La de mañana será una de las mejores Nochebuenas para los hinchas de Argentinos Juniors, que seguramente se gasten algún deseo pidiendo la continuidad del buen presente futbolero de sus equipos: líderes de la Superliga y del torneo femenino de Primera B. Y, sin embargo, cualquier hincha del Bicho que se precie de serlo sabe que el arbolito más colorido que vio y el pan dulce más rico que probó existieron hace exactamente 35 años, cuando su equipo salió campeón del Metropolitano ‘84, conquistando el primer título de su gloriosa historia, y el fútbol se robó todos los  sentidos, los festejos y las sonrisas en La Paternal.

Carmelo Villalba y Miguel Angel Lemme recuerdan que el partido de la consagración, aquel triunfo 1-0 sobre Temperley del 23 de diciembre de 1984, terminó cuando todavía faltaban unos minutos por jugarse, ante la invasión del público que quería celebrar. "Ya estaba, igual, no nos iban a ganar en cuatro minutos", le dice el que manejaba la banda derecha de aquel primer Bicho campeón. "Ah, ¿no? Mirá a River con Flamengo", le refuta Lemme, antes de sonreír ante una foto suya de aquel día, ya en calzoncillos, a puro festejo.

"Alguien que lo ayude a Quique que no puede subir las escaleras", lo cargan a Vidallé, el dueño del arco y uno de los más grandes de aquel plantel. "Por suerte estábamos nosotros, los chicos, para equilibrar un poco el promedio", suelta pícaro Adrián Domenech, capitán de la formación gloriosa y exponente del semillero que se hizo conocido en el mundo.

Domenech se señala en la imagen del Museo del Bicho (foto Alejandro Leiva).

Llueve sobre el césped de La Paternal y Roberto Saporiti, el que manejaba los hilos desde afuera de la línea de cal, se mete en la cancha y recuerda -a sus 80 años- alguna escena de aquellos días, bajo la mirada atenta y respetuosa de esos cuatro hombres a los que llevó a la consagración. Líbero los juntó para recordar el primer título de Argentinos, la llave futbolera de una época que los tuvo en lo más alto y, aún a la distancia, les vale el entrañable cariño de cualquier apasionado por el buen fútbol.

-¿Con qué se encontró cuando llegó a Argentinos, Roberto?

-Roberto Saporiti: Don Angel Labruna, que tenía un espíritu de grandeza, había dejado una gran base del equipo que después salió campeón, como Villalba, Pavoni, Adrián (Domenech), Checho Batista, Panza  Videla, Castro, Pasculli y Ereros. Yo sabía que había una gran base técnica y llegué con el objetivo de evitar el descenso, porque el equipo sintió mucho la desaparición de Don Angel (NdeR: falleció en septiembre del '83, cuando entrenaba al equipo). Terminamos el '83 y yo tenía una gran confianza si, a esa base técnica, le sumaba experiencia y jugadores que hubieran salido campeones. Así tuvimos la suerte de incorporar a Olguín, a Pellegrini, a Commisso, a Jota Jota López, a Morete, a Quique (Vidallé). Era muy fácil tratar a esos jugadores, se manejaban solos. Y tenían una personalidad tremenda: en el banco, un tiempo estuve acompañado por Morete, el Cabezón Lemme, Jota Jota López... No era fácil, eran pesos pesados. El plantel, además, contó con dos personas fundamentales: el profe Alvarez y el doctor Avanzi.

-Carmelo Villalba: Todos los que estaban afuera siempre tiraban para el mismo lado.

-Adrián Domenech: Eramos un gran grupo. Y hubo una idea que bajó el técnico y a la que nosotros adherimos. No es que hacíamos caso nada más a lo que nos decía sobre cómo jugar, comulgamos con la misma idea. Adquirimos un funcionamiento, sabíamos lo que teníamos que hacer adentro de la cancha y lo hicimos en todas las canchas del mundo. Nunca renunciamos a eso.

Saporiti, con 80 años, se ríe con sus jugadores (foto Alejandro Leiva)

-¿Cuál era esa idea?

-Enrique Vidallé: Jugar al fútbol.

-A.D.: Que la explique él (lo señala a Saporiti y le guiña el ojo).

-R.S.: No tener miedo futbolístico. Eso se los inculqué desde el primer día que fuimos a la pretemporada en Necochea. Les dije: 'Vamos a pelear cada partido como si fuera una final y nos vamos a plantar en todas las canchas'. Hay algo de lo que no se toma dimensión: lo de Argentinos Juniors no se vio nunca en la historia del fútbol mundial. Argentina está considerada una de las tres ligas futbolísticamente más importantes del mundo y Argentinos salió campeón jugando 18 partidos en cancha neutral, en Ferro, y 18 partidos de visitante, sin tener localía propia. A estos jugadores se los ha reconocido, pero creo que no en la medida de lo que hicieron: se pasearon por todo el mundo, fueron campeones de la Libertadores de la mano de Yudica. Hasta el día de hoy muchos siguen insistiendo con que la de Tokio fue la mejor final futbolística de la historia.

