“Podría ser Guardia Vieja y Billinghurst. Si no me equivoco el límite entre Abasto y Almagro”. El mensaje llega y marca las coordenadas que son, además, signos de época. Abasto y Almagro. De alguna manera, centro neurálgico y vital del tango contemporáneo. El que indica es Juan Serén, nacido y criado en Morón, actualmente orgulloso vecino de Castelar, próximo baqueano del Bar Tarzán de allí. “Mucho silencio, pajaritos, viejos, arboleda. Si tuviera un río o una laguna no necesitaría más”.
Padres y abuelos españoles llegados después de la guerra –uno de cada bando: uno rojo, otro franquista--, parte de ese linaje se revela sobre su perfil ibérico. “La música aparece por mis viejos gallegos –cuenta--. Y en la casa de mis abuelos había mucho, sobre todo flamenco, orquestas de Galicia. Ya de grande la radio”. Un hijo musical de su tiempo y de cierta clase media conurbana, padre mozo, madre ama de casa: el oído educado a través de la radio, ese recorrido musical y cromático a la vez fino y popular que despuntaba después de escuchar los relatos de Víctor Hugo Morales: entre otros, Mochín Marafioti y lo que sonaba allí. “Empecé a juntar información, era el único lugar donde escuchaba cierta música. Esa música. Solamente allí”. Supo ser futbolero Serén: “Jugué en Ferro, arquero. Era como Germán Burgos: me metían el gol más boludo pero sacaba la bocha más imposible. Así era”.
Primero el flamenco y luego, y para siempre, el tango. “Me fue gustando lo que tenía guitarras acústicas. El tango ahí, al costado. Pero llega un momento que te das cuenta que es el camino que siempre tenés a mano. El resto te puede embellecer el andar o no, pero el tango está. Siempre ahí, a doscientos metros. Es la música genuina de acá”. En 2010 editó su primer disco Suerte Negra
. Le siguieron, ya en compañía de las guitarras de Los Púa Abajo, Casa Cuore (2014)
y Tangos sin reserva (2017)
. “Yo pienso mis discos como puentes, no sé si son de tango o no. Pueden llevar a uno y otro género. Son propios y son de acá. El mundo ya es falso, vivimos en un mundo falso, ¿por qué serlo en algo tan genuino como la música?”. Aquel primer disco –dedicado, entre otros, a Jorge “Alorsa” Pandelucos y Rubén Juárez: “recuerdo que uno murió el mismo día que empezamos a grabar y el otro justo cuando lo estábamos terminando”- era un estado embrionario de todo lo que vendría.
La historia chiquita vuelta enorme. Lo tragicómico y absurdo de la existencia. Las victorias y fracasos que cruzan todo ello. Ciertas historias de perdedores hermosos. Todo eso late en el pulso narrativo de su letrística, sus canciones cuentan mucho de ese mundo. Desde Julián Centeya, Discépolo, Serrat y Leonardo Favio hasta los actuales: Acho Estol, Cucuza Castiello, Victoria Di Raimondo, Ale Guyot, Bárbara Aguirre. “Esa tradición no se puede pasar de largo o no tener en cuenta. Y lo mismo ahora: hay un estilo Serén quizás, como hay un estilo Acho, Di Raimondo o Tape, a quien tomo mucho”. Algún dejo irónico, una búsqueda de cierta lunfardía actual. “Somos la familia santa que es la envidia del vecino, pero que después de todo les ocultamos los ruidos, somos del mate lavado la yerba de hoy” canta en “Algunos miran, otro hablan”. Él cuenta: “No me considero cantor, lo soy por necesidad. Antes, soy letrista y compositor. Lo hago porque escribo. Para expresar eso. Como el que va y lee su libro o sus poesías. Es por necesidad, no por naturaleza. Insisto: pienso siempre en discos como puentes”. El repertorio --siempre acústico y muy guitarrero-- abreva en el tango, la milonga, el candombe, el bolero, el vals criollo. Sobre todo y siempre: la canción como horizonte sonoro de una amplitud modulada.
Y lo fecundo de este año se traduce en dos nuevos discos: Milonga Conurbana (junto al Quinteto Criollo González Calo) y Vermú (junto a Los Últimos Floristas). Ambos trabajos amojonan aún más su nombre en el tango y la música argentina actual. Lo editado junto al exquisito bandoneonista Mariano González Calo (hace rato que trabajan juntos y ya están preparando nuevo material) abreva sobre todo en la música folclórica. Allí además de composiciones propias y a dúo hay versiones de Cáceres/Gensel, Calo/Guyot, Nikitoff, Rubin. Y Vermú: una suerte de Ep de mediana duración dedicado al bolero, al cha cha cha. “Es esa posibilidad: tirar todo lo tanguero con el Quinteto y el resto con los Floristas. No soy un bolerista del Caribe. Hago esa música porque me gusta. La música no tiene género. La hacemos porque necesitamos expresarnos, buscamos algo a través de ella”. Es súper lógico, entonces, que el cantor invitado en Vermú sea Jorge Serrano (Los Auténticos Decadentes). Una constante: siempre la base musical que lo acompaña es chiquita, austera, medida. No hay, por ahora, grandes orquestaciones. Sino pequeños ensambles (tríos, cuartetos, quintetos) de, según el caso, guitarras, bandoneón, piano, contrabajo, violín. Él dice: “El límite es belleza. Si se me rompe una cuerda y no tengo para cambiarla, eso no es muy bello. Pero si yo puedo decidir ese límite sí: muchachos, de acá hasta acá, ¿qué podemos hacer con todo esto? Es muy lindo eso. En Spotify no nos van a escuchar diez mil personas; quizás setenta, cien; pero esos son los que nos buscan porque quieren buscarnos”. Y agrega: “Julián Peralta y Mariano son amigos pero son mis dos maestros. Alguien podrá decir ¿estos quiénes son? Y bueno, para mí son mis Troilos y mis Manzis. Y todo el resto que es igual de tremendo”.
Así, entonces, aflora lo que en Juan Serén es mapa y recorrido a la vez. Postas que jalonan su derrotero. Cierta cosmogonía popular: nacido y criado en el oeste del conurbano, como un ping-pong ida y vuelta a la gran ciudad en colectivo y tren, el fútbol, la radio, el tango. La canción. Por eso vale pensar el recorrido musical de Serén (lo que escribe, lo que compone, lo que canta) como si se tratara de una aguja que recorre de punta a punta el dial de la radio. Y el título que da nombre a uno de sus últimos trabajos quizás sea la mejor definición: milonga conurbana. “Qué voy a ser Buenos Aires. Yo quisiera ser media calle de un barrio cualquiera de mi ciudad”. El que trae ese pasaje -una entrevista a Troilo de 1970- es Eduardo Berti desde su genial libro ¿Por qué escuchamos a Aníbal Troilo? (Gourmet Musical). Y salteando largo esa distancia hay una modestia y una cordialidad en esa cita que traza una línea recta con la intimidad del canto silente de Juan. Silente a pesar de esa leve carraspera tan característica en su timbre. No hay un olimpo de cantores y/o letristas del tango actual. No es necesaria esa categoría. Sí hay nombres inesquivables. Esenciales. Y hace un tiempo ya que el que se alista allí es Serén. A su aire, a su decir. Sin apuro y con firmeza.