En la pista de baile todo parece posible, como si una escena indescifrable, casi abstracta, ocurriera también del otro lado del escenario. Las interpretes miran hacia el público y algo sucede, la seducción, el encanto, un llamado al juego del baile tan atractivo como alegre. No pasa mucho tiempo hasta que la fiesta se instala. Cuando Watt sucede, desde la platea llegan los gritos eufóricos que alientan a seguir bailando. No podemos estar calmxs frente a la alegría de los cuerpos que disfrutan de ese movimiento que corta el aire, esos saltos, esa manera de ponerle el cuerpo a la música electrónica y de perfeccionar el baile espontáneo hasta convertirlo en una obra de arte.
Esta coreografía de Inés Rampoldi y Leticia Mazur es una celebración de esa dinámica que puede agitarse en una noche cualquiera pero que bajo la interpretación de Flor Vecino y Emilia Claudeville se estructura en el vértigo de la improvisación, de un trabajo que se nota pautado pero abierto y recupera esa felicidad de seguir creando frente al público.
Mazur y Rampoldi pensaron y bailaron Watt en el año 2004 con Manuel Attwell como bailarín invitado y la dirección musical de Paulino Estela. Después retomaron como directoras este material a partir de la idea de Vivi Tellas de realizar una retrospectiva sobre la obra de Leticia Mazur que tuvo lugar en el teatro Sarmiento a mediados de este año. Este verano Watt vuelve al Teatro Picadero pero siempre será distinta porque su diseño contempla el ser permanentemente versionada por las intérpretes.
En el baile construyen un diálogo y se responden. La técnica está aquí ofrecida a una coreografía que parece no despertar el menor esfuerzo, que nace de una espontaneidad trabajada y virtuosa pero que, frente a la mirada que no puede dejar de entusiasmarse, surge con la naturalidad propia de las ganas de bailar.
El DJ en vivo, a cargo en la retrospectiva en el Teatro Sarmiento de Manuel Schaller pero en esta nueva versión en El Picadero ocupará su lugar Eduardo Ferrer, es esencial para ese tono rockero con aires millennials y tal vez sea esto lo que le da a Watt algo despojado, como lanzar el baile hacia un lugar donde no encuentra una historia que lo sostenga sino que se cuenta a partir de algo efímero, de un estado casual que puede revivir y abandonarse, que puede ser siempre otro.
Los comentarios que se meten en la música y que se ajustan a la perfección al sonido electrónico son la palabra de Mazur y Rampoldi que funcionan como un murmullo del pasado, como la tensión cordial entre esa puesta de hace quince años y esta actualidad que señala el efecto de reescritura propio de Watt.
Flor Vecino, además de ser una de las mejores bailarinas, es una figura atrapante en la escena. Hay en ella una concertación que parece darle hondura a la forma que se escapa de su baile donde el conocimiento y la destreza de la técnica tiene algo que dibuja otra dramaturgia. Claudeville la acompaña con destreza y le da un tono más efusivo. Hay en ellas dos tonalidades en movimiento que parecen corresponder a una escritura, a un diálogo propio de la conexión en el baile.
La incorporación de un bailarín invitado, a cargo de Gianluca Zonzini, viene a romper esa armonía dislocada que componen las dos bailarinas. Al parecer, en esta nueva versión también entrará a escena Mazur aunque su intervención y la de Inés Rampoldi ya venía ocurriendo en el teatro Sarmiento porque Watt siempre llama a entrar en la pista de baile.
Watt se presenta los viernes a las 22:30 en el teatro Picadero.