“… estar siempre dispuestos a cuestionar si estamos en el camino correcto” Noam Chomsky
La categoría “Democracia” exhibe múltiples y contradictorios contenidos. Tantos cuantos soporte la suma de definiciones culturales, desde Clistenes a la fecha. El “Gobierno del Pueblo” puntualiza el vínculo entre sustantivos. Su naturaleza se revela en la amplitud (o restricción) de derechos humanos individuales y colectivos que reconoce y la multiplicidad de sueños e ideales que trascienda y despliegue.
La articulación de distintos proyectos sujetos a alternancia – con frecuencia, entre quienes saquean riquezas colectivas y quienes las recuperan- conjuga verbos y se forja en acciones. A menudo, consiste en “democracia de espectadores”.
Chomsky la describe como un sistema político cuya ciudadanía se limita a actuar ritos periódicos donde elige candidatos obedientes al poder o a quienes sufrirán la agresión implacable de intereses ajenos a los populares.
No es casual que haya políticos que reniegan de la historia y ocultan sus infamias bajo ropones de olvidos.
Sin memoria colectiva y con la complicidad de tropas de desinformación se imponen agendas y sentencias de descrédito, prisión o exilio a quienes distribuir Pan, Salud, Educación o Justicia.
La democracia siempre se expresa en primera persona.
Casi todo lo que se percibe se educa y practica. Hay personas que sienten en sus tripas el hambre del hijo de otra madre. ¿Acaso hay democracia donde hay chicos con hambre? Hay quién apenas ven al Amazonas como materia prima. ¿Por qué se opondría a destrozar las comunidades shuar?
En algunas conciencias solo existe la primera persona del singular. Para quien ignora el derecho ajeno, el plural acaba en familiares y amigos. “Pueblo” se refiere a tribus con hábitos y formas de vida similares y los derechos acaban en la satisfacción de las propias necesidades.
Si Libertad e Igualdad no son palabras vacías, bastará que se coma, hable, cure, eduque, opine, haga el amor o rece distinto para ser considerado menos humano.
Se trata de una democracia cuyas voces continúan ancladas en el Pireo del siglo-V, cuyos beneficios se otorgan según cercanía al propio clan y no alcanzan a siervos, esclavos ni extranjeros.
Demanda un gran esfuerzo ponerse en ciertos zapatos ajenos. No será fácil concentrarse en las auténticas disputas, mientras los medios de incomunicación no titubean en desestabilizar al gobierno popular y resisten con ardides, los derechos de dos terceras partes de la ciudadanía.
Sin embargo, urge adoptar medidas económicas y políticas con previsibles respuestas cortoplacistas y las resistencias de sectores nacionales, y no, con amplios recursos.
Nuestro tiempo pide escuchemos y hablemos hasta con sectores de la ciudadanía atrapados en la lógica de las moscas (“Si todos comen –u opinan- lo mismo es bueno”); usan insecticida contra medidas liberales que los favorecen y consideran enemigos a quienes viven en la pobreza.
Necesitamos comunicar aún mejor.
Se trata de persuadir a la clase media, al empresariado nacional, a productores agropecuarios que su alianza y compromiso con fuerzas locales y regionales (y sobran pruebas) involucra su propia subsistencia. Las democracias consensuan al triunfo en las urnas como primer paso. La experiencia confirma sus fortalezas: Educación y Salud Pública, Justicia Soberana, Participación Popular activa y alerta.
Lograr mayor calidad democrática requiere apertura (no asentimiento) a miríadas de imaginarios colectivos y exige el desarrollo de una comunicación que no hable exclusivamente a los nuestros.
No existe mejor democracia que cuando la Patria es el Otro. Hay que trabajar sin pausa para lograrlo. El resto es comentario técnico.
*Antropóloga UNR