Un grupo de estudiantes secundarios de una pequeña ciudad alemana arma un vínculo poderoso, solidario y explosivo a partir de haber sufrido situaciones de discriminación, violencia o injusticia social. Son tres chicos y dos chicas e inician una “ola” que empieza con pequeños sabotajes y acciones de impacto en redes sociales, hasta que deviene en desafíos y ataques a grandes empresas y líderes políticos. No sólo qué hacen, sino el debate de cómo hacerlo y con qué compañía, son las claves que ajustan, aflojan y tironean el nudo de Somos una ola (o Wir sind die Welle), la miniserie alemana que integra el menú de Netflix y que tiene ya una segunda temporada en camino. Se trata de una idea surgida en la novela The Wave, de Morton Rhue (seudónimo de Todd Strasser), y que antes de llegar al formato de serie televisiva había tenido, en 2008, una versión cinematográfica.

En un contexto atravesado por la inmigración, la contaminación ambiental, el desafío de ser distinto y los fantasmas del nazismo, la “ola” que desatan estos adolescentes pronto amenaza con salirse de control, mientras los métodos del líder “enigmático” del grupo también empiezan a ponerse en cuestionamiento. Página/12 entrevistó al realizador alemán Mark Monheim, director de Somos una ola.

-Los personajes que inician la “ola” tocan conceptos de connotación positiva, como rebelión, revolución o anarquía, aunque por momentos podrían coquetear con el fascismo. ¿Cómo trabaja la serie sobre ese equilibrio? ¿El público debería amar a estos chicos, o temerles?

-Por supuesto, queremos que la audiencia ame a nuestros héroes. Son valientes, están dispuestos a correr riesgos, se unen para luchar por algo bueno, no por el éxito personal o las ganancias, sino por un mundo mejor. Pero también cometen errores, a veces están equivocados, a veces se pierden. Confiamos en que la audiencia piense de manera independiente, que desarrolle una actitud propia, una posición propia ante ella. Porque siempre existe un peligro al luchar por algo bueno. ¿Cuántos han creído en hacer algo bueno y estuvieron listos para matar? Fanáticos religiosos, luchadores por la libertad, terroristas... Cuando la ideología y la dinámica de grupo sofocan el pensamiento autónomo del individuo, se vuelve peligroso. Por eso, el conflicto central en el grupo que protagoniza la serie no pasa por preguntar “si” necesitan hacer algo, sino “cómo” deberían hacerlo. Tristan y Zazie representan la forma radical y violenta –él por motivos personales, ella por la abrumadora experiencia de sentir su propia fuerza y ​​coraje por primera vez–. Y Lea cree en el poder de la protesta pacífica sólo cuando se unen suficientes personas. En Alemania, hemos experimentado el fascismo, el socialismo, el terrorismo y la revolución pacífica. La caída del muro en 1989 fue el evento más inesperado, pero ciertamente el momento más hermoso de nuestra historia. Hoy en día, los jóvenes de todo el mundo se enfrentan al creciente nacionalismo, a problemas acuciantes del futuro, como el cambio climático y la extinción de especies animales. Y se preguntan: ¿qué podemos hacer? Entonces salen a la calle y se manifiestan. ¿Pero es eso suficiente para cambiar realmente algo? No sé. Pero no hacer nada a veces puede ser tan malo como cometer un delito grave.

-Somos una ola muestra a adolescentes que no quieren aceptar el mundo tal como es y deciden rebelarse y actuar. ¿No es eso –rebelarse y actuar– exactamente lo que la sociedad espera que hagan los jóvenes?

-Si subir el volumen de la música y usar la camisa al revés ya significa rebelión, entonces, por supuesto, tenés razón. Pero, ¿están los líderes corporativos y políticos realmente dispuestos a aceptar una rebelión de la juventud, que cambie radicalmente nuestra forma de vida y nuestro sistema económico? No, claro que no. Los Trump y los Bolsonaro de este mundo se burlan de los jóvenes activistas, mientras que los políticos menos torpes elogian a los jóvenes por su compromiso, pero no hacen nada. El cambio tendrá que ser forzado, ya sea por un levantamiento de la juventud o por las consecuencias catastróficas del cambio climático. La pregunta es si los jóvenes tendrán el coraje de rebelarse constantemente e incluso, de hacer sacrificios; ese tipo de rebelión cuesta más fuerza y ​​resistencia que subir un rato el volumen de la música.

-Somos una ola se aleja de registros tradicionales de las series sobre adolescentes, como el amor o la comedia. ¿Cómo se cuenta una historia sobre adolescentes con tantos aspectos políticos?

-¿No es irónico? Los jóvenes quieren preservar el planeta, mientras que las generaciones mayores rechazan toda responsabilidad y viven cómodas en el lujo sin pensar en el mañana. Durante años, los jóvenes han sido considerados apolíticos y egoístas. Eso está cambiando. Está surgiendo algo nuevo, que requiere una nueva expresión a nivel mediático. Creo que es genial que los jóvenes intervengan y pongan su dedo en la llaga, llamando la atención sobre la crisis climática o, por ejemplo, la epidemia de violencia armada en los Estados Unidos. Es cierto que hemos incluido bastantes temas en la serie, hay muchas preguntas que interpelan a los jóvenes de todo el mundo. Los que piensan en cambiar la política que lleva al daño ambiental, generalmente también piensan en su consumo de carne, prefieren andar en bicicleta antes que en una 4x4 o un SUV y reclaman igualdad de género, igualdades sociales y de oportunidades.

- Somos una ola nació como una novela, luego fue una película y ahora, una serie. ¿Cómo fue la adaptación a los episodios y a la búsqueda del suspenso?

-Desarrollamos diferentes conceptos, el proceso de escritura y desarrollo siguió durante la filmación, por lo que muchos elementos narrativos cambiaron y volvieron a cambiar hasta el último momento. Por supuesto, eso fue emocionante e impresionante. Quisimos alentar a los jóvenes a involucrarse, a hacer que sus voces se escuchen. Al mismo tiempo, también buscamos abordar los peligros de la presión de grupo, la polarización y la ideología. Y, por supuesto, también intentamos ofrecer un espectáculo divertido: esto me parece importante, porque te ayuda a llegar a personas que no piensan de la misma manera que vos.