-¿Ustedes tomaron dimensión de lo que significaba sacar campeón a este club por primera vez en su historia?

-E.V.: Sí, con el paso de los años nos dimos cuenta. El equipo jugaba bien, y lo digo yo porque los veía mientras jugaban, desde atrás. A ese grupo, el Sapo le dio una identidad. Siempre me acuerdo de una charla: jugábamos contra Independiente y le preguntamos quién marcaba a Bochini. Y dice el Sapo: 'Nadie. Cuando viene, lo marcará el que le toca'. Así se fue formando todo esto.

-¿Y qué era lo que veías desde el arco?

-E.V.: Veía que jugaban muy bien, que tocaban mucho... Vos salías a los partidos y sabías que ibas a ganar. ¿Cuántas opciones teníamos por partido? (les pregunta a sus compañeros) ¿10, 12? Llegábamos con cinco o seis jugadores al área rival. Ni hoy llegan esa cantidad de jugadores al área contraria. Si atacás y llegás con cinco o seis jugadores, sos superior, y este equipo era superior a todos. Además, en el grupo se repartía todo igual, ninguna figura se llevaba nada de más.

-Miguel Angel Lemme: Decidimos que los utileros cobraran el mismo premio que nosotros. Lo impusimos en Argentinos Juniors y después lo hicieron los demás clubes. Nosotros éramos difíciles, pero no teníamos más que algunos roces como cualquier familia. Fijate qué lindo es que, aún 35 años después, nos seguimos juntando. Armamos una familia y ahí se dieron los logros.

Saporiti, Vidallé y Villalba reviven viejas historias (foto Alejandro Leiva)

-R.S.: Estos jugadores se merecían mucho más. Es como lo que pasa con la Masía: para que salga otra vez un Piqué, un Busquets, un Xavi, un Iniesta y un Messi, para que vuelvan a salir esos cinco jugadores, pueden pasar 100 años. Ojalá este Argentinos salga campeón, pero acá, humildemente y sin que nadie se enoje, pueden pasar otros 100 años antes de que se logre un plantel como el de aquellos años, por su clase de jugadores y seres humanos.

-¿De dónde nació ese Argentinos sin miedo futbolístico?

-R.S.: A mí me marcó el Ajax de Holanda. Lo vi por primera vez en el '68 contra el Benfica de Eusebio. El Flaco Cruyff tenía 21 años. Cuando llegué a Argentinos, venía de vivir un tiempo en Europa, a tres kilómetros de Amsterdam y siempre iba a ver los entrenamientos del Ajax. Quería ver cómo trabajaba el equipo en la semana los movimientos que después hacía en el campo de juego. Todo lo que vi ahí, traté de aplicarlo acá, y antes en Talleres de Córdoba. Cuando Quique (Vidallé) decía lo de Bochini, lo que uno intentaba era repartir los esfuerzos con una mayor posesión de pelota. Si la tenemos nosotros, Independiente la iba a tener menos y Bochini también. Uno puede querer aplicar todo eso, pero tiene que tener los intérpretes. Y lo vuelvo a decir: lo fundamental, acá, fueron ellos.

-Eso que le gustaba del Ajax, ¿cómo lo aplicó en Argentinos?

-R.S.: Costó, al principio. Ibamos trabajando cosas puntuales. A la riqueza técnica que había, humildemente, traté de darle movilidad. Les insistía con el pressing, lo que se llama recuperación alta hoy en día. Quique los agarraba del cuello a Castro y a Ereros porque a mí me gustaba presionar sobre los costados y que Pasculli fuera sobre el último hombre. Les pedía que, en la no posesión de la pelota, metieran la diagonal posicionalmente, sin marcar a nadie, porque si el equipo contrario era inteligente y sacaba la pelota, nos iba a querer sorprender pero nosotros íbamos a cerrarles el campo. Se los pedía a Castro y, del otro lado, a Ereros, que eran jugadores muy ofensivos. Hubo esfuerzos de jugadores que quizás no se reconocieron. Otro ejemplo, ¿por qué traje a Olguín? Porque me gustaba un seis que saliera de atrás y un equipo que, con la posesión de la pelota, jugara 3-4-3. Y para hacer eso, tenía que tener un seis de mucha calidad. Cuando él salía, se quedaban Carmelo, Adrián y el Chivo Pavoni.

-M.L.: Fue importante también la aparición del Checho Batista.

-R.S.: Lo del Checho fue espectacular.

-E.V.: Es como dice el Sapo: los cuatro del fondo eran todos buenos. En el mediocampo tenías a Batista, Commisso y el Panza, unos jugadores extraordinarios. Y si necesitabas cortar en el medio, entraba el Cabezón Lemme.

