La serie de M. Night Shyamalan”. Así se le viene diciendo a Servant, desde que la flamante plataforma Apple TV anunció su puesta online. “La serie de M. Night Shyamalan y Tony Basgallop” sería una definición más adecuada. El director de Sexto sentido es productor ejecutivo y dirige dos episodios de la primera temporada. Coproductor ejecutivo y guionista de la serie, Basgallop es conocido por haber desempeñado antes similares roles en las dos últimas temporadas de 24 (2014 y 2017), así como en la serie británica de espionaje Berlin Station (2017). Servant es una de las series con las que el canal online Apple TV salió a la palestra, en noviembre pasado. Todo un suceso, algunos dicen que Servant tiene el característico “toque Shyamalan”. Otros sostienen, en cambio, que por suerte no tiene ese toque. En lo que todos coinciden es en que la serie es compacta, extraña y sorprendente, y Apple le ha brindado su apoyo, anunciando --antes incluso de poner la serie online-- que habrá una temporada 2020. Shyamalan, algo más ambicioso, aspira a que Servant dure seis temporadas. Dependerá del éxito.

Actualmente online, Servant consta de diez episodios de media hora. Apple TV sube un nuevo episodio todos los viernes. Quien no quiera o pueda pagar la cuota mensual tiene dos opciones. La primera consiste en aprovechar la oferta, actualmente en curso, de un mes de suscripción gratis, adhiriendo en los últimos días de enero, cuando la serie haya completado su primera temporada, y verla allí de un saque. La otra es, claro, el viejo y querido torrente de descargas, que permite ver lo que uno quiera, cuando quiera y sin invertir un peso. La duración “de sitcom” de cada episodio colabora con la concentración dramática, narrándose sólo lo esencial, sin rellenos, desvíos o derivaciones. Una peculiaridad de la Season 1 (se anuncia que no sucederá lo mismo en las próximas) es que transcurre íntegramente dentro de un espacio cerrado. Claro que no se trata de un mísero sucuchito sino de la impresionante casa de dos plantas de los Turner, un matrimonio sin hijos… O, bueno… tal vez tengan uno, ése es el quid de la cuestión.

La pelirroja Dorothy (Lauren Ambrose) y su marido Sean (Toby Kebell) perdieron a su criatura a los trece meses de vida, un año atrás. Sean más o menos se repuso, Dorothy no. Como forma de afrontar el duelo, los terapeutas le recomendaron la adopción de lo que se llama “objeto transicional”, que en realidad (en la realidad fuera de la serie) designa al objeto (desde un trapito hasta una muñeca) que le permite al bebé suplir la ausencia de la madre. Aquí el concepto se invierte, y conviene no decir nada más para no espoilear el centro mismo de la trama. Servant se inicia con la llegada de una niñera a la mansión (brownstones, las llaman en Filadelfia, ciudad donde Shyamalan hizo transcurrir cada una de sus producciones) de los Turner. Llega en medio de la noche y bajo una tormenta se diría que de los mil demonios. Cuando Dorothy la hace pasar la chica se queda muda, primer indicio de la incomodidad que signará la convivencia entre los tres. Se llama Leanne (Nell Tiger Free, conocida por su papel de Myrcella Baratheon en Juego de tronos) y la atropellada Dorothy no se ocupó de investigar su pasado. Sean desconfía, sobre todo cuando la ve rezando de rodillas y en el momento en que ella cuelga una extraña cruz de soga sobre la cunita del “bebé”.

Leanne es la persona del título, un término que suena como de tiempos feudales a oídos occidentales. ¿Será tal vez que para el sistema de castas de la India, de donde proviene Shyamalan, resulte menos ofensivo? Hay un cuarto personaje en Servant: Julian, hermano de Dorothy, a quien interpreta un crecido Rupert Grint, el Ron Weasley de Harry Potter. Julian se ocupará de investigar pasado y presente de Leanne, por pedido del desconfiado Sean. Lógicamente que las cuatro paredes y las luces siempre tenues de la mansión Turner colaboran con la sensación de encierro. Y de gato encerrado. Ante el encierro Dorothy huye, como huye de los malos recuerdos. A la mañana se va a su trabajo como movilera de televisión y vuelve bien caída la tarde, cuando Sean tiene lista la comida. Sucede que Sean es chef de primera línea y asesor de un restorán, por lo cual trabaja en casa. Y prepara exquisiteces, de esas que los mortales pueden paladear con suerte en algún casamiento triple A. Y se aventura por terreno desconocido, como el día que ensaya un helado de langosta.

La comida cumple una función dramática en Servant. Dramática y humorística, como lo que llamaremos “episodio de las anguilas” y nada más, para no restar disfrute. O el día de los grillos, también. La base de la inquietud que despierta Leanne reside en que su personaje no tiene fondo: es una máscara, rígida y hiératica, pero puede convertirse fácilmente en una bella mujer deseante, tanto como en una suerte de animalicida alegre y resuelta. Ciertos indicios hacen pensar que Leanne tomó el trabajo por admiración hacia Dorothy, lo cual podría convertir a Servant en una inesperada derivación de La malvada, la película que narra la fascinación de una segundona (Anne Baxter) por una estrella (Bette Davis). Existe, por otra parte, una serie previa que hace foco en la misma cuestión del “objeto transicional”. Se llama El niño, es de 2016 y se la puede ver en Netflix. Imposible pensar que Shyamalan y Basgallop no se hayan “inspirado” en ella. Pero la mejoraron, sin duda. Así como la idea de la intrusa potencialmente peligrosa estaba en La huérfana (2009).

El cuerpo está en juego en Servant: las mastitis que sufre Dorothy por no haber podido seguir dando de mamar, y las estrías que tiene todavía en la panza; las astillas que se le clavan a Sean en el segundo episodio, incluso en la garganta. El trabajo de puesta en escena es preciso, específico y, en ocasiones brillante. Como las dos veces en las que la cámara vincula tres zonas o personas mediante dos paneos cortos, en el primer episodio dirigido por Shyamalan (lo mejor que hizo desde El protegido), o la bella, sutil y nada ostentosa basculación de la cámara, en otro episodio, cuando Sean se despierta algo desorientado a la mañana. Como en nueve de diez series contemporáneas, las actuaciones son brillantes. Comenzando con la espectacular Lauren Ambrose (nominación al Emmy clavada), que vive con los ovarios en la garganta, con un nivel de excitación semejante al del Pato Lucas. Pero no es una actuación exterior, hecha para el puro lucimiento personal. Todo lo contrario, es la ideal para transmitir lo que le ocurre al personaje. Calmo, equilibrado y perplejo ante la situación, Sean es el contrapeso perfecto para su descompensada esposa. Pasando sin aviso del hermetismo pío al arrebato de sexualidad, Leanne resulta alternadamente monacal y corporal. En el bebedor y mujeriego Rupert Grint treintañero, finalmente, resulta imposible reconocer a aquel pelirrojito acomplejado e inseguro de Harry Potter.