La intensidad de la crisis nos lleva a decir que es el momento de poner en negro sobre blanco el dilema planteado en el título. Se acabó el tiempo de las promesas de campaña y asistimos a una realidad cada vez más adversa. Los datos de la economía real preocupan, y mucho.
No es la primera vez que en la Argentina se plantea esta dicotomía entre los que estructuran y le dan forma al sector real de la economía, es decir ese espacio en que trabajadores y empresarios generan la producción de bienes y servicios reales, y el sector financiero, que tiene una lógica especulativa, muchas veces en detrimento del sector real. Hoy los ejemplos son muy claros. ¿Quién va a invertir en la producción, que en el mejor de los casos puede arrojar tasas de ganancia del orden de 8% anual, cuándo comprando LEBAC’s se tiene prácticamente asegurado un rendimiento de 24% anual en dólares? Por otra parte, en el marco recesivo imperante, el sector productivo no sólo no puede llegar al 8% anual, sino que, por el contrario, tiene perspectivas de pérdidas y quebrantos, que son la antesala de la desinversión y el cierre de establecimientos. Esto lo estamos viendo particularmente en la Provincia de Buenos Aires, donde las industrias que son muy sensibles al sector externo, como el calzado, la textil y la metalmecánica, presentan cuentas económicas negativas, no se pueden sostener, y se ven empujadas al adelanto de vacaciones, suspensiones y despidos. Este Gobierno no se preocupa por el sector real, al menos el ligado a la industria manufacturera, la que se caracteriza por ser muy dinámica en la generación de empleo y agregación de valor cuando le va bien, y por la destrucción de empleo cuando le va mal.
Vale la pena repasar algunos números de lo que nosotros llamamos la “década ganada”, y que los partidarios de la especulación desconsideran con algo de ignorancia y bastante de mala intención. Por ejemplo, entre el 2003 y el 2015 la tasa de crecimiento promedio del PBI fue de 6,3% anual. Es decir, el país más que duplicó su tamaño. Los detractores de las políticas que hicieron posible este hecho extraordinario, seguramente no comprenden la magnitud del fenómeno, que además se dio en el marco de una clara mejora en la distribución del ingreso. Esto hay que compararlo con la caída que tuvo el PBI del 2,4 % en 2016. Es verdad que no es muy riguroso comparar un período de 12 años contra un año, pero la verdad, el Gobierno no explicó todavía cómo va a transformar la recesión en crecimiento. La economía no arranca y la industria cayó un 4,6% en 2016, que nos hace añorar la tasa promedio de crecimiento que el sector industrial tuvo en el 2003-2015 que fue del 5,1% anual. En el período de la década ganada se crearon en promedio 39.000 puestos de trabajo por año y en 2016 se destruyeron 50.000. La inversión sobre el PBI fue en promedio del 20% en la década ganada, se creaban 1.600 empresas por año, y en 2016 la inversión cayó al 14% y desaparecieron 500 empresas. Así podríamos seguir con otros indicadores.
Volvemos al modelo agroexportador, el que no es capaz de generar trabajo para todos los argentinos, y el que cristaliza un sistema de desigualdad e injusticia social.
Pero estamos seguros que esta sociedad va a reaccionar contra este proyecto retrógrado y excluyente. Los sectores del trabajo, obreros y empresarios, saben perfectamente cuáles son las condiciones necesarias para su supervivencia y ulterior desarrollo. Tantas experiencia nefastas confirman al macrismo como los continuadores de políticas que favorecen a unos pocos en detrimento del bien común. Y además está el hecho de que los circunstanciales beneficiarios de estas políticas son también conscientes de que este modelo no es sustentable en el tiempo y que ningún sector puede ser exitoso ni sentirse seguro en el marco de un país que se degrada y desintegra. Es decir, con este modelo económico nadie está de acuerdo.
Desde ya que no estamos en contra de los bancos y el sistema financiero, que es tan necesario para asistir a las empresas en el marco de un proceso genuino de desarrollo. El crédito orientado a promover la industria nacional es un instrumento clave, condición necesaria para un proceso de desarrollo económico con inclusión social. Sí estamos en contra de las políticas gubernamentales que alientan la especulación y desnaturalizan la función de los bancos, ya que en ese marco se apropian y sirven de intermediarios de beneficios especulativos que son pagados por los sectores más vulnerables, e intentan ofrecer crédito a tasas que nadie puede pagar.
Los sectores de la producción van a decirle basta al programa económico del macrismo. Basta a los que ponen a la timba financiera por sobre la producción y el empleo.
Es lógico que el gobierno de los CEO´s poco entienda del valor sustancial que tiene para el crecimiento y desarrollo de una nación la apuesta por su aparato productivo, en las diversas fases de la cadena. Los ministros-CEOS sólo entienden de grandes negocios y bicicletas financieras al por mayor.
Hoy, trabajadores y empresarios están unidos para decirle basta a este modelo de exclusión y directa amenaza al mundo del trabajo.
Día a día perdemos empleos, se suspenden obras, cientos de miles de familias que quedan sin nada. Por eso hoy estamos unidos para enfrentar a este programa económico de corte claramente neo-liberal, impopular y antinacional.
Esta fiesta de las finanzas le está costando muy caro al país entero. Hoy las chimeneas de las fábricas dejan de tirar humo; las persianas de los comercios, cierran; las líneas de producción, se detienen. Mientras tanto, el festival de bonos y endeudamiento atraviesa un ciclo de expansión histórico. Es la clara muestra de que el mundo del trabajo es despreciado y directamente atacado por el programa económico del macrismo. A esto le decimos basta. Por eso nos unimos.
* Presidente del PJ Provincia de Buenos Aires.