La política del odio y el periodismo de guerra siguen en pie en la Argentina. Si alguno pensó que el gobierno de Alberto Fernández
contaría con el beneficio de la espera, de los llamados cien días de gracia, se equivocó. Acaso la ley de emergencia alimentaria fue como salir con los tapones de punta, pero no era para tanto. Las reacciones de la oposición fueron desmedidas y abarcaron otros temas, no sólo el de la mencionada ley. Es posible que Alberto aún crea que puede ser el candidato de la unidad de los argentinos, tal vez en una gran demostración (que irritó a la militancia) de esos propósitos se lo sentó a su lado a Martín Caparrós durante la última reunión de famosos contra el hambre. Pérez Esquivel y Estela Carlotto quedaron a un costado. No tengo nada especial contra Caparrós. Hasta fui decisivo para darle el premio Planeta y hasta di un testimonio de la calidad de su novela ante un público bullicioso más interesado en devorarse los sabrosos canapés que en la literatura argentina, de la que la novela de Martín, Valfierno, era una excelente muestra. Pero Martín no se privó de escribir nada contra Cristina Kirchner, aquí y en otros países. Ahora forma parte de un gobierno del que ella, Cristina, es vicepresidenta. Cierto es que a Martín le interesa el tema del hambre. Cierto es que hasta escribió un libro sobre el tema y se lo dio en Madrid a Alberto en un gesto que ha dado sus frutos. Pero supongamos que dentro del concepto de unidad nacional todo sapo es tragable. Bienvenido, pues, Martín a las filas del denostado populismo.
Los que no tienen perdón, los que han mostrados sus feroces dientes a menos de dos semanas (y antes) de gobierno son los llamados políticos de la oposición. ¿Quién la puso a Patricia Bullrich en la presidencia del PRO? No alguien que pensara en la unidad nacional. Seguramente fue el mismo Macri que ahora hace turismo futbolístico por parajes remotos. No hay ni habrá unidad nacional. Alberto mismo –en su memorable discurso inaugural- dijo que la unidad no era la eliminación de las diferencias. Tampoco era algo que necesitara decirles a los diputados y ex funcionarios de Cambiemos. Quienes mantienen su odio, su beligerancia extrema intactxs. Bullrich, por insistir con ella, instigó a tirar toneladas de piedras a los congresistas el primer día del tratamiento de la ley de emergencia. Si ella, que es la presidenta del PRO, dice tal atrocidad ¿qué quedará para los demás? Laura Alonso comparó a Evo Morales con los nazis. Ernst Röhm, el jefe de las SA, estuvo en Bolivia, acaso alguna mala semilla dejó para que la hiciera florecer Evo. ¡Evo nazi! Todo disparate es posible para el odio. Carrió (¿no iba a abandonar la política?) dijo que habría de recurrir a la OEA para quejarse de la persecución que, según ella, sufre. Eligió bien. La OEA es un organismo antidemocrático al servicio de Trump. Tuvo mucho o demasiado que ver con el golpe en Bolivia. El inefable Fernando Iglesias sigue guerreando en la vanguardia de las turbas desestabilizadoras. ¿Con quién va a hacer la unidad Alberto? ¿Con Mario Negri, con Cornejo, que lo mandó a la mierda a Pablo Duggan?
Alberto tendrá que gobernar con mucha gente en contra, gente que le pondrá palos en la rueda. Como sea, sabe cómo gobernar y sabe qué quiere hacer. Su famosa frase “entre los Bancos y los jubilados elijo a los jubilados” sigue con total vigencia. También sigue vigente su concepto de empezar a arreglar la economía desde abajo para llegar a los que están arriba. Desmintiendo, así, la teoría neoliberal del derrame. Que dice: primero hay que llenar la copa y después vendrá el derrame para los demás. Primero son los pobres, los que nada tienen, los que suman casi el 41 por ciento del país. Ellos ante nada.
Como los de abajo son los más perjudicados por los excesos policiales habrá que impedir la doctrina del gatillo fácil. Y su extensión: la doctrina Chocobar, matar por la espalda. Además, no se les dará comida a los hambrientos, se los sumara a la mesa ciudadana. También se buscará limpiar la justicia, suprimir los sótanos de la democracia y se intervendrá la AFI. Nada de esto será fácil. Porque se dará en medio de la escasez. De la enorme deuda externa que dejó Macri y es la roca más pesada que el nuevo gobierno debe afrontar. No pagarla, como dice la izquierda, es puro infantilismo pseudo revolucionario. La izquierda siempre propone lo imposible para estar en la vereda de enfrente de los que intentan lo posible, que es el arte de la política. Y ahí, en esa vereda, terminan siempre junto a la derecha, funcionales y torpes, perdidos en la neblina de las ideologías maximalistas.