Días atrás se aprobó en Diputados la Ley Nacional de Cambio Climático, que ya contaba con media sanción del Senado. Es una buena noticia para los ambientalistas y para los jóvenes que tanto la militaron. Desde la irrupción de Greta Thunberg la crisis climática ha pasado a integrar un lugar destacado en la agenda pública.
Los acuerdos entre países para reducir la emisión de gases de efecto invernadero que provoca el aumento de la temperatura del planeta no han podido dar respuesta al impacto del cambio climático: inundaciones, sequías, incendios, olas de calor. Un informe, avalado por once mil científicos de todo el mundo, confirma que la crisis climática está acelerando su ritmo más de lo esperado. El accionar de la humanidad en un sistema capitalista que es capaz de cualquier cosa, excepto de detenerse, ya son cuestiones públicas y de gran interés.
Los riesgos y desastres, consecuencias del cambio climático impactan a todos, pero a algunos más que a otros: comunidades que habitan zonas inundables, pueblos originarios, habitantes de barrios y asentamientos informales del interior del país y del conurbano. A ellos, los afecta de manera directa en su calidad de vida, sumándose a ello, la situación de vulnerabilidad social en la que viven: bajos niveles de acceso a empleo; educación y atención socio sanitaria.
La comunicación, en ese sentido, está llamada a cumplir un rol urgente. Si realmente se quiere tomar el tema en serio, será necesario desarrollar herramientas de comunicación comunitaria que expliquen la problemática en sus aspectos “reales”. Lejos de los discursos globalizadores y globalizantes que aseguran que los problemas ambientales son cosas que suceden en otro lado: el Ártico, el Amazonas, el Polo Norte; se deberá tener en cuenta la problemática socioambiental de cada comunidad y trabajar la crisis climática desde su real dimensión, aquella que modifica de manera directa sus vidas cotidianas.
En su necesidad de sobrevivir a las múltiples crisis socioeconómicas, las comunidades vulnerables del área metropolitana se han asentado sobre humedales, sobre basurales o junto a algún sitio contaminante o contaminado. Muchas de ellas han naturalizado sus situación de vulnerabilidad. La comunicación deberá, en ese aspecto, aportar a la visibilización de esas realidades, si pretende cambiarlas y aportar a la verdadera mitigación y adaptación climática.
Como dispositivo de intervención territorial, la comunicación deberá dejar instaladas capacidades y herramientas que refuercen lazos comunitarios existentes y desarrolle nuevos, donde no los hubiera. Además, deberá tener en consideración que las personas a las que irá dirigida son potenciales sujetos de cambio y por tanto, el acceso a derechos básicos, como la educación, el trabajo, una vivienda digna, de la mano del tan preciado art. 41 de la Constitución argentina que vela por el derecho a un ambiente sano.
La ley que acaba de aprobarse es una buena oportunidad para repensar la crisis climática desde las realidades locales, desde “la aldea”, desde lo que cada comunidad puede aportar, con los saberes populares que porta, a la construcción de una mirada cercana para atravesar los desafíos que se vienen. En ese sentido, la comunicación se presenta como democratizadora, incluyendo a los sujetos populares ya no como meros damnificados a los que asistir, sino como posibles dinamizadores de un cambio necesario.
* Comunicadora, especializada en Cambio Climático
** Comunicadora, especialista en Ambiente