Rafael Amor no necesitaba mucho más que su voz y una guitarra para conmover a un público que fue ganando de a poco, sin estridencias, a lo largo de una carrera artística de medio siglo. El mercado discográfico no fue muy generoso con su propuesta. Y tampoco él consintió en renegar de sus principios para obtener algún favor comercial. Rafael Amor tenía 71 años, se había exiliado en España en 1974 y en las últimas décadas alternaba su residencia entre Madrid y Buenos Aires. Murió este lunes en la localidad de Lanús.
Amor fue uno de los más significativos trovadores de su generación. Sus palabras tenían un peso especial. No eran vanas, ni salían de su pluma con el solo objetivo de completar una estrofa. Su tiempo fue el tiempo del "canto con fundamento". Muchas de sus canciones terminaron siendo apropiadas por juglares anónimos, a veces sin que se supiera cuál había sido su origen. Algunas de ellas, sin embargo, encontraron un eco masivo porque encontraron el intérprete justo. La más conocida, "Corazón libre", fue grabada por Mercedes Sosa en una bella versión. También es autor del clásico "Elegía a un tirano". Otras voces, desde José Larralde hasta Alberto Cortez, pasando por Facundo Cabral, expandieron la profunda sensibilidad de Amor, otorgándole nuevos matices a sus composiciones. “No me llames extranjero”, registrada en España, fue un himno para miles de latinoamericanos exiliados.
Había nacido el 5 de noviembre de 1948 en el barrio de Belgrano, hijo del cantor Francisco Amor, famoso por haber actuado con la orquesta de Francisco Canaro, y de María Toraño, una artesana bordadora, lo que le permitió criarse en el seno de una familia creativa. En 1966 conoció a Carlos Gándara, Nestor Vilardell y Edgardo Parrondo, con quienes formó el conjunto folclórico Los Norteños, con el que comenzó a recorrer las peñas de Buenos Aires y sus alrededores; cantó en festivales y se presentó junto a reconocidos cantantes, aunque en 1974 se mudó a Madrid, donde forjó el resto de su prolífica trayectoria.