-A.D.: Cada uno sabía qué podía aportar. A los que nos tocó criarnos en este club, teníamos la identidad futbolística asociada con el buen juego, propio de esta institución. Nosotros le prestábamos atención a lo que Saporiti llamaba "las pequeñas sociedades". La mía era con Olguín: él era vistoso y salía tirando caños del área, ¿para qué voy a querer hacer lo mismo que él? ¿qué puedo darle yo al equipo que pueda ser más importante? Eso pensábamos. Yo sabía que el día que las cosas no nos salieran con tanto virtuosismo y técnica, podía contagiar. Esa también era nuestra identidad futbolística: sabíamos qué teníamos que hacer cada uno y como equipo.

-R.S.: Como dice Adrián, Argentinos tuvo una identidad a la que nunca renunció. Cuando se plantó en Tokio, se plantó con esa identidad. En las apuestas, estaba 9 a 1 abajo. Y la Juventus era la base de la Selección italiana, reforzada por Platini y Laudrup, jugadores de una jerarquía internacional importantísima.

-E.V.: Creo que este equipo fue uno de los mejores de la historia del fútbol argentino.

-R.S.: Yo no tengo ninguna duda, y lo discuto con quien quieras. Estuvo entre los mejores del mundo.

-A.D.: Además jugábamos contra grandes equipos de la Argentina. Boca, River, un Independiente muy bueno, un Ferro con grandes jugadores, un Estudiantes del que decían que supuestamente era todo lo contrario, unos "picapiedras", pero tenían a jugadores como Trobbiani, Ponce, Sabella...

-Si bien después vinieron la Libertadores y la final de la Intercontinental, momentos muy importantes para el club, ¿ recuerdan especialmente el título Metropolitano?

-R.S.: Sí, fundamentalmente porque ahí el equipo marcó una identidad, una personalidad, una forma de jugar. Ahí ellos se dieron cuenta de que estaban para más. Esa fue la apuesta y después se sucedieron todas las cosas que conocemos: ganar el Nacional, la Libertadores, la Interamericana. Todo eso se dio a partir de que tomaron dimensión de que podían ganarle a cualquier equipo del mundo.

-M.L.: Venían hinchas de Boca, de River, de todos los equipos, a ver a cómo jugaba Argentinos Juniors.

-C.V.: Nosotros no nos dábamos cuenta en ese momento. Jugábamos como en las prácticas, como nos explicaba Roberto. Después de escucharlos otra vez a él, a Adrián, a los muchachos, son estos recuerdos los que uno se lleva. Ni mis hijos vieron a este equipo, eran muy chicos... Ojalá hubieran podido ver nuestro fútbol.

-R.S.: Hace un tiempo me encontré con (Emilio) Butragueño, a quien dirigí un año en México. El tipo se acordaba que vio jugar a Argentinos Juniors. Y me decía: '¡Qué equipo. inolvidable!'. Y es un jugador de currículum mundial, que anduvo por el gran universo futbolístico. Argentinos fue conocido internacionalmente por dos cosas: por Diego Armando Maradona y por el campeón del '84, ‘85 y ‘86. El club siempre tuvo identidad, pero este equipo dejó su huella en el mundo. Fue una cosa excepcional. 

Argentinos sale a la cancha para enfrentar a Temperley. El Bicho ganó 1-0 (foto Alfredo Hernández).

Hasta la última fecha

La fabulosa memoria de Roberto Saporiti es refugio hasta de los detalles del nacimiento de aquel equipo de Argentinos. "En el club tomábamos el micro que nos llevaba a entrenar, ahí por los Bosques de Palermo, en diagonal a GEBA. Ibamos con el Profe Alvarez y ellos jugaban ahí como si estuvieran en el Nou Camp de Barcelona", recuerda el entrenador. Si el legado futbolístico de buen pie que dejó el equipo de La Paternal es de dominio público, quienes lo forjaron también quedaron con huellas de esos buenos tiempos del Bicho. Domenech cuenta que, cada vez que pasa por aquel lugar, baja del auto para tocar el tronco de los árboles entre los que se estacionaba aquel micro de escuela.

La consagración, paradójicamente, fue en la cancha de Ferro: Argentinos hacía de local justamente en el estadio del equipo de Caballito, rival por la obtención del Metropolitano -junto a Estudiantes de La Plata- hasta la última jornada. Aquella fecha 38, los fanáticos del Bicho estuvieron pendientes de lo que sucedía en La Plata hasta que el final 1 a 1 entre el Verde y el conjunto albirrojo le dejó toda la responsabilidad a los suyos.

El equipo que finalmente se consagró el 23 de diciembre de 1984, tras vencer a Temperley por 1 a 0 con gol de Jorge Olguín (de penal), marcó 69 goles en 36 partidos. Ese día formó con: Enrique Vidallé; Carmelo Villalba, José Luis Pavoni, Olguín, Adrián Domenech; Mario Videla, Sergio Batista, Emilio Commisso; José Castro, Pedro Pasculli y Carlos Ereros. Aquel plantel histórico lo completaron Miguel Angel Lemme, César Mendoza, Carlos Manuel Morete, Carlos Olarán, Jorge Pellegrini, Juan José López y Claudio Borghi.