El 16 y 17 de febrero se llevó a cabo en La Haya el primer simposio sobre distribución global y economía política detrás del financiamiento externo (AIDSOCPRO, en inglés). ¿En qué medida la ayuda internacional está contribuyendo al progreso de los países en desarrollo? ¿Es significativa esa ayuda en la distribución y re-distribución del ingreso a nivel mundial? ¿Cómo afecta esto a la política social local? ¿Y a políticas productivas? Estas son algunas de las preguntas que los participantes –economistas heterodoxos de todo el mundo– intentaron responder, convocados por el International Institute of Social Studies.

Jan Kregel (Levy Institute), Rob Vos (FAO) y Jimi Adesina (UNRISD) plantearon que la ayuda internacional, especialmente en los países de menores ingresos, más que beneficiarlos, termina fragmentando y condicionando a los gobiernos. Diversos estudios que se presentaron durante la jornada demostraron que en el corto plazo la ayuda puede ser efectiva en algunas variables sociales. Sin embargo, la ayuda se interrumpe si los gobiernos no permiten a los donantes incidir en las decisiones de política local. 

Particularmente para Kregel, la forma en que el sistema de ayuda y financiamiento internacional están planteados representa un oxímoron. Los países desarrollados otorgan la ayuda para que los países en desarrollo “vuelvan” a un equilibrio en el que nunca estuvieron. La ayuda llega con la condición de ser utilizada en todo salvo en lo que se necesita (financiamiento de producción local y/o afrontar pagos de deuda). A su vez, aunque el FMI ya no actúe necesariamente como prestador, sí cumple un rol de “garante” para los donantes, exigiendo el seguimiento de sus lineamientos macroeconómicos, ahora plasmados en las “Estrategias de lucha contra la pobreza” de cada país.

La mayoría de los expositores coincidieron en que los países en desarrollo ya cuentan con recursos propios para construir su sendero de desarrollo. Existen muchas fuentes alternativas locales de financiamiento, que no son bien vistas por los donantes pero que también han sido utilizadas en los países desarrollados históricamente: excedentes en las reservas internacionales, reformas progresivas de los impuestos, mayores gravámenes a los recursos naturales así como sostener déficits fiscales cuando sea necesario.

Ajuste

Isabel Ortiz (OIT) compartió su investigación global en la que demuestra que la gran mayoría de los países sí tienen espacio fiscal para invertir en protección social y desarrollo si consideran estas fuentes. Sin embargo, reconoció que estamos frente a una nueva ola de hostigamiento hacia ellas. En 2016, 132 países (entre ellos la Argentina) enfrentaron “presiones/discursos de necesidad de ajuste fiscal” y 105 realizaron reformas a sus sistemas de pensiones por tal motivo.

Además, el trabajo de Ortiz demuestra que, a pesar de las ayudas, el flujo de riqueza que va de sur a norte sigue siendo mucho mayor que el registrado de norte a sur. En 2014, el resultado neto del flujo financiero del “global south” fue de 970 mil millones de dólares a favor de los países desarrollados,que se fueron en forma de pagos de servicios de deuda, remisión de utilidades e inversiones en mercados de capital.

Por su parte Jomo Kwame propuso volver a centrar el foco de la distribución global del ingreso en el comercio y la propiedad. Para el economista malayo, la tesis Prebisch-Singer sobre precios internacionales sigue más vigente que nunca, agregando que hoy los términos de intercambio también son decrecientes para los productos industriales estandarizados como los que se producen en el sudeste asiático. Además, planteó que, si el origen de la desigualdad reside en la propiedad, la redistribución global tiene que ser entonces sobre la misma.

Hablar de redistribución también es hablar de impuestos y su evasión a nivel mundial. Manuel Montes (South Center) planteó que el sistema global de impuestos posee todavía una configuración colonialista y que hoy carece de sentido no pensarlo a escala internacional. En ese contexto hay que prestar especial atención al sistema de patentes como principal fuente de ingresos de la propiedad del futuro y a los paraísos fiscales que transforman “billones en millones”. Los Panamá Papers demostraron la debilidad de los planes propuestos por la OCDE contra la erosión de la base tributaria, ya que estos no abordan los principales problemas que tienen los países en desarrollo para cobrar impuestos a las multinacionales.

Argentina

Durante las exposiciones, la Argentina fue puesta como ejemplo varias veces. Se resaltó positivamente el avance que el país tuvo en la última década en materia de impuestos corporativos, en la extensión de la protección social y en el uso de financiamiento interno para el desarrollo. Sin embargo, también fue ejemplo por los malos motivos, a la hora de describir cómo el resucitado discurso conservador sobre la corrupción “natural” del Estado y la necesidad de ajuste está siendo aplicado de manera simplista para recortar las posibilidades de desarrollo. Se puso en duda la “insostenibilidad” que el gobierno dice enfrentar: ¿Cómo puede ser que un país rico en recursos y con un gran espacio fiscal como Argentina está diciendo que no alcanza a financiar la seguridad social?

Jan Kregel puntualizó además que el gobierno argentino realizó durante 2016 un conjunto de políticas (fuerte devaluación, ajuste indiscriminado de tarifas y eliminación de las retenciones) que al haber sido aplicadas de manera simultánea tuvieron un profundo impacto recesivo. Hoy el gobierno está esperando inversiones que no llegarán con un nivel de consumo y actividad aplastados por el propio modelo aplicado.

* Economista UBA. International Institute of Social Studies, La Haya, Países Bajos.