"Resistencia" y "aguante" son dos palabras adecuadas para definir la actitud de la mayor parte del ambiente tanguero durante 2019. No es que el ciclo macrista haya sido amable con el circuito, pero lo de este año que termina fue particularmente difícil. Aún tratándose de un consumo cultural relativamente barato (rara vez sus recitales superan los 400 pesos y una milonga a 200 ya es “exclusiva”), sufrió fuertemente la retracción del consumo que experimentó todo el sector de la cultura. El bajón generalizado se agudizó en dos momentos, coincidentes con los shocks devaluatorios del gobierno que se fue. Esta dificultad para sostener espacios y proyectos fue transversal al sector, y aunque los principales reductos siguen en pie, ninguno extrañará el corte de entradas de 2019. Incluso en eventos como el FA CAFF, ya instalado, con prestigio y bandas convocantes en cada fecha, se sintió la caída de público. Durante el año, miembros del Club Atlético Fernández Fierro contaban que su habitual changuito de donaciones, que destinan a comedores en barrios carenciados, tardaban en llenarse un mes, cuando antes podían entregarlos cada semana.
Las políticas públicas apenas paliaron la situación. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta apenas puede mostrar el Festival/Mundial de Tango. Puede señalar también la puesta en marcha de BA Milonga, su flamante programa de promoción del sector, derivado a la ley de fomento a la milonga (sancionada en 2016), de dilatada reglamentación y que finalmente ahora transfiere dinero al sector. ¿Cuánto? No mucho. Algunos espacios recibieron 50.000 pesos por año. Puede parecer mucho, hasta que se considera que una milonga semanal abre al menos 50 veces al año y emplea a al menos cuatro personas, sin contar gastos logísticos y de equipamento. Por fuera del Ejecutivo porteño, la Legislatura reconoció a la cantante Lidia Borda como Ciudadana Ilustre, un reconocimiento no sólo a su aporte cultural y su activa participación militante, sino también una muestra de respeto a una de las representantes más logradas de la generación que devolvió al género su impulso vital. Fuera de la Ciudad, el balance no es mucho más brillante. El Ministerio de Cultura de la radical Mendoza este año no organizó el ciclo Tango por los Caminos del Vino, que había puesto en el mapa a sus artistas.
En la actividad privada, se consolida la asociación de bailarines, no sólo en la búsqueda de profesionalización, sino también en la defensa de derechos laborales. La Unión de Bailarines de Tango, por ejemplo, lleva más de un mes con medidas de fuerza en restaurants de Caminito, con sus integrantes hartos de la explotación, la precarización y el maltrato laboral. La lucha -desigual- sigue en pie casi 40 días después de comenzada (y que incluye un lock out patronal de otros restaurants que no estaban afectados por el paro) y cuenta con la solidaridad de parte del circuito. También avanza un encuentro de colectivos tangueros en los que se comparten inquietudes y problemáticas.
En lo musical, los artistas están cada vez más plegados a la lógica digital y del consumo por streaming. Hoy son muchas las bandas y orquestas que lanzan sus discos de a puchitos, en singles o que, resignados por los elevados costos de producción, directamente lanzan sus discos en formato digital y el correlato físico queda para un “más adelante” indefinido.
Con todo y las dificultades económicas, los compositores y arregladores actuales dan muestra de talento y, en muchos de ellos, también ansias de renovar el género. Por supuesto que hay propuestas más tradicionales (de ellos, el Comme il faut del trío Lavallén-Estigarribia-Cabarcos es uno de los más notables de 2019), pero para quienes no buscan el aporte de nuevos sonidos y temas, este fue un año pródigo y, además, con mucha voz de mujer. En ese sentido destacan Patricia Malanca con su disco de duetos Ellas, yo y supererllas, Marisa Vázquez con su comprometido Arde, Analía Goldberg lanzándose al camino solista con Tan Goldberg, el maravilloso descaro revisionista de La Rantifusa en Con y sin permiso (la teatralidad de la voz de Natalia Martínez es para seguir con atención), el militante Marea verde de Claudia Levy y el más jazzero New York Sessions, de Noelia Sinkunas.
También vale ponerle la oreja a lo de la Orquesta Típica Ciudad Baigón (La rebelión de las polillas), la fusión tangorockera de Hernán “Cucuza” Castiello que finalmente grabó su Menesunda: tangolencia rockera, la nueva entrega del guitarrista Dipi Kvitko y el cantor Walter “Chino” Laborde con Tango tango vol.5: ‘ntendé?, y dos propuestas en veredas estéticas muy disímiles: De culto y popular, del director Juan Pablo Gallardo, y Burzako, de la irrefrenable vanguardia de Pampa Trash.
Mientras el hashtag #TangoSigloXXI gana consenso en las redes sociales y empiezan a darse aperturas en espacios tradicionales (el Festival de la ciudad, por caso, programó dj’s alternativos en varias fechas y muchos coreógrafos y bailarines lo tienen incorporado en sus performances), también empieza a diversificarse el repertorio de las orquestas construidas en torno al circuito milonguero. Ni siquiera ahí la cosa se reduce sólo a reproducir los clásicos o emular el sonido de los directores de antaño. Ahora hay búsquedas con más juego con otros géneros y ganas de mostrar que no todo el tango está guardado en un relojito de cobre de 70 años. El tango de hoy estaba agazapado y ahora está copando el corazón.