Raffaele Sardella, la mano derecha de María Eugenia Vidal para que la provincia sea potable, tiene oficinas al mismo tiempo en la empresa Aguas Bonaerenses Sociedad Anónima, ABSA, y en Socma, Sociedades Macri. ABSA está controlada por el Estado. Socma controla al Estado: Sardella es nada menos que presidente de ABSA.
Recibido de ingeniero industrial en la Universidad Católica Argentina en 1978, antes del egreso de Mauricio Macri, Sardella es un antiguo gerente de Socma y un hombre de suma confianza del actual Presidente en Sideco Americana. Durante muchos años Sideco fue una de las empresas estrellas del grupo para la obra pública. Una de sus especialidades era la construcción de instalaciones relacionadas con el agua en sus distintas vertientes. Las cloacas, por ejemplo.
A Sardella se lo puede ubicar en la Capital Federal buscándolo en el 52768600, el teléfono de Socma Americana, como se llama la empresa en su última denominación. Ese teléfono corresponde a las oficinas de Libertador 498.
–Socma, buenas tardes –fue el saludo el viernes a las 12.50.
–Buenas tardes. El ingeniero Sardella, por favor.
–Un segundito.
(Sonido de comunicación de conmutador a interno, hasta que atiende otra secretaria.)
–Hola.
–El ingeniero Sardella, por favor.
–El ingeniero no ha llegado a la oficina. ¿Puedo tomarle su teléfono para devolverle el llamado?
–Cómo no. (Indicaciones de nombre y apellido completos y celular.) ¿A qué hora lo puedo ubicar?
–Él tiene que estar llegando en media hora. Si quiere volver a llamar no hay problema y si no nosotros nos comunicamos. ¿Es la primera vez que van a hablar?
–Sí, la primera.
–Perfecto. Entonces cuando viene se lo comento.
–Si no lo encuentro hoy, ¿el lunes a qué hora lo ubico?
–A partir de las 11.
–Muchas gracias.
Poco después de esta típica llamada a un lugar de trabajo habitual sonó el celular. Mostraba el número 1152768642. Una empleada muy sobria dejó un mail para que el ingeniero pudiera recibir un pedido más específico: [email protected]. Enviado el texto, no volvió rebotado.
En La Plata el número mágico es el 022151266701.
–La privada del señor Rafaelle Sardella, por favor.
–¿De parte de quién?
–Martín Granovsky.
(Sonido de comunicación interna con pitidos dobles tu-tu.)
–Hola.
–Quisiera conversar con el ingeniero Sardella.
–No se encuentra el ingeniero en este momento. ¿Quiere dejarle algún mensaje?
–Le dejo mi celular. Si no me devuelve la llamada hoy y quedase para el lunes, ¿cuándo lo encuentro en Socma y cuando allí?
–La semana que viene en La Plata. Igual yo le voy a pasar este mensaje.
–Si la reunión fuera en Capital sería en Socma.
–Sí, pero sería a definir el lugar. Igual yo le voy a pasar este mensaje.
El señor de las aguas y las cacas de la provincia no devolvió los llamados ni respondió al nuevo pedido de entrevista de PáginaI12. Otro había sido cursado antes a ABSA para hablar de las obras de potabilización y cloacas en la provincia. Sardella no ordenó siquiera a sus equipos de Prensa y de Relaciones Institucionales que enviasen el curriculum vitae y el decreto de designación en ABSA.
Tampoco hubo contestación a las 19 preguntas enviadas por mail. Una de ellas buscaba saber si Sardella fue uno de los participantes de la negociación cloacal en Morón durante la intendencia del lopezrreguista Juan Carlos Rousselot.
Era simple curiosidad. Con o sin Sardella, Sideco y Morón en cabeza de Mauricio Macri y Juan Carlos Rousselot firmaron un convenio cloacal en 1988, hace casi 30 años. El grupo Macri haría una inversión de 22 millones de dólares y obtendría un reembolso de 140 millones. Los vecinos quedarían como garantes, o sea que podrían ser ejecutados en caso de mora. El trámite de firmas fue veloz. Tan veloz como el escándalo. Uno de los que elevó la protesta a los órganos de control de la provincia fue el entonces concejal Alberto Descalzo, hoy intendente de Ituzaingó. En aquel momento Ituzaingó era parte de Morón. A los 70 días el convenio se cayó. En 1991 el que terminó cayendo fue el propio Rousselot, destituido. La denuncia de Descalzo llegó a la Justicia. La Suprema Corte bonaerense convalidó su criterio sobre las irregularidades de Rousselot. En cambio a nivel nacional la Corte Suprema de mayoría automática menemista se pronunció en contra. La Corte integrada de esa manera, renovada según la Constitución recién en 2003, siempre respetó los intereses de la familia Macri.
