Si el mes próximo el Golden Globe a mejor banda de sonido se lo lleva el film Joker, su compositora, la excepcional cellista islandesa Hildur Guðnadóttir, habrá hecho historia al convertirse en la segunda mujer en conseguir el laurel en sus 77 ediciones. Primera en obtenerlo en solitario, dicho sea de paso: Lisa Gerrard tuvo que partir su estatuilla con Hans Zimmer, con quien co-creó el soundtrack de Gladiador. Un dato que tristemente se ajusta al muy desbalanceado panorama general: la musiquita de las 250 películas más vistas en Estados Unidos en 2018 fueron compuestas en un 94 por ciento por varones. Y entre 2007 y 2017, solo 16 mujeres -contra 1200 tipos- fueron contratadas para símil función. Futurología aparte (HG es la gran favorita de la terna), vale volver sobre el estupendo año que ha tenido esta singular artista, responsable de dos de las bandas sonoras más comentadas de 2019…

Para grabar el soundtrack de la serie sensación Chernobyl -por el que ganó un premio Emmy y podría hacerse de un Grammy-, Guðnadóttir viajó a Lituania y se calzó el traje antirradiación: se instaló durante horas en la central nuclear de Ignalina, donde acaeció el rodaje, para registrar el sonido ambiente; las puertas chirriantes, las turbinas en movimiento, el reactor. Y con esa materia prima fabricó musiquita industrial por demás inquietante. Distinto fue el proceso con Joker: Todd Phillips le mandó el guión meses antes de empezar a filmar, y en el confort del hogar, ella se sumergió en la espiral descendente del archienemigo de Batman. Nótese que, mientras grababan, el realizador dio play a uno de los temas de HG, el réquiem para la tan comentada escena del baño, y Joaquin Phoenix improvisó su famoso bailecito interpretativo siguiendo el cello de Hildur.

Cabe aclarar, empero, que Guðnadóttir lleva un buen rato a la vanguardia del pop experimental y la música contemporánea, acumulando merecidas chapas por una extensa carrera que incluye composiciones para obras de teatro, instalaciones, piezas de danza… Y personalísimos discos solistas, que ameritan especial mención. Aislada en una cabañita al norte de Islandia, grabó Mount A (2006), su álbum debut, en contexto invernal, rural, y sin compañía. Un disco que ha sido descripto como “el acompañamiento ideal para perderse en un bosque por la noche”, amén de turbadores parajes de ensueño con un puntito melancólico. Without Sinking (2009), su segundo LP, tiene asidero en el éter: “Buscaba crear un espacio abierto para las notas y dejarlas respirar, como si fuesen nubes solitarias en un cielo despejado. También hay composiciones más densas, pesadas, como nubes de tormenta”. En 2012, lanza Leyfðu Ljósinu (algo así como “Permite que haya luz” en islandés), grabado de un tirón, en vivo: quiso ser fiel al tiempo y al espacio, elementos vitales para el movimiento del sonido. Y en 2014 llegó Saman (en criollo, “Juntos”), un delicado registro que sumerge en variopintos estados de ánimo, donde su voz de sílfide contrasta con los ricos tonos del cello “resolviendo la tensión entre luz y oscuridad”.

Hija de un director de orquesta y de una cantante de ópera, cuenta HG que su mamá “escuchó mucho a Jacqueline du Pré estando embarazada de mí, e intuía que tendría una niña que sería cellista. Pues, ¡heme aquí!”. Se inició en el cello a los 5 años. De formación clásica, sin prisa pero sin pausa ahondó sus conocimientos musiqueros estudiando en la Academia de Música de Reykjavík y en la Academia de las Artes de Islandia, mudándose luego a Berlín -donde actualmente reside- para aprender programación y electrónica. En el ínterin, colaboraciones con los experimentales Múm, los industriales Throbbing Gristle, el post-rock balcánico de Stórsveit Nix Noltes… Y una convicción: evitar un acercamiento demasiado ortodoxo a la música; permitirse jugar, dejarse llevar por la curiosidad. Del dicho al hecho, ningún trecho, como evidencian sus hipnóticos, envolventes, audaces trabajos, donde una descollante HG manipula con maestría su cello para lograr “desde la simplicidad más intimista hasta el más formidable de los paisajes sonoros”.

Más sobre Hildur Guðnadóttir en www.hildurness.com o vía Spotify