¿Qué piensa de las reacciones que ha suscitado El amante?
–Creo haber conservado cierta objetividad. El amante marca un hito en la historia de los lectores. Se han vendido ya más de cuatrocientos cincuenta mil ejemplares y estamos a comienzos de diciembre… Veo en esto un gesto de avidez de los lectores. Es como si desde hace años, hubieran estado privados no de una literatura accesible sino de una literatura legible. Semejante fenómeno solamente podía producirse si el autor no lo buscaba, como ha sido mi caso. Yo hasta temía que este libro vendiese menos que los anteriores porque está compuesto en mayor medida que los otros de partes ya dichas. Su rol es, por momentos, completamente positivo. Los lectores -los fieles, los incondicionales- conocían a todos los personajes de mis libros: mi madre, mi hermano, mi amante, yo, los lugares que describo, desde la montaña de Sam hasta la calle Catinat… Todo, menos los personajes de Marie-Claude Carpenter y de Betty Fernandez. ¿Por qué esas dos mujeres? Esa fue la única reticencia generalmente expresada por los lectores. Yo temía que lo conocido del libro hastiara a los lectores y lo que me reprochan es lo desconocido.
¿Y qué pensó de la crítica?
–Leí el artículo de Poirot-Delpech, el de Rinaldi, el de Roy… Reaccioné normalmente.
Pero, así y todo…
–El éxito de El amante era normal. He releído el libro. Es, en efecto, un libro accesible en muchos sentidos, en diferentes grados. Y cuando uno sabe que no es un libro hojeado o recorrido por encima, sino un libro leído, ¿cómo no sentirse aterrada por la masa fabulosa de lectura que eso representa?
Cada uno tiene su versión de la historia de El amante ¿Cuál es la suya?
–No tengo una versión, nunca tendré una. Es un libro que se me escapa. Se me fue de las manos y por eso es lo que es. Es el menos de los libros que he escrito. Hay una sola página que no entra en los marcos del relato, la página 14-15: “La historia de mi vida no existe”. Es la única vez que digo que es para mí escribir: “Escribir no es nada”. Todo el libro está allí. Lo sorprendente es la confirmación del entusiasmo de los lectores que recibo por correo.
¿Tiene algún sentido obtener el Premio Goncourt en 1984, cuando uno es Marguerite Duras?
–Por una vez, no se han privado de dar el premio al libro al que tenían ganas de dárselo. Pero, en relación con El amante, no tiene sentido. El libro no tenía la talla para estar siquiera ternado para el premio. Hizo un buen papel. En cuanto al premio renaudot, estoy muy contenta de que Annie Ernaux haya sido galardonada. Encuentro que El lugar es un libro bello. Lamento que el año pasado Brigitte Favresse no haya obtenido ningún premio por París-Plage. Es un libro admirable. No se entiende que no haya ganado ningún premio.
¿El éxito de El amante cambió algo en su vida?
–Sí: el miedo al tiempo que tengo que dedicar por día a rechazar invitaciones, por teléfono o por carta; eso terminó siendo el tiempo principal. Me preocupa un poco. Pero no cambia nada en relación cpn mi obra. Y el Goncourt sigue siendo algo exterior. Cuando releí mi libro, comprendí que estaba a salvo.
¿Por qué se pasó usted usted de la editorial Gallimard a Éditions de Minuit? ¿No se ocupaban lo suficiente de usted?
–Gallimard me había dejado en la soledad. Los abandoné después de la publicación de Nathalie Granger. El libro salió en octubre. Y en marzo, en Gallimard, nadie lo había leído todavía.
¿Piensa adaptar El amante?
–No, no habrá pieza teatral ni película..
¿Es usted una “autora difícil”?
–El arrebato de Lol V. Stein, El vicecónsul y El amor eran libros muy difíciles. Sin embargo, se vendieron bien. Hay, en realidad, dos clases de dificultades: la que uno supera y no lo hace abandonar el libro, y la otra, la contraria. La naturaleza de una dificultad es lo que hace que ciertos libros lleguen más que los otros al lector.
¿Qué piensa de las cartas que ha recibido?
–Se trata de un fanatismo. En general, son personas que no esperan una respuesta. El fanatismo solo quiere decir, no espera nada más. Las críticas más agudas, las más profundas, con frecuencia están en esas cartas. Son deslumbrantes de la primera a la última. Me hacen creer algo terrible: las personas que escriben no son exactamente las que deberían hacerlo. Los que deberían escribir las cartas no saben que podrían hacerlo. Entre quienes me escriben hay tanto hombres como mujeres y muchos jóvenes.
¿Al escribir El amante tuvo remordimientos, arrepentimientos?
–No, solo al final. La llamada telefónica de las últimas diez líneas. Pero es algo que pasó, como el resto, entonces ¿por qué ocultarlo? Pero eso propone un desenlace y yo siempre escribí libros con finales abiertos. Y aquí, la partida cerraba el libro.
Pierre Assouline, Lire, enero, 1985.