Del Correo al agua
Un conocedor del imperio Macri contó que Sardella se consolidó en la confianza del padre y el hijo cuando logró que Franco le permitiera viajar a Italia para cobrar una deuda de 17 millones de dólares que el grupo ya consideraba incobrable. Sardella lo consiguió.
Uno de los mayores premios de su carrera junto a la familia le llegaría después, cuando los Macri lo pusieron como pieza clave de una de sus empresas concebidas para expandirse en el rubro logístico: el Correo Argentino. El mismo Correo Argentino que perdió la concesión y volvió a la esfera estatal en 2003 por decisión de Néstor Kirchner. La resolución se basó en el incumplimiento de los cánones. La firma estaba en concurso preventivo de acreedores y tenía una deuda que es la que en los últimos días desató el escándalo por conflicto de intereses entre el Presidente Mauricio Macri y los empresarios de apellido Macri. En un tiempo el paquete mayoritario de Socma, controlante del Correo, pertenecía a Franco. Más tarde Mauricio Macri lo imitó y cedió los derechos a sus tres hijos mayores, Agustina Macri, Gimena Macri y Francisco Juan Macri. Ellos tres serían los patrones de Sardella en su costado porteño. Por el lado platense el patrón principal es el Estado provincial como tenedor mayoritario de las acciones de ABSA.
Sardella se apareció en ABSA antes de que Vidal asumiera la gobernación. Este ingeniero a quien ninguno de los consultados imagina ganando un Premio Nobel de Modestia se interiorizó del Plan Director de la empresa, es decir el plan de obras. Incluso comenzó a trabajar antes del 10 de diciembre de 2015. El 90 por ciento de las acciones de ABSA pertenece al Estado. El 10 por ciento a los trabajadores nucleados en el Sindicato de Obras Sanitarias de Buenos Aires, Sosba, autor junto con la Universidad de La Plata de un programa para mejorar la calidad del agua en Buenos Aires para que los consumidores no beban arsénico en dosis peligrosas.
Según su propia presentación, ABSA presta servicios de agua y cloacas para tres millones de personas, la tercera parte de los abastecidos por la empresa nacional AySA, que predomina en el Conurbano.
Río, no Arroyo
Cuando Vidal se instaló en la gobernación de La Plata el hombre de Macri ya tenía su propio plan director en materia de compras y contrataciones. Las contrataciones directas fueron aumentadas.
Las obras más importantes de ABSA en la gestión Vidal-Sardella-Socma fueron la planta de tratamiento cloacal de Bahía Blanca, que representará unos 80 millones de dólares, y la planta potabilizadora de Punta Lara, de 40 millones.
Muy pronto, si Sardella logra asentarse en el cargo, vendrán el acueducto del Río Colorado, que ya tiene financiamiento otorgado por la Corporación Andina de Fomento y está en etapa de proyecto, aun sin la licitación realizada. Alcanzaría a 17 localidades y garantizaría a Bahía Blanca una segunda fuente de agua además del Dique Paso de las Piedras.
“Sin contar el Matanza, en la Tercera Sección de la provincia de Buenos Aires se realizarán obras por mil millones de dólares”, dijo un directivo que pidió reserva de su nombre antes de formularse una pregunta: “¿Irán todas las obras para empresas ligadas a los Macri, todas para empresas relacionadas con Techint o después de la previsible tensión inicial llegarán a un acuerdo?”.
Estos días la palabra “Matanza” ligada a la cuestión de las aguas tiene sabor a blooper.
En un tramo de su discurso ante el parlamento bonaerense el 1° de marzo la gobernadora mencionó “las obras en el Arroyo La Matanza, que estaban paralizadas y las reactivamos después de mucho tiempo”.
“Yo le tengo que aclarar que no existe ningún arroyo llamado La Matanza”, la corrigió el mismo día la intendenta Verónica Magario, que había estado escuchando el discurso en un palco. “Es un río atravesado por 18 arroyos.” Agregó por si acaso que “no hay ninguna obra en marcha, ni en el río ni en ninguno de los arroyos del distrito”.
