Por momentos impactan el trajín en que está sumido Alberto Fernández
, al igual que la firmeza y elegancia con que la Vicepresidenta maneja el Senado. Impacta incluso el trabajo mancomunado de Máximo Kirchner y Sergio Massa en Diputados. Y también entusiasma la paciencia alerta por parte de la sociedad argentina mayoritariamente dispuesta a confiar renovando la esperanza. Son ingredientes necesarios para revertir el espanto que dejó el neoliberalismo macrista.
Lo anterior enumera, velozmente, algunas virtudes necesarias para este hora: paciencia, astucia, firmeza, mesura, serenidad, son necesarios y parecen estar funcionando, aunque en algunos aspectos cueste ver claro. Por caso en materia ambiental, donde las primeras medidas dieron pie a inocultables cuestionamientos: la depredación de bosques; la vía libre para el glifosato y las fumigaciones aéreas; y algunas designaciones de personajes cuestionados en posiciones claves, resultan preocupantes.
Pero nada de eso reduce el apoyo al nuevo gobierno, que es como un bebé nacido con forceps y en la cocina, lleno de amor y esperanza, pero expuesto a males sombríos. Y cuyo crecimiento requiere decisión, confianza y trabajo, cualidades que Alberto viene demostrando. Su gobierno va bien a pesar de todo. No es perfecto –nada lo es, y menos en política– pero es firme en el rumbo que el país necesita y por eso hay que apoyarlo y esperarlo. Un año como mínimo, para hacer balances, y sin dejar de señalar posibles errores, pero sobre todo acompañando con buena leche.
Sólo así, entiende esta columna, podrán sobrellevarse decisiones que no gusten. La vía libre del radicalismo mendocino a la megaminería, por ejemplo, con muchos votos del FT, y los permisos para utilizar sustancias químicas como cianuro, ácido sulfúrico y otras que contaminarán brutalmente las aguas de todo el país, sin duda afectarán incluso a la importante y emblemática industria vinícola. Y no sólo en Mendoza sino en toda la Cordillera de los Andes, desde Cafayate a Neuquén y Río Negro.
Lo que está claro es que si alguien en el gobierno nacional piensa o cree que con megaminería contaminante y extractivismo salvaje se va a resolver la crisis del hambre, hay que decirle que está equivocado como hay que ayudarlo a repensar la cuestión. Sin agua limpia y sana, y en cambio con cianuro y glifosatos, el drama no será sólo el hambre, sino la enfermedad y la muerte. Por eso en estos días se encendieron alertas al cuestionar, por ejemplo, al Sr. Alberto Hensel designado Secretario de Minería, presuntamente presentado por el gobernador sanjujanino Sergio Uñac. Sus antecedentes lo colocan del lado de empresas de horrible trayectoria, como la Barrick Gold. Lo que augura más extractivismo minero, que es la contrapata, digamos, de los agronegocios. El fracking, como el glifosato, simbolizan un modelo perverso que por fortuna genera resistencias a lo largo y a lo ancho del país. Pero el hecho de que Alberto haya nombrado a funcionarios alineados con corporaciones mineras, transgénicas y petroleras, si bien no autoriza a hacer silencio ante esas designaciones tampoco debe conducir a oposiciones radicalizables.
La explotación de recursos naturales que conllevan daños y hasta desastres ambientales, sanitarios y sociales siempre es grave. En el ministerio que sea, desde Ciencia y Producción hasta Agricultura y Salud, y ni se diga en YPF, el modelo extractivo está muchas veces ligado a formas de corrupción y atropellos, y no es garantía de paz en un país como la Argentina, donde a más del drama social llevado al paroxismo por la bestialidad macrista, las riquezas nacionales más importantes –aparte de la tierra hiperconcentrada en manos de unos pocos latifundistas, muchos de ellos extranjeros– son el oro, la plata, el litio, el uranio y el petróleo. Conjunto lingüistico que hace jugar al vocablo "agronegocios" con "megaminería" y "fracking", todos ellos pervertidores de la política, la economía y sobre todo la paz social.
Cierto que también resulta inquietante ver al Presidente sonriendo en una foto junto al máximo jerarca de los mentimedios argentinos. Como en otra foto verlo sentado junto a un opositor feroz cuya función periodística sobrada de mala leche nos hizo tanto daño en España y el mundo. Y en una tercera foto verlo departiendo con el Sr. Mindlin, que tantos buenos servicios y negocios hizo con Macri y su amigo Joe Lewis. Pero estos no son, no deben ser, "sapos que hay que tragar". Deben ser y son, en todo caso, reconocimientos a una parte del estilo presidencial que puede no gustarnos, o quizá son meros productos de estúpidas torpezas o dobles juegos de "asesores" o "influyentes" que están más cerca del presidente de lo que la gran masa del pueblo querría. Pero no por ello, en ningún supuesto, correspondería condenar a Alberto, a quien en todo caso es bueno y contributivo señalarle estas cosas. Que seguramente y hasta donde esta columna sabe, sí lee y le importan.
Circuló estos días un atendible y certero mensaje en redes, sin firma, de una mujer que se declaraba "harta del fuego amigo" y que con razón se preguntaba qué podía esperarse de una sociedad cuyo 40% apoya y ya siente nostalgia de un contrabandista mafioso y además vago y ladrón. Y se preguntaba también qué esperar de una sociedad cuyos medios masivos de incomunicación están en manos de mentirosos irrecuperables, por derecha, y por izquierda dirigentes delirantes, mayoritariamente jóvenes, que contribuyeron al triunfo de Macri en 2015 y ahora votan en el Congreso otra vez junto al macrismo en muestra de repugnantes coincidencias objetivas.
Nosotros, los que luchamos a brazo partido y sin darnos tregua durante los últimos cuatro años para derrotar al macrismo, tenemos el deber de defender a nuestro presidente en estas horas. No importa si se equivoca en algunas decisiones; está acertando en casi todas: la política de salud con un ministro competente como Ginés; los aumentos en las AUH y las jubilaciones mínimas; el reinicio de las paritarias; el freno a la fuga de dólares y ahora la segmentación de retenciones a la exportación agrícola. Un balance positivo.
Es de zonzos y canallas ponerse justo ahora a puristas, cuando junto a Alberto hay gente como Vanoli, Mercedes, Marco Lavagna en el Indec, Forster y Dora Barranco asesores cercanos, y tantas figuras más como Adriana Puiggrós en Educación junto a Nicolás Trotta. Y ahora la ley de Solidaridad, toda sensatez, un lujo para un Congreso que renace de las ruinas que dejó el macrismo.
En fin, que sí hay contradicciones –como era de esperar en un gobierno de difícil unidad, que eso es el Frente de Todos– pero también hay decisión, mesura y un rumbo general que sigue siendo esperanzador.