz trans –que no podría ser “madre ni estando mal de la cabeza”- adopta un niño de seis años junto a su marido, un abogado homosexual. Ese niño seropositivo –que no conoció a su padre biológico y cuya madre se suicidó cuando descubrió que lo contagió de Sida- fue criado por los abuelos maternos, hasta que el abuelo mató a su esposa y luego se suicidó. Tesis sobre una domesticación, novela de Camila Sosa Villada que integra la colección Biblioteca Soy de Página/12, desnuda la fragilidad de los vínculos y los acuerdos “invisibles”, no exentos de violencia, que se tejen en torno al matrimonio y las parejas. La escritora y actriz cordobesa despliega interrogantes sobre la maternidad, la paternidad y la orfandad con una curiosidad ilimitada por intentar dar cuenta del abismo entre los deseos y las experiencias, entre lo imaginado o soñado y lo que sucede en la trastienda familiar. La aparente felicidad inicial de “la vida resuelta” estalla. “Las piernas, el corazón, su travestismo, su familia, todo le pesa entonces como nunca le había pesado. Y ser huérfana también”, advierte la narradora.
Su primera novela, Las malas (Tusquets), se convirtió en uno de los acontecimientos literarios del 2018, con traducciones a varios idiomas. Y Sosa Villada (La Falda, Córdoba, 1982) confiesa que cuando se edita un libro “tiene la necesidad de salir a defenderlo, como cuando a tu hijo lo atacan en la escuela”. Liliana Viola, directora de la colección, le sugirió que en la novela apareciera un capítulo que se titula “Apuntes históricos sobre la maternidad travesti”, donde se recuerda a Mariela Muñoz (1943-2017), la primera madre trans. “Yo quería dar un pantallazo para que se vea que las travestis empezaron mucho tiempo atrás a ejercer la maternidad”, cuenta la escritora.
--Liliana Viola plantea en el prólogo que sos una escritora a la que sistemáticamente se le busca “la pata autobiográfica”. ¿Por qué te parece que intentan siempre conectar tu escritura con tu vida?
--Te voy a leer un fragmento de un libro maravilloso que editó Cactus, ¿Qué dirían los animales si les hiciéramos las preguntas correctas?, que es de Vinciane Despret. Mirá lo que ella dice sobre un video en el que se muestran a unos elefantes que están pintándose; además en las primeras páginas dice algo así como muéstrame un elefante que realiza lo que los autores de la película llamaron un autorretrato; en este caso un elefante muy estilizado que tiene una flor en la trompa; piensan que son elefantes que han aprendido a pintar, tal vez de memoria con su trompa. “Queda por elucidar qué autoriza a los comentaristas a bautizar autorretrato a ese lienzo. Un extraterrestre que asistiera al trabajo de un hombre dibujando de memoria el retrato de un hombre, ¿también estaría tentado de hablar de autorretrato? En el caso de nuestros comentaristas, ¿se trata de una dificultad para el conocimiento de las individualidades o de un viejo reflejo? Yo me inclinaría por la hipótesis del reflejo; el hecho de que cuando un elefante pinta a un elefante esto se perciba automáticamente como un autorretrato se debe sin duda a esa extraña convicción según la cual todos los elefantes son sustituibles entre sí. La identidad de los animales se reduce a menudo a su pertenencia a la especie”. Yo me estoy aquí comparando con el elefante; es como si las travestis no pudiéramos ser singulares y siempre tuviéramos que hablar de la historia que nos toca y no poder hablar de nuestro propio rollo, de lo que nosotras pensamos del mundo, incluso de lo que pensamos de la sociedad; en las estructuras en las que se apoya una sociedad como la nuestra. Por eso pretenden encasillarme en cierta cosa autobiográfica.
--Aunque la narración está en tercera persona, da la impresión de que esa voz narrativa está pegada a la nuca de la “madreactriz”. ¿Por qué elegiste una tercera persona narrativa?
--Yo tenía ganas de escribir y describir, como una cámara que va registrando lo que acontece en ese mismo momento. Como si la a actriz la persiguiera una cámara. Es una tercera persona narrativa que toma partido por uno de los personajes.
--En un momento de la novela, el niño le pregunta a la asistente social ¿qué quiere decir ser travesti? Y la psicóloga responde que es “una mujer con pito”.
--Cuando estaba escribiendo, surgió la pregunta qué quiere decir ser travesti para ver cómo podía resolverse y decirle al niño que ella era trans; que iba a ser adoptado por una travesti. Me parecía importante cometer la estupidez que comete la psicóloga, que es decirle “una mujer con pito”, como si todo se resolviera tan solo en la cuestión estructural de un cuerpo, porque uno podría decir “es una mujer con pito y con tetas”, “es una mujer con pito y con barba” o “es un hombre que se viste de mujer” y cualquiera de todas esas respuestas –el niño piensa que es una estupidez lo que le están diciendo- hablan de una simplificación de una identidad, como si todo solamente pasara por el cuerpo. Luego se ve que esta mujer es travesti hasta en su historia, en su perspectiva de familia, de vida, de cómo ella se detiene a mirar a sus afectos, a su esposo, a su madre; es decir que el libro va respondiendo, supongo, algunas de esas preguntas. Esa respuesta de “una mujer con pito” era para mostrar la estupidez y la liviandad con la que se habla de nuestra identidad.
--“La actriz deber dar la impresión de ser un animal que pierde sangre”, escribió Jean Cocteau en el prólogo de su obra La voz humana. ¿Qué impresión debería causar una escritora?
--Yo supongo que lo que Cocteau quiere decir en esa especie de didascalia que él da en el prólogo de La voz humana es que tiene que poder verse la herida de ese personaje, tiene que poder verse que la actriz está verdaderamente lastimada. No pueblo hablar de todas las escritoras porque cada escritora tiene su singularidad, pero mi escritura quiere dar cuenta de que tiene muchos puntales sosteniéndola; es decir que está mi vida y está esa especie de desfachatez sintáctica, esa desfachatez para producir errores en la escritura que van surgiendo y confundiendo al lector, como una especie de virus que nunca se puede atrapar del todo, como el virus del sida y esos virus que van mutando y nunca se los puede remediar. Esa es la impresión que tengo de mí misma, como si nunca me pudieran alcanzar o descubrir del todo, aunque yo siempre estoy hablando de la paternidad, de la maternidad, del travestismo; no voy mucho más allá de esos temas. Como escritora puedo ser todo lo camaleónica, impredecible e ingobernable que se pueda. Esa es mi intención sobre la impresión que quiero causar como escritora.