No es el primer traspié que a Vidal le provoca el agua. En enero ya produjo un debate público cuando la gobernadora se quedó de vacaciones en las playas de México mientras se inundaba el norte de la provincia. Vidal, además, había hecho publicidad del veraneo en la costa argentina. Si le hubiera preguntado a Sardella dónde tomarse unos días de descanso con sus hijos, quizás no habría salido de la Argentina. Antes de desembarcar en ABSA el hombre de Macri fue directivo de Litsa, Líneas de Transmisión del Litoral Sociedad Anónima. Lo que LITSA transmite es electricidad en altísima tensión. El área que cruzan los electroductos son las provincias de Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Santiago del Estero, Formosa y Chaco.
El 46 por ciento de LITSA está en manos de Cartellone Energía y Concesiones Sociedad Anónima.
El 40,5 por ciento de las acciones es propiedad de Sideco Americana Sociedad Anónima.
¿A que no adivinan quién puso a Sardella en Litsa y quién le dijo que tomara un puesto en ABSA junto a Vidal?
El reparto
En todo caso la gobernadora no tiene a su lado a un funcionario de tiempo completo ni a un ejecutivo en condiciones de ser ciento por ciento leal con el Estado, pero de ningún modo ella y Macri pusieron en ABSA a un novato sin capacidad de adaptación.
El 6 de febrero de 2005, ya con el Correo estatizado, PáginaI12 contó la historia de Sardella y el contexto empresario.
En el apogeo privatista de Carlos Menem los empresarios calcularon desde el principio del gobierno que el Correo iría para Mauricio Macri, el negocio del documento nacional de identidad para la alemana Siemens y los aeropuertos para Eduardo Eurnekian.
Y así fue, con algún matiz. El Correo terminó en manos de Macri y los aeropuertos bajo el dominio de Eurnekian. Con los documentos ocurrió algo curioso. Siemens ganó la licitación para el DNI y luego compró Itron, un verdadero holding perteneciente a los Macri con bases en la Argentina y en Brasil. Al mismo tiempo, el Correo Argentino quedaría como proveedor importante para la distribución de documentos.
El acuerdo entre Siemens e Itron nunca se publicó, pero fue convalidado por el gobierno de Menem. La negociación corrió personalmente por cuenta de Mauricio Macri.
Luego, Siemens le compró a Itron todo el know how.
Cuando el gobierno de Néstor Kirchner estatizó el Correo la administración encabezada por el cordobés Eduardo Di Cola no solo dejó a Sardella en la empresa sino que lo convirtió en director general.
Este diario no está descubriendo recién ahora la eternización de Sardella en la firma, primero bajo control privado y luego estatal. La nota de 2005 se llamaba, justamente, “El hombre de Mauricio en el Correo”. Informaba que ese hombre era Sardella y que como director general controlaba a su vez al gerente financiero y al director comercial.
A pesar de sus antecedentes Sardella estuvo una eternidad en el cargo. Recién fue cesado en 2009. Para su desplazamiento tuvo que fructificar un reclamo de Ceferino Namuncurá, el entonces presidente de la Comisión Nacional de Comunicaciones.
La CNC objetó que se desarrollaran las llamadas “consolidadoras”, empresas que operaban con el Correo pero en rigor hacían de mayoristas, como si las cartas fueran propias. Usaban la logística oficial, se ahorraban el trabajo de clasificación y no necesitaban contratar empleados. El Correo estatal se quedaba con los gastos. Las consolidadoras, con las ganancias.
Homónimo del santo y nacido en Ingeniero Jacobacci, ese Namuncurá es el mismo que el mes pasado anunció su propósito de convertirse en uno de los articuladores del peronismo de Río Negro. Si lo buscara, sería improbable que consiguiera vía Sardella un aporte financiero de Socma o Sideco para su campaña: la denuncia de la CNC que fue aceptada en el 2009 indicaba que las pesquisas sobre las consolidadoras “permiten calificar a esta operatoria como de paralela a la operación efectivamente autorizada y normalizada para la gestión de la red postal pública”. El mecanismo consistía en que una firma conseguía del Correo enormes descuentos por el volumen de correspondencia pero después se aprovechaba del descuento y vendía ese servicio a terceros. Las ganancias podían llegar al 600 por ciento. Una patente de corso. Más claro, echale Sardella.