Este 29 el Movimiento al Socialismo boliviano reunirá, en Buenos Aires, un millar de dirigentes para decidir quiénes podrían ir a una especie de primaria para ser elegidos candidatos para las elecciones de abril o mayo del 2020.

Las posibilidades de ganar en primera vuelta frente a una derecha fragmentada son reales. Incluso, no sería disparatado pensar, en más del 50 % de la votación pero eso depende de varios factores fundamentales:

a) Que Evo Morales logre reconstituir la unidad interna hoy fracturada entre los congresistas y en las cúpulas dirigenciales aunque todavía se ve solidez en las bases que se han pronunciado por votar por cualquier candidato que presente la organización populista.

b) Que los candidatos sean elegidos por las bases y no por los ministros o los dirigentes como ocurrió en la última elección. Es decir, el MAS debe volver a sus orígenes reconociendo que las decisiones cupulares fueron parte del problema. El 2002 y el 2005 el partido de Evo abrió sus listas a los movimientos sociales y a las comunidades. Ese fue su éxito. En cambio el 2015, por ejemplo, las decisiones en varios casos no respetaron lo que las bases querían. El resultado: varios candidatos que se reclamaban del MAS fueron con otra sigla y ganaron.

c) Que la fórmula refleje un equilibrio entre la clase media y los sectores indígenas. Buena parte del electorado (el que no está ganado por el odio irracional al indio) quiere al MAS de la estabilidad económica. Por eso, todo indica, que Luis Arce Catacora sería el candidato cuyo nombre suena con más fuerza.

d) Que el MAS sepa conjugar el discurso reivindicativo de los sectores indígenas (identidad, whipala y pollera) con el de la pacificación y la reconciliación tan grato a la clase media. En otras palabras que comprenda que el tiempo de las grandes medidas revolucionarias ha concluido y ahora hay que pasar a las reformas que administren lo logrado y eviten el retroceso neoliberal.

El resto lo está haciendo la derecha. Es difícil pensar en un frente único. Todos quieren ser el segundo en las elecciones para ir a la segunda vuelta, pero para ello deben competir y deslegitimar al los otros conservadores. El expresidente Carlos Mesa lo está haciendo. Habla de reconciliación y respeto a los Derechos Humanos en clara alusión a los grupos que hoy gobiernan Bolivia y el periódico que lo apoya Página Siete claramente ha comenzado a criticar al ejecutivo y a Camacho.

En Santa Cruz la pelea será muy dura para los conservadores. Luis Fernando Camacho le ha arrebatado el liderazgo a Rubén Costa y a los suyos, es decir al Partido Demócrata, también conocido como los “verdes” (por el color de la bandera cruceña) pero la organización del actual gobernador de Santa Cruz está en el poder y hay varias voces que se pronuncian a favor de que Jeanine Añez vaya como candidata.

Eso sería posible si por ejemplo, el 19 de enero se elige una nueva directiva en la cámara de senadores (hay quien dice que podría ser Oscar Ortiz) y se acepta las renuncias de Evo Morales y de Álvaro García Linera. Eso legitimaría al nuevo gobierno que sería legal y constitucional y posibilitaría que Jeanine pueda condidatear. Además permitiría que Ortiz sea presidente algo que en el horizonte está muy lejano a través del voto. Para que todo esto ocurre se requieren votos del sector del MAS conocido como “pacifista”. Con seguridad este será un tema a tratarse el 29, en Buenos Aires la misma ciudad que cobijó a los militantes del Movimiento Nacionalista Revolucionario a finales de los 40 y principios de los 50 y de dónde salió la fórmula ganadora de las elecciones de 1951 con Víctor Paz Estenssoro y Hernán Siles Suazo. Desconocida esta victoria vino la revolución del 52. Sin ella, el MAS sería impensable.