El balance 2019 del rugby argentino deja a la vista los dos niveles opuestos de sus principales equipos. No marca –como lo indicaría una lectura ligera– un problema de doble personalidad. Los Pumas y Jaguares comparten casi los mismos jugadores. Eso es más que una base y mucho más que algunos apellidos sueltos. La selección nacional fracasó deportivamente en el Mundial de Japón, pero la franquicia del Super Rugby llegó a la final contra Crusaders, que está integrado con medio equipo de Nueva Zelanda. ¿Cómo se explica entonces, si a excepción de los entrenadores y tres o cuatro rugbiers, vimos casi dos réplicas exactas en competencia con resultados tan diferentes?
La primera respuesta que aparece es que Los Pumas –cuando se transforman en Jaguares– no juegan contra seleccionados completos y sí contra rivales con un puñado de figuras. Crusaders quizás sea lo más semejante a una excepción. Por algo es el tricampeón del Super Rugby. Tiene en su formación a Kieran Read, Sam Whitelock, Richie Mo’unga, Owen Franks, Codie Taylor, Sevu Reece y George Bridge, todos All Blacks, entre otros.
Cuando el seleccionado argentino participó en el Mundial no solo había acumulado el cansancio de un año en competencia ininterrumpida; también había utilizado a casi todos sus integrantes en dos torneos previos: el de franquicias y el Rugby Championship de los países del hemisferio sur. Mario Ledesma cometió el error de no darle descanso al menos a una parte de su plantel, el mismo que había dirigido Gonzalo Quesada con Jaguares.
La primera diferencia que queda establecida es que las potencias tienen una base de jugadores mucho más amplia. Se explica en un solo dato: Nueva Zelanda aporta 53 rugbiers a otros seleccionados. Casi todos los países se nutren de extranjeros gracias a las laxas reglamentaciones de la World Rugby. Japón fue la revelación en su propia Copa del Mundo pero porque utilizó a 16 foráneos en su plantel sobre una nómina de 31.
Argentina lideró con Uruguay y Namibia la lista de selecciones solo integradas con jugadores oriundos. Si ésa es una virtud, no puede serlo al extremo de no llamar ni siquiera a nacionales de primer nivel porque migraron al profesionalismo europeo: Imhoff, Isa y Cordero vieron a Los Pumas por TV cuando quedaron eliminados en la primera ronda del Mundial. Los Springboks, flamantes campeones mundiales, flexibilizaron en cambio su política de convocatorias en 2018. Pudieron sumar así a varios sudafricanos del exterior.
Otro tema que debería tomarse en cuenta es que Los Pumas pasaron de casi no tener partidos para jugar (hasta 2012 cuando debutaron en el Rugby Championship) a ser sometidos a un calendario super exigente y eso incluye cuando se visten de Jaguares. Puesto en contexto: el rugby nacional en general pasó de ocho competencias en 2009 a las veinte de 2019. Con la base de jugadores que aportó el Pladar (Plan de Alto Rendimiento) se lograron progresos evidentes en el camino hacia el profesionalismo y eso incluye la inauguración del centro de entrenamiento de Ingeniero Maschwitz. Pero no son tantos, ni tan consolidados como para suponer que Argentina repetiría desempeños de Mundiales anteriores (Francia 2007) e Inglaterra (2015). Más después del pronunciado declive del equipo en los últimos tres años, que lo ubicaron en el grupo más difícil del Mundial de Japón, donde se clasificó noveno.
La UAR deberá seguir revisando y actualizando sus políticas de alto rendimiento sobre un principio que casi nadie discute: son los clubes y las uniones la base de concreto para cualquier proyecto. Hoy preservan su espíritu amateur con más facilidades que antes por el derrame que genera el profesionalismo. El 30 % del presupuesto de la Unión va a la capacitación del deporte de base y los torneos nacionales. También el rugby femenino aumentó un 121 % la cantidad de jugadoras. Pero son Los Pumas la imagen más fuerte del rugby nacional y no acompañaron ese progreso, a no ser por algunas apariciones como las de Santiago Carreras o Juan Cruz Mallía. Otros seguirán su camino en Europa, como el ex capitán Pablo Matera, figura de Jaguares durante la temporada, pero desdibujado como sus compañeros en la Copa del Mundo. Esa fue la postal contradictoria que dejó